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La cena con los Smith

Eran las siete y cincuenta de la noche, y Amira aún no llegaba. David observaba el salón, intentando no mostrar la impaciencia que lo carcomía por dentro. Román y Vanessa habían organizado la cena de manera impecable, invitando a todos los miembros más cercanos de su círculo, lo que le dio a la velada un aire de formalidad y camaradería.

Sin embargo, entre los invitados había alguien que le provocaba una ligera incomodidad: Zaira McKency, una loba con la que había salido hace algunos años. Aunque ambos sabían que nunca había sido algo serio. Zaira a veces olvidaba ese detalle y se pegaba a él como si fueran algo más. Esa noche, Zaira ya había comenzado a moverse con la confianza de quien siente que tiene un derecho no concedido.

Alta, de cabello oscuro y ojos que irradiaban poder y determinación, se había acercado a David apenas entró al salón, ocupando su espacio personal de una manera que le resultaba incómoda.

—David, qué gusto verte otra vez. Sabes que siempre es una delicia compartir contigo estas veladas. -dijo Zaira sonriente

David, manteniendo la compostura, se limitó a asentir, con su rostro imperturbable, pero Zeus, ya estaba gruñendo con disgusto. Zaira nunca había sido una amenaza real para él, pero su insistencia comenzaba a molestarlo, especialmente ahora que todo su ser estaba en un estado de alerta esperando a Amira.

—Esto no va a ser algo serio, Zaira. ¿Cuándo lo entenderás? -pensó David.

El tiempo avanzaba lentamente, y aunque David intentaba no mirar el reloj, la espera por la llegada de Amira parecía interminable.

Ocho en punto. Justo cuando el reloj marcó la hora, las puertas del salón se abrieron, y Amira Gutiérrez hizo su entrada. Todo lo que había estado preocupando a David Stone hasta ese momento desapareció en un instante. La sala, repleta de su círculo cercano, quedó sumida en un silencio absoluto.

Amira, con su piel color canela que brillaba bajo la luz suave del salón, caminaba con una gracia natural y una presencia que llenaba todo el espacio. Vestida con su impresionante enterizo gris perla, el contraste entre su frente serio y la sensualidad de su espalda descubierta era suficiente para dejar a todos sin palabras. Parecía una reina que acababa de entrar en la presencia de sus súbditos, como si el silencio y la admiración de todos en la sala hubiesen sido orquestados solo para ella.

David, que había estado conteniendo su impaciencia toda la noche, sintió cómo su lobo, Zeus, se removía con fuerza dentro de él. Sus ojos dorados, normalmente controlados y fríos, la siguieron con una intensidad que no pudo ocultar. Y aunque David no lo admitiera abiertamente, la fuerza de la atracción que sentía hacia ella era palpable. Cada fibra de su ser lo empujaba a acercarse a ella, a reclamarla.

Sin embargo, en ese mismo instante, Zaira, que estaba a su lado, también notó la atención que David le daba a Amira, y una pequeña chispa de celos brilló en sus ojos. Pero David estaba tan concentrado en Amira que ni siquiera notó la incomodidad de Zaira. Para él, el resto de la sala había dejado de existir.

David apretó los puños, intentando contener la oleada de emociones que lo invadía. Un pensamiento surgió en su mente con asombro:

M*****a sea, sólo faltaba que todos se inclinaran ante ella. -pensó, sonriendo de lado.

Mientras tanto, Zeus, no mantenía la misma compostura. Era como si el Alfa dominante y feroz que David había sido durante siglos se desmoronara ante la presencia de Amira. Zeus, que normalmente gruñía con fiereza, estaba prácticamente babeando como un cachorro emocionado.

Mate —susurraba Zeus una y otra vez dentro de su mente, como un mantra. El lobo estaba completamente hipnotizado por ella, incapaz de ver más allá de su "Luna". David, sin embargo, luchaba por mantener su fachada fría y distante, por más que su cuerpo lo traicionara con la urgencia de acercarse a ella, de tocarla, de hacerla suya.

Amira continuaba caminando, sin ser consciente del caos interno que había desatado en David. Para los demás en la sala, ella era una mujer impactante, pero solo David y su lobo sabían la verdad: ella era su compañera destinada. Cada paso que daba, cada mirada que lanzaba, lo envolvía más y más en ese torbellino de deseo, posesión y vulnerabilidad que no había sentido nunca antes.

Zeus quería reclamarla en ese mismo momento, gritarle al mundo que Amira era suya, pero David, con todo su autocontrol, seguía reprimiendo el impulso, aunque cada segundo que pasaba lo hacía más difícil.

David Stone:

¿Qué tanto le miran al pasar, por qué se le quedan viendo? Si, está hermosa, es una Diosa, pero su traje no tiene nada de extraordinario, aunque le queda muy muy bien.

