Salí de mi habitación hecho una furia. Iba a golpear a Gabriele por interrumpirme. Bajé las escaleras con pasos pesados y me dirigí directamente a la oficina donde él me esperaba.—¿Qué carajo haces aquí? —le pregunté con rabia contenida.—Necesitamos hablar. Acompáñame —pidió con seriedad.—No. Ahora lárgate de aquí, y no quiero volver a verte —le advertí con tono gélido.—Es sobre padre.Respiré profundamente. Aunque no quería, acepté ir con él. Todo lo que involucrara a nuestro padre debía tomarse con cuidado. Salimos de la oficina, y cuando me dirigía a la puerta para irnos, Abigail apareció en lo más alto de las escaleras. Me miró en silencio, su expresión era indescifrable.Gabriele me dio un par de golpes en la espalda, instándome a apresurarme. Apreté los dientes y obedecí. Ambos salimos de la casa y nos dirigimos a su coche. El chofer abrió la puerta, entramos y partimos sin intercambiar palabra alguna.El trayecto fue un pesado silencio hasta que el coche se detuvo frente a
Llevé a la chica al lugar donde estaban los otros. Al entrar con ella en brazos, uno de ellos se me acercó y me ayudó a sostenerla. Parecía demasiado frágil, su piel estaba helada y sus ojos, inundados de lágrimas, reflejaban un dolor que me era demasiado familiar.—Cuídenla bien. Mañana volveré a ver cómo está —ordené con voz firme, aunque por dentro me carcomía la culpa. El hombre asintió con la cabeza y ajustó mejor el peso de la chica en sus brazos.Ella me miró entonces. Su labio partido temblaba ligeramente, y sus ojos vacíos eran la viva imagen de alguien que había sufrido más de lo que cualquier alma debería soportar. No pude sostenerle la mirada.—Estarás bien aquí —le aseguré, aunque no estaba del todo seguro de ello. La chica no respondió, solo hundió la cabeza en el hombro del hombre que la sostenía, buscando un refugio que yo no podía darle.Me aparté de ellos y salí del lugar. Alessandro me esperaba afuera, apoyado contra el coche con los brazos cruzados. Su expresión de
Gabriele se miró al espejo con el ceño fruncido. La luz fría del baño iluminaba los moretones que cubrían su mandíbula y el lado izquierdo de su rostro. El recuerdo de los golpes de Giorgio lo llenó de ira. Apretó los dientes, sintiendo la rabia arderle en las venas. Nadie, ni siquiera su hermano, lo humillaba de esa forma sin consecuencias. Tocó el hematoma con la punta de los dedos y siseó de dolor.No. Esto no se quedaría así.Se vistió con un traje oscuro, ajustó los gemelos en las mangas de su camisa y salió de su habitación con paso firme. Su destino estaba claro: tenía que ver a John Dunkel.El camino hasta el territorio de Dunkel fue largo, pero la espera solo alimentó su determinación. Cuando llegó, los guardias le abrieron paso sin cuestionarlo, y en menos de diez minutos estaba sentado frente al infame Alfa, un hombre de mirada gélida y presencia imponente. Ojos negros, cabello ondulado, cayéndole algunos suaves rizos en su frente, algunas canas adornaban su cabello negro.
