13- ¿Qué es ser Luna?

Esa noche, sin saberlo, la unión de Amira y David desató una fuerza ancestral que resonó en toda la manada Luna Dorada. El vínculo entre el Alfa y su Luna estaba sellado, y esa energía poderosa viajó por el territorio de la manada, alineando los destinos de todos sus miembros. Lo que antes había sido un estancamiento de dos siglos, donde la manada no había conocido el nacimiento de nuevos lobos, cambió en un solo instante.

El sello de poder que David portaba como Alfa se expandió de forma súbita e imponente, irradiando su fuerza ancestral como un eco que resonó a lo largo y ancho del territorio de la manada Luna Dorada. La energía se sintió primero como un calor sutil, apenas perceptible, pero pronto comenzó a intensificarse, envolviendo a cada lobo con una oleada de poder que no solo avivó su instinto primario, sino que los conectó a una fuente de energía que no habían sentido en generaciones.

Sin que se dieran cuenta de inmediato, el ciclo de celo de la manada se adelantó. El vínculo que compartían con su Alfa, hasta entonces moderado, se volvió una fuerza incontrolable que los arrastraba hacia sus compañeras. Los lobos se encontraron con un deseo insaciable, tan fuerte como un llamado ineludible, uno que no habían experimentado con tanta intensidad en siglos.

Las parejas que se encontraban unidas, especialmente aquellas en las que las hembras eran fértiles, fueron las más afectadas. El fuego que recorría sus venas no era solo deseo; era una necesidad primitiva de procrear, de asegurar la supervivencia y el legado de la manada. Aquella noche, cada una de las hembras fértiles de Luna Dorada quedó embarazada, sus cuerpos respondiendo al llamado de la fertilidad que la manada no había sentido desde que la última Luna, la madre de David, desapareció hace 200 años.

La manada, sin percatarse del origen exacto del fenómeno, fue consumida por la fuerza vital que había retornado a sus almas. La fertilidad, que había estado languideciendo durante siglos, comenzó a florecer nuevamente, renovando la vida dentro de ellos. Las hembras sentían el latido de una nueva vida creciendo dentro de ellas, un símbolo de esperanza que hacía mucho tiempo que no conocían. Los machos, fortalecidos por el poder de su Alfa, sentían que algo en el equilibrio del mundo había cambiado, aunque ninguno de ellos podía poner en palabras lo que había sucedido.

David, sin embargo, lo supo al instante. Aunque seguía en la cama, con Amira descansando a su lado, su conexión con la manada se había vuelto más fuerte que nunca. Sentía cada vida nueva que comenzaba a crecer, cada hilo que conectaba a su manada con un futuro brillante. El regreso de la fertilidad, la vida misma, era una señal de que el equilibrio se estaba restaurando. Y en el centro de todo estaba ella, Amira, su Luna, aunque aún no lo entendiera completamente. Ella era el catalizador que había desencadenado esta marea de poder.

David sonrió, una mezcla de orgullo y satisfacción, mientras contemplaba el futuro. Luna Dorada finalmente había recuperado lo que tanto tiempo les había sido negado. La vida, la continuidad, y el poder de una manada renovada estaban de nuevo en marcha, listos para enfrentarse a un nuevo capítulo en su historia.

Amira más preocupada por los problemas normales de una pareja recién iniciada y muy activa como resultaron ser ella y David, le dijo muy seria: -hay un pequeño problema, yo…yo hago resistencia a los anticonceptivos, por suerte nunca he quedado embarazada, y los preservativos después de unas semanas de uso frecuente me producen alergias, así que tenemos que ser creativos...

- ¿Ser creativos? No me parece que eso sea un problema para nosotros, -dijo David riendo, y continuo un poco más serio- No te preocupes por eso mi amor, como alfa yo solo puedo embarazar a mi Luna, pero como eres humana sólo cuando estes marcada, podrás llevar a mi cachorro

Amira lo miró con una mezcla de sorpresa y alivio al escuchar sus palabras. La intensidad en los ojos dorados de David, tan cargados de verdad, la tranquilizó, pero al mismo tiempo la dejó con preguntas. Ella nunca había considerado el alcance de lo que significaba estar con un Alfa, y menos lo que implicaba ser su Luna.

—¿Marcada? —preguntó suavemente, inclinándose hacia él, buscando más detalles—. ¿Cómo funciona eso exactamente?

David esbozó una pequeña sonrisa, sus dedos jugando con un mechón de su cabello. El ambiente en la habitación cambió, tornándose más íntimo y cargado de una conexión profunda, casi mística.

—Cuando llegue el momento, —dijo— te marcaré como mi Luna. Es algo que va más allá de lo físico; es un vínculo eterno entre nosotros. Una vez que estés marcada, nuestros cuerpos estarán alineados de una manera que solo tú podrás llevar a mi cachorro. Antes de eso, no tendrás que preocuparte por quedar embarazada, aunque no usemos anticonceptivos.

Amira lo escuchó con atención, su mente procesando esta nueva información, mientras él continuaba.

—Es una tradición antigua entre los lobos. El vínculo entre un Alfa y su Luna es algo sagrado, y no puede suceder hasta que ambos estén completamente listos. Eso significa que, mientras no te marque, tu cuerpo no puede concebir de mí. Pero cuando llegue el momento… —David la miró intensamente, su voz bajando un poco—, te lo prometo, será algo único.

Ella sonrió, sintiendo una especie de alivio inesperado. Saber que no necesitaba preocuparse por los métodos tradicionales y sus complicaciones le quitaba un peso de encima, pero también despertaba algo en su interior. Esta conexión que él describía, ese “vínculo eterno”, la intrigaba profundamente.

—¿Y cómo sabré que es el momento? —preguntó, con una chispa de curiosidad en su voz.

David la acercó más a él, su frente tocando la de ella, con una sonrisa suave.

—Lo sabrás, mi Luna. Cuando lo sientas, lo sabrás.

- ¿David, la marca es visible para todos o solo para los lobos? ¿cómo se vería en mi piel como un tatuaje acaso?

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