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Salí de mi habitación hecho una furia. Iba a golpear a Gabriele por interrumpirme. Bajé las escaleras con pasos pesados y me dirigí directamente a la oficina donde él me esperaba.

—¿Qué carajo haces aquí? —le pregunté con rabia contenida.

—Necesitamos hablar. Acompáñame —pidió con seriedad.

—No. Ahora lárgate de aquí, y no quiero volver a verte —le advertí con tono gélido.

—Es sobre padre.

Respiré profundamente. Aunque no quería, acepté ir con él. Todo lo que involucrara a nuestro padre debía tomarse con cuidado. Salimos de la oficina, y cuando me dirigía a la puerta para irnos, Abigail apareció en lo más alto de las escaleras. Me miró en silencio, su expresión era indescifrable.

Gabriele me dio un par de golpes en la espalda, instándome a apresurarme. Apreté los dientes y obedecí. Ambos salimos de la casa y nos dirigimos a su coche. El chofer abrió la puerta, entramos y partimos sin intercambiar palabra alguna.

El trayecto fue un pesado silencio hasta que el coche se detuvo frente a
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