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La cena con los Smith (II)

Mientras el coche se acercaba a la entrada principal, Amira no pudo evitar pensar en lo que aquella casa significaba para los Smith. No solo era una muestra de poder, sino de tradición y de algo que ellos querían construir a largo plazo.

Amira, se quedo mirando, recordando su infancia en Cuba, donde no tenía muchos hermanos, solo eran ella y su hermana menor, Suset, pero tenía muchos primos que en verano se reunían en su casa, que era la de sus abuelos y todo era bullicio y fiesta. A pesar de todo el tiempo que había pasado, ella seguía recordando con mucho cariño esos años de su infancia.

Por fin el auto se detuvo en la entrada principal y el chofer con una sonrisa profesional, se bajó del coche y se acercó para abrirle la portezuela

Chofer:

-Adelante Srta., hemos llegado, ha sido un gusto servirle. -dijo.

Amira quedo agradecida con la amabilidad del joven.

-Gracias, buenas noches. -le contestó con una cálida sonrisa, iluminó su rostro.

La recién llegada toco el timbre de la residencia y rápidamente la puerta se abrió, dando paso a un elegante Sr.

-Buenas noches Srta. Gutiérrez, soy el Sr. Tok, William Tok, mayordomo de la Familia Smith. -se presentó así mismo de manera muy ceremonial. - acompáñeme por favor, los señores y demás invitados ya la esperan.

Para Amira fue como ver un mayordomo de las series inglesas de televisión. Agradeció y lo siguió por todos los pasillos hasta llegar al salón donde tenía lugar la velada.

Si la casa por fuera, Amira le pareció encantadora, verla por dentro fue alucinante. Las paredes estaban adornadas con arte cuidadosamente seleccionado, y el mobiliario era una mezcla perfecta de lujo y confort. Cada detalle, desde los candelabros que iluminaban con suavidad los pasillos hasta los tapices que vestían las paredes, reflejaba buen gusto. Pero lo que más le impresionaba era el ambiente cálido y acogedor que se respiraba. A pesar del lujo, aquella mansión no era simplemente una demostración de riqueza, era un hogar. Sentía que los Smith no solo estaban invirtiendo en su presente, sino que estaban construyendo algo para el futuro, una estructura para toda la vida.

Mientras caminaba, sus pensamientos volvían a su propia familia y la casa de sus abuelos en Cuba. Aunque no tenían el lujo de los Smith, el bullicio y la calidez familiar de los veranos le recordaban que un hogar, más que un lugar, era una sensación.

Finalmente, el Sr. Tok se detuvo frente a una gran puerta doble.

Sr. Tok:

—Aquí estamos, Srta. Gutiérrez. Los señores Smith la esperan.

Con una sonrisa enigmática, el mayordomo abrió la puerta, revelando el salón principal donde tendría lugar la velada. Amira inspiró profundamente, lista para lo que la noche le tenía preparado.

Dos horas antes.

David Stone.

Legué a casa de mi Bata y amigo prácticamente junto con él y su esposa, cosa que me gano sus burlas.

-Dígame mi amada Sra. Smith, no era que la cena era a las 8 de la noche, - preguntó Román con tono de burla.

-Si, mi amor, pero no sé por que cierto Alfa ya está aquí y tengo la impresión que nuestro cuarto de huéspedes favorito va a estar ocupado por los próximos siete días. -dijo Vanessa, sin poder retener una sonora carcajada.

No les hice caso y pasé por su lado sin mirarlos, sus constantes demostraciones de cariño me producen urticarias. Será porque no tengo pareja, bueno eso es irrelevante.

Subí a mi cuarto, unas de la suite de la mansión. Realmente no se los digo, pero su casa tiene algo que me fascina y que la mía no tiene. Por eso me gusta estar aquí y como es una mansión de 500 metros cuadrados sólo en área construida, no me molesta que sean recién casados, hay espacio para todos, jajaja.

—Al menos aquí no tengo que soportar su afecto las 24 horas... hay espacio suficiente para evitarlo —se dijo con una sonrisa socarrona mientras cerraba la puerta de su habitación.

Sabía que la cena sería un desafío. Vería de nuevo a Amira Gutiérrez, la mujer que no había logrado sacar de su cabeza desde su primer encuentro. Aunque él intentaba mantener el control, su lobo, Zeus, estaba impaciente. Sabía que la noche iba a ser larga, y no solo por las bromas de Román y Vanessa.

Son las 7:50 de la noche, y Amira aún no ha llegado. David observaba el salón, intentando no mostrar la impaciencia que lo carcomía por dentro. Román y Vanessa habían organizado la cena de manera impecable, invitando a todos los miembros más cercanos de su círculo, lo que le dio a la velada un aire de formalidad y camaradería.

Sin embargo, entre los invitados había alguien que le provocaba una ligera incomodidad: Zaira McKency, una loba con la que había salido hace algunos años. Aunque ambos sabían que nunca había sido algo serio. Zaira a veces olvidaba ese detalle y se pegaba a él como si fueran algo más. Esa noche, Zaira ya había comenzado a moverse con la confianza de quien siente que tiene un derecho no concedido.

Alta, de cabello oscuro y ojos que irradiaban poder y determinación, se había acercado a David apenas entró al salón, ocupando su espacio personal de una manera que le resultaba incómoda.

Zaira (sonriente):

—David, qué gusto verte otra vez. Sabes que siempre es una delicia compartir contigo estas veladas.

David, manteniendo la compostura, se limitó a asentir, su rostro imperturbable, pero Zeus, su lobo interior, ya estaba gruñendo con disgusto. Zaira nunca había sido una amenaza real para él, pero su insistencia comenzaba a molestar, especialmente ahora que todo su ser estaba en un estado de alerta esperando a Amira.

—Esto no va a ser algo serio, Zaira. ¿Cuándo lo entenderás? -pensó David.

El tiempo avanzaba lentamente, y aunque David intentaba no mirar el reloj, la espera por la llegada de Amira parecía interminable.

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