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Acuerdo e información

David, se encontraba solo en su habitación, la misma que había usado tantas veces en la casa de Román y Vanessa, pero esta noche su mente no estaba tranquila. Se pasó la mano por el rostro, intentando sacudir la tensión acumulada.

—Lo que pasó en la cena no puede volver a ocurrir —murmuró en voz baja, hablando tanto para sí como para Zeus, su lobo interior, quien permanecía inquieto en su mente.

Zeus gruñó, claramente insatisfecho, pero David lo ignoró.

—Es crucial que mantengamos el autocontrol —continuó, su tono firme pero lleno de frustración—. No podemos permitirnos perder el control de esta manera, no frente a todos... y mucho menos frente a ella.

La imagen de Amira entrando al salón, el impacto que tuvo en todos y, sobre todo, en él, lo golpeaba una y otra vez. El simple hecho de que todos la hubieran mirado con tanta admiración y deseo lo había desquiciado. Y ese rugido... su aura de Alfa había explotado de manera instintiva. No se trataba solo de celos, sino de un deseo primitivo de proteger lo que era suyo, aunque ella aún no lo supiera.

—Debemos mantener la calma, Zeus —dijo, cerrando los ojos por un momento, tratando de apaciguar la tormenta interna.

Sabía que Vanessa se había encargado de hablar con Amira y asegurarse de que no sospechara nada. Su amiga era astuta y confiaba en su capacidad para manejar la situación. Aun así, la incertidumbre lo atormentaba.

—Espero que Vanessa logre descubrir si Amira sospecha o no lo que realmente pasó —murmuró, su tono bajo pero lleno de peso.

Tenía que manejar esto con cuidado. Amira era su Luna, pero era humana y desconocía todo el mundo al que estaba a punto de ser introducida. Necesitaba protegerla, pero también darle el tiempo necesario para comprender lo que significaba ser su compañera destinada.

David suspiró profundamente, sintiendo la agitación de Zeus resonando en su interior. A pesar de sus esfuerzos por mantener la calma, su lobo seguía siendo implacable en su deseo.

—Definitivamente, Zeus, empezamos con el pie izquierdo con la Sra. Stone —dijo en tono resignado, haciendo énfasis en el apellido que algún día ella llevaría, aunque él sabía que el camino no sería fácil—. Vamos a tener que trabajar muy duro para que nos dé la oportunidad de conquistarla.

Zeus, sin embargo, no compartía la misma preocupación.

Yo no tengo que conquistar a nadie —gruñó el lobo en la mente de David, su voz profunda y autoritaria—. Es mi hembra y punto. Solo la marcamos, y se acabó —añadió, como si la solución fuera tan simple.

David apretó la mandíbula, conteniendo la frustración. Sabía que, para Zeus, todo era instinto y territorialidad, pero las cosas con Amira no podían resolverse de esa manera.

—No es tan sencillo, Zeus. Ella es humana, y no podemos forzarla —respondió con paciencia, aunque sabía que su lobo no comprendía la complejidad de las emociones humanas. Amira no solo era su Luna, sino una mujer fuerte e independiente que no se dejaría arrastrar por el instinto de manera tan fácil.

Pero Zeus no estaba dispuesto a aceptar ninguna explicación. Para él, la solución era clara y directa: marcar a Amira como suya, reclamándola ante el mundo.

—Si la marcamos ahora, Amira nos odiará —pensó David, contrariado, sabiendo que debía jugar bien sus cartas si quería ganarse su confianza y, más aún, su corazón.

Zeus bufó, impaciente.

—Ella ya es nuestra. No necesita más que aceptar lo que ya es verdad —insistió el lobo.

Para David, estaba claro que el camino hacia Amira no sería tan fácil ni directo. Aun así, sonrió levemente ante la insistencia de Zeus y su comentario sobre el enterizo de Amira. A pesar de lo caótico que podía ser su lobo, no podía negar que ambos compartían una fascinación por su Luna.

Zeus bufó, claramente entusiasmado.

—¿Viste cómo le quedaba ese enterizo? Casi la muerdo —confesó el lobo con una mezcla de orgullo y deseo—. Le quedaba como a los mismos ángeles.

—Sí, Zeus, la vi, como no verlo, creo, a mi pesar que todos la vieron. Sin duda nuestra Luna vale cualquier esfuerzo, incluso si eso significa invertir unos cuantos millones más, para mantenerla cerca —respondió David, mirando por la ventana mientras recordaba cómo Amira se veía más temprano. Aquella imagen seguía grabada en su mente, y aunque no podía darle el control a su lobo, tampoco podía ignorar la verdad: Amira lo atraía de una manera que nunca había experimentado antes.