¿Por qué la expresión de Román luego de que les pasar por el lado, que tiene?

Román caminaba junto a Amira, acompañándola en su recorrido por el salón mientras saludaba y le presentaba a los invitados. Aunque no la conozco bien, la apariencia tranquila y diplomática que ella mantenía, contrastaba con la que tuvo en la tarde, algo me decía que ella no estaba simplemente siendo amable. Había un aire de desafío en su forma de comportarse, una sutileza en su sonrisa que me dejaba claro que Amira sabía exactamente el impacto que estaba causando, y la muy condenada lo estaba disfrutando.

Cuando finalmente llegaron frente a , el ambiente en el salón parecía contener la respiración. Amira me saludó con una cortesía impecable, pero yo, con mis sentidos agudos, notaba cómo sus actos eran una especie de juego que ocultaba lo que en realidad estaba sucediendo debajo de la superficie. Amira mientras me saludaba atentamente, dejándome claro que no se dejaría intimidar por mí. Su espalda estaba, metafóricamente, rompiendo toda la vajilla.

-Sr. Stone, buenas noches, es un gusto volver a verlo- me dijo la muy ladina.

-Srta. Gutiérrez, el gusto es todo mío, - fue todo lo que pude decir antes de que se volteara.

Todo se mantuvo bajo control hasta que Amira se dio la vuelta para continuar su recorrido. Zeus y yo sentimos lo mismo en ese momento, incapaces de soportar más lo que estábamos viendo, Amira literalmente rompió no sólo la bajilla si no, también mi razón y mi cordura, Zeus lanzó un rugido con una fuerza que sacudió todo mi ser. Fue un rugido que resonó en lo más profundo de mi alma, yo, por primera vez en mucho tiempo, no pude contener el poder que llevaba dentro.

El cambio fue instantáneo, sentí cómo mis ojos, usualmente dorados y calculadores, se oscurecían, tiñéndose de ese rojo profundo que solo aparecía cuando mi Alfa tomaba el control. La mezcla de furia y deseo creció hasta convertirse en una tormenta implacable, sacudiendo cada fibra de mi ser. No era solo el deseo de tenerla, de reclamarla como mi Luna, sino la rabia latente de verla siendo observada por otros con deseo, como si ellos tuvieran algún derecho a posar sus ojos en ella.

Sin darme cuenta, mi aura de Alfa, esa presencia que rara vez necesitaba liberar, comenzó a expandirse. No podía ni quería detenerlo. Era una energía imposible de contener, arrolladora, que se desbordó por todo el salón como una ola implacable.

¿Cómo se atreven? —pensé, con un gruñido profundo que resonaba en mi pecho—. Es mi Luna... no hay nadie que tenga el derecho de mirarla así. Yo no soportaba que aquellos hombres, que hasta hacía unos segundos no habían despegado los ojos de Amira, hubieran sido tan descarados. Ella es mi Luna, y cada mirada, cada gesto de admiración hacia ella encendió mis celos y posesividad, con relación a ella.

Cada persona en la sala, sintió mi Aura al instante. Los murmullos cesaron de golpe, el aire se hizo denso, casi tangible. Todos los presentes bajaron la cabeza, una reacción instintiva ante mi supremacía, ante la fuerza bruta del Alfa que irradiaba de mí. Nadie osaba levantar la vista, nadie se atrevía a desafiarme. Excepto ella.

Amira Gutiérrez, se volvió hacia mí, con una mirada desafiante que parecía cortar el aire, mantuvo sus ojos fijos en los míos. No apartó la vista, ni bajó la cabeza. Su convicción era firme, como si supiera que era la única en esa sala que podía mirarme de frente, desafiar mi poder sin temer las consecuencias. Solo ella, mi Luna, tenía ese derecho, aunque no lo supiera aún.

El peso de mi aura mantenía a todos en su lugar, mientras sus ojos seguían clavados en los míos, fuertes, decididos. Sentí una mezcla de admiración y deseo abrasador. Amira no solo era mi igual, era la única capaz de sostenerme la mirada y retar mi autoridad sin ser destruida por ella.

Solo tú... —murmuré para mis adentros, aunque Zeus gruñía en mi interior con satisfacción. — Sólo tú puedes mirarme así.

David, se sintió rendido ante lo inevitable, Amira Gutiérrez, sin saberlo, había reclamado su lugar como la Luna indiscutible de la manada “Luna Dorada”, dejándolo muy claro desde ese momento, con solo estar de pie frente a él.

David sintió cómo el peso de ese conocimiento lo aplastaba y lo liberaba al mismo tiempo. No había vuelta atrás. Ella era su Reina, la única que podría guiar a su lado, la única que podría calmar el fuego dentro de él. La luna que su manada había estado esperando durante siglos.