Era fin de semana y yo solo quería hacer cosas normales con él, olvidar, aunque fuera por un momento, todo lo que había pasado. Así que lo invité a una cita. Giorgio aceptó sin dudarlo.Fuimos al supermercado más cercano a comprar algunos víveres. Por la manera en que miraba a su alrededor, estaba claro que jamás había estado en uno.—¿Qué te gustaría comer hoy? —le pregunté mientras tomaba un enorme pepino y lo agitaba ligeramente.—Creo que soy yo quien debería hacerte la misma pregunta, pero viendo lo que haces, la respuesta es bastante obvia —contestó con su tono arrogante y divertido.Rodé los ojos y dejé el pepino en su lugar, siguiendo mi camino por los pasillos.—¿Solo piensas en sexo? —repliqué, segura de que él estaba detrás de mí. Pero no hubo respuesta.Fruncí el ceño y me giré... solo para encontrarme con una señora de unos cincuenta años que me miraba con el ceño fruncido, como si acabara de presenciar el escándalo del siglo.—Lo siento —balbuceé antes de salir casi corr
Miré por la ventana de mi habitación; el sol resplandecía con fuerza, bañando todo con su cálida luz. Volví la mirada a mi lado y ahí estaba Giorgio, su cuerpo desnudo se fundía con las sábanas, fuerte y perfecto. Aunque en su forma animal era imponente, así, humano, sexy y salvaje, era un pecado para la vista.—Deberías dejar de mirarme, o volveré a hacerte mía —murmuró con voz ronca, sin siquiera abrir los ojos.Sonreí y me apoyé sobre un codo.—¿Cómo sabes que te estoy mirando? —pregunté con curiosidad.Sus párpados se alzaron lentamente, revelando esos ojos color chocolate que parecían derretirme por dentro.—Puedo sentirlo —susurró con una sonrisa torcida.Me acerqué y dejé un beso en su mandíbula, saboreando su calor.—Hoy saldremos a pasear —le anuncié con dulzura.—No. Quiero quedarme aquí y hacerte el amor unas cinco veces más —respondió, al tiempo que me rodeaba con sus brazos.Solté una risita y le di un ligero golpe en el pecho antes de apartarme. ¿Acaso creía que yo era s
Hace un par de semanas, tuve un pequeño mareo, así que decidí hacerme un chequeo general. Estaba segura de que era un embarazo y fui ilusionada a mi médico de cabecera. Sin embargo, nada me preparó para la noticia que llegó. No estaba embarazada, pero habían encontrado una masa extraña en mis ovarios. Mi doctor intentó tranquilizarme, pero yo ya sabía lo que eso significaba. A pesar de todo, conservaba una pequeña esperanza... esperanza que se desvaneció por completo el día de hoy.Era estéril. Esa masa jamás me dejaría ser madre. Sentía que mi vida estaba arruinada. Siempre había soñado con ser madre, con formar una familia junto a Pietro. Ahora, ese sueño se había desmoronado en mil pedazos.Me tragué un sollozo. Desde hace un par de años, Pietro y yo empezamos a tener problemas. Él me reclamaba el no poder darle una familia, y eso me destrozaba el alma, así que insistía en que tal vez Dios no quería darnos hijos por el momento. Pero descubrí que si era yo la del problema.Subí al c
Tomé algunas cosas de mi armario y salí de casa. Algunos de los empleados me miraron, pero no dijeron absolutamente nada. Ahora solo tenía que buscar un hotel mientras encontraba un lugar tranquilo donde replantear mi vida. Llegué al hotel en tiempo récord, casi como si el dolor me empujara hacia adelante. Pedí una habitación sin mirar al recepcionista. Cuando me entregaron la llave, fui directamente al ascensor. Lo único que deseaba era tumbarme en la cama y enfrentar el vacío que me esperaba. Mientras subía, mis pensamientos eran un torbellino. Tenía que llamar al abogado, discutir los detalles del divorcio. Apenas entré a la habitación, fui directa a la cama. Me acosté en ella y me hice un ovillo. Me sentía tan cansada. Traté de calmarme hasta que el sueño me venció. Mañana pensaría en cómo llevar mi vida de ahora en adelante, pero, por ahora, solo quería descansar. El sonido del celular me despertó de golpe. Me incorporé en la cama, desorientada, y busqué a tientas dentro de m
Salí de la empresa hecha pedazos, con el corazón completamente destrozado. Jamás pensé que algo podría doler tanto, ni siquiera cuando me dijeron que nunca podria tener hijos. Esto era diferente; era como si el aire se hubiera convertido en cristales que cortaban cada vez que intentaba respirar.Caminé rápidamente hacia el estacionamiento. Quería salir de ahí, dejar atrás ese lugar que ahora olía a traición y falsedad. Todo en mí gritaba huir, alejarme para siempre.—¡Abigail! —La voz de Pietro rompió el silencio.No me detuve. Aceleré el paso, transformando mi andar en una carrera desesperada. No quería verlo, no quería escucharlo, no quería estar cerca de alguien tan ruin, tan despiadado.Pero su mano me alcanzó. Fuerte, fría y firme, se cerró alrededor de mi brazo, deteniéndome de golpe y obligándome a girarme para enfrentarlo.—Tenemos que hablar ¿Qué escuchaste? Déjame explicarlo—dijo con una calma aterradora.Sin pensarlo, descargué toda mi rabia contra él, golpeándolo en el pec