Soltó una risa interna ante el entusiasmo de su lobo. Sabía que tendría que mantener a Zeus bajo control, pero también debía admitir que su propio autocontrol estaba tambaleándose desde que Amira apareció en su vida.

—No te preocupes —dijo con determinación—. Yo me encargaré de hacer que se quede. Amira no podrá resistirse a mis encantos de hombre. La haremos nuestra, pero a su tiempo, de la forma correcta, tú déjamelo a mí.

Zeus, aunque impaciente, pareció satisfecho con la promesa.

—Lo que sea, David, tenemos un trato, pero no podemos perderla. Ella es nuestra.

—No la perderemos —pensó David, seguro de sus palabras—. Haré lo que sea necesario para que ella elija estar con nosotros. Amira no será una conquista fácil, pero lo valdrá todo.

Con esa última reflexión, David decidió que, a partir de ese momento, cada paso que diera sería calculado para conquistarla, sin importar el costo. Porque, como bien lo había dicho, Amira valía cada esfuerzo.

Zeus:

-Bueno y ahora vamos al baño, que no puedo quedarme sólo con el recuerdo. Tengo suficiente material en mi mente, para explotar más de una vez. No dejo de alucinar con el día que pueda poner mis garras sobre ese adorable trasero. -dijo.

David soltó una carcajada ante la desesperación de Zeus, pero no pudo negar que su lobo tenía razón. Ambos estaban al límite, y el recuerdo de Amira en ese enterizo, con su espalda desnuda y esa actitud desafiante, lo había dejado en un estado que necesitaba liberar.

Zeus, no eres el único que no puede quitarse esa imagen de la cabeza —murmuró mientras se dirigía al baño, sintiendo la tensión acumulada en su cuerpo. El deseo había estado creciendo desde el primer encuentro, y ahora que Amira estaba en su vida, sabía que su autocontrol sería puesto a prueba constantemente.

Te dije que es nuestra, y pronto será completamente nuestra —gruñó Zeus en su mente, satisfecho de que su Alfa finalmente cediera un poco a los impulsos que ambos compartían—. Ese trasero… esos labios… No puedo esperar a marcarla.

David sonrió mientras cerraba la puerta del baño detrás de él.

Tendrás que esperar, Zeus —respondió mentalmente, aunque sabía que él mismo estaba igual de impaciente—. Pero por ahora, supongo que esto tendrá que ser suficiente.

Mientras el agua corría, David se dejó llevar por los pensamientos sobre Amira, el deseo casi insoportable que sentía por ella, y la inevitable conexión que tarde o temprano los uniría. Aunque lo que sucediera después aún estaba por verse, por ahora, hombre y bestia se preparaban para enfrentarse a lo que ambos sabían que era solo el comienzo de algo mucho más grande.

Zeus volvió a gruñir en la mente de David, no de rabia, sino de pura terquedad licantrópica.

La nalga derecha es mía —insistió, como si estuviera marcando territorio—. Ni se te ocurra tocarla.

David soltó una carcajada genuina, disfrutando del momento.

Las dos son mías, lobo mal pensado —respondió, con tono divertido—. Así que tendrás que conformarte con mirar desde el asiento de copiloto, mientras las nalgueo.

Zeus gruñó de nuevo, aunque esta vez con un dejo de resignación.

Por ahora, hombre —replicó, su voz resonando en la mente de David—. Pero te lo advierto, cuando tengamos a nuestra Luna, será mejor que no te pongas en mi camino.

David se rió una vez más, dejando que el agua caliente relajara su cuerpo, sabiendo que el verdadero desafío estaba por venir. Con Zeus en su interior tan posesivo y dominante, conquistar a Amira sin asustarla sería como caminar sobre una cuerda floja.

David Stone.

Son las nueve de la mañana ya es viernes, estoy en el comedor de la mansión Smith es una bonita mañana, para variar, hoy no está lloviendo, el sol baña con su luz todo el espacio. Los elegantes muebles y la vista hacia el jardín proporcionaban una atmósfera de tranquilidad que contrastaba con la tensión que siento por dentro. Román y Vanessa desayunaban plácidamente, mientras yo apenas y toco mi café.

Vanessa, me lanzó una mirada directa, consciente de mi agitación interna, mientras jugaba con su tenedor antes de hablar.

Alfa, no se preocupe —me dijo en un tono tranquilizador—. Amira atribuyó su desmayo a la falta de descanso y el exceso de trabajo. No sospecha nada. De hecho, le comenté que fue usted quien la sostuvo antes de que cayera al suelo, y ella parece haberlo tomado bien. Ahora todo depende de usted.

Yo fruncí el ceño, no del todo convencido. Sabía que Amira no era una mujer fácil de impresionar, y que cualquier movimiento en falso podría empeorarme las cosas.