Cada fibra de su ser lo sabía, incluso Zeus, se había rendido ante ella. Amira había conquistado sin siquiera intentarlo, había marcado su territorio de una manera que nadie más podría haberlo hecho. Ella era su Luna, su compañera destinada, y aunque aún no lo supiera, su presencia ya lo había reclamado todo. David, en ese momento, dejó de resistirse. Supo que lo inevitable ya había sucedido, había sido conquistado.

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Amira Gutiérrez:

Sentí como si el tiempo se hubiera detenido por completo. Durante ese breve pero intenso instante, solo existíamos Stone y yo. Era una batalla silenciosa, una prueba de fuerza entre dos almas poderosas, midiendo nuestras voluntades como si fuésemos titanes en un campo de batalla invisible. La tensión en el aire era palpable, y mi corazón latía con fuerza mientras intentaba procesar lo que estaba sucediendo. Y de repente, todo se desvaneció.

Me estoy despertando justo ahora en una cama y en una habitación nueva para mí. Miro todo a mi alrededor, para afirmar lo que ya sé, no es mi habitación. Mi mente trata de encontrar respuestas rápidamente. ¿Qué había pasado? No recuerdo cómo llegué aquí. El pánico me golpeó con fuerza cuando miró mi reloj y veo que son las dos de la madrugada. ¿Cómo paso tanto tiempo sin que lo notara?

Revise de inmediato mí cuerpo buscando cualquier señal que pudiera explicar lo ocurrido. Para mi alivio, descubrí, que seguía completamente vestida, lo que me permitió respirar un poco más tranquila. Pero las preguntas seguían apilándose en mi mente. - ¿Qué me pasó? -No recuerdo nada después de ese enfrentamiento silencioso con Stone en el salón. Es como si todo hubiera sido borrado de mi memoria en un abrir y cerrar de ojos.

- ¿Cómo llegué aquí? - El último recuerdo claro que tengo es el de estar en el salón rodeada de gente. Y ahora estoy en una habitación que no reconozco. El lugar es elegante, pero distinto al entorno del salón. Es más privado, más íntimo. No había ninguna pista evidente de cómo había llegado hasta aquí. - ¿Dónde estoy? -Me levanto de la cama rápidamente y comienzo a examinar la habitación con más atención. Las cortinas pesadas, los muebles de lujo y el diseño clásico me indicaron que seguía en una propiedad opulenta. Todo apuntaba a que seguía en la casa de los Smith, pero en una parte de la mansión que no conozco.

Respiro hondo, tratando de calmarme, el pánico se apoderaba de mí. Me siento como si hubiera despertado en medio de un enigma, uno que no entiendo pero que debo resolver antes de que la ansiedad me consuma. - ¿Paso algo en esa cena que no recuerdo? ¿Por qué estoy en esta habitación sola?

Con las preguntas arremolinándose en su mente, se preparó para buscar respuestas. De pronto alguien tocó la puerta, asustando Amira, esta con recelo y desde la cama preguntó:

 - ¿Quién es?

-Srta. Gutiérrez, soy Vanessa Smith, quiero saber cómo está- dijo Vanesa del otro lado de la puerta.

Amira se levantó y fue abrir la puerta, un poco más tranquila al saber que estaba en la casa de los Smith y que la Sra. Vanessa era quien tocaba.

- ¿Cómo se siente, le duele la cabeza, tiene mareos? - le preguntó Vanessa, con una sonrisa cálida

-No, me siento bien, un poco de dolor de cabeza, ahora que lo menciona, pero soportable. -le contestó Amira. -Puede decirme que me sucedió. ¿Por qué estoy en una de las habitaciones de su casa?

Vanessa, la miró con detenimiento, le ofreció una sonrisa genuina, tomó con total confianza su mano y le dijo:

-Te desmayaste de pronto, David alcanzó a sostenerte para que no calleras al suelo, fue él quien te trajo aquí.

Vanessa, se quedó a la expectativa, para ver si sus palabras fueron creídas por Amira, suspiro con confianza cuando está le contestó.

-Debo de estar muy estresada, esta última semana fue muy exigente para mí en la compañía, y luego el viaje aquí a Seattle, el exabrupto de ayer en la tarde con el Sr. Stone, sumado al poco descanso que he tenido, me han cobrado factura. Me disculpo si los preocupé, gracias por cuidar de mí.

Vanessa, volvió a sonreír:

-No fue nada querida, sólo sigue descansando, en la mañana mi chofer te llevará a tú hotel. ¿Sí? – y agrego- Sólo agrédasele a David, él fue quien te salvo de un golpe en el suelo. - Hasta mañana.

Al cerrar la puerta, Vanessa dejó escapar un suspiro de alivio. Su misión estaba cumplida: Amira no sospechaba nada de lo que realmente había sucedido en el salón horas antes. El desmayo no había sido producto del agotamiento, sino de la magia que David había desplegado para proteger su secreto y evitar que Amira recordara lo sucedido.

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