¿Eso le dijiste? —pregunté, tratando de sonar calmado, aunque por dentro sabía que Zeus estaba más que complacido con la idea de ser el “salvador” de su Luna—. No creo que eso cambie nada. Ella es terca y fuerte. No será fácil...

Vanessa sonrió con suavidad, tomando un sorbo de su té.

Oh, David, primero no le dije mentira en ese punto, tu fuiste el que la sostuvo cuando se desmayó, y segundo, Amira es una mujer fuerte, sí, pero al final, sigue siendo una mujer. Y nosotras siempre valoramos esos pequeños gestos de protección, aunque no lo admitamos fácilmente. No pierda la oportunidad de acercarse a ella, usa esta información a su favor.

Román, que había estado observando en silencio, intervino con una sonrisa cómplice:

Tienes razón, hermano. Aprovecha esta ventaja. Nadie espera que seas un caballero todo el tiempo, pero si le muestras ese lado protector, quizá logres acercarte más de lo que piensas. - me dijo mi amigo animándome.

-Pero eso sí, controlarte y a Zeus también, porque no puedes estar todo el tiempo haciendo lo de anoche, esto te lo digo como tu Beta y amigo. - me advirtió muy serio

Zeus no lo tomó muy bien, porque, aunque Román es mi amigo y mi Beta. Eso de la jerarquía a Zeus no le gusta que se pierda. Pero entendía que tenía razón.

Cuando Amira hizo acto de presencia en el comedor, todos sonreímos de inmediato, incapaces de evitarlo ante su radiante energía. Su sonrisa mágica iluminaba la habitación, y su cabello suelto rebelde y sexy, mientras su rostro apenas llevaba un toque de rímel y brillo labial, esos pequeños detalles que una mujer segura de sí misma siempre lleva consigo.

Vanessa, consciente de que Amira no tenía un cambio de ropa, la había invitado a usar su enorme guardarropa. Sin embargo, lo que parecía un gesto de amabilidad terminó demostrándome que fue un total "ERRO". Porque mi bella Amira no sabe ser discreta al vestir. En lugar de optar por algo simple, eligió un vestido para oficina, azul marino, de escote en V y ajustado como un guante a su figura, que, aunque el vestido le pasaba de las rodillas, gracias a que Vanessa es más alta, la abertura frontal dejaba al descubierto una de sus esbeltas piernas con cada paso que daba. Bueno no era tan grande la abertura, pero sus piernas son lo máximo.

Me quedé observando desde mi asiento, la triunfal entrada mi futura Sra. Stone, sintiendo un golpe en el pecho al verla. Zeus, en mi interior, aullaba de puro deleite. Su Luna se veía absolutamente irresistible, y él lo sabía. No importaba cuántos esfuerzos hiciera por mantener el control, la realidad era evidente. Mi vida con la señora Stone sería todo menos sencilla en ese aspecto.

Mientras todos intentaban retomar la conversación, yo, con los ojos clavados en Amira, no pudo evitar murmurar en voz baja para mí mismo:

Diosa Luna, apiádate de mí...

Román y Vanessa intercambiaron una mirada divertida, sabiendo perfectamente que, en ese momento, yo, David Stone, el implacable Alfa, había encontrado a alguien que podría doblegarme con solo una sonrisa.

David, decidido a tomar un enfoque diferente esta vez, se levantó de su asiento con la elegancia y seguridad que lo caracterizaban. Como todo un caballero, se acercó para ayudar a Amira a acomodarse en su silla. Mientras lo hacía, sus ojos no perdían detalle de cada movimiento de ella, pero mantuvo su compostura, sin mostrar la tormenta interna que sentía.

Con una sonrisa encantadora, que solo añadió más calor al ambiente, David rompió el silencio: ¿Cómo amaneció hoy, Srta. Gutiérrez? ¿Descansó bien? ¿Durmió lo suficiente? —preguntó con una suavidad que no solía mostrar.

El corazón de Amira dio un pequeño vuelco. La calidez del tono de David, sumada a esa sonrisa irresistible, hizo que sintiera una ola de calor en su rostro. Afortunadamente, su piel oscura disimulaba cualquier señal visible del rubor que sin duda habría sido evidente en alguien más claro, mentalmente, dio gracias a Dios de que su tono de piel no permitía que se notaran las emociones que David Stone acababa de provocar en ella.

A pesar del torbellino de sensaciones internas, Amira le devolvió una sonrisa educada y serena, intentando no dejarse llevar por el magnetismo del Alfa frente a ella. Sin embargo, en su interior, sabía que mantener el control sería cada vez más difícil en su presencia.

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