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Cuando llegué a casa, encontré a Abigail sentada en la cama, con la mirada perdida en la nada. Parecía tan ausente que, por un instante, dudé si siquiera se había dado cuenta de mi presencia. Caminé lentamente hacia ella y me senté a su lado. Fue entonces cuando giró bruscamente la cabeza y me miró. Sus ojos estaban rojos e hinchados, evidencia de que había llorado durante mucho tiempo.

—Pietro está con tu hermano —murmuró con voz apagada.

Asentí en silencio.

—¿Por qué no me lo dijiste? Quiero saberlo todo, sin importar cuán cruel o doloroso sea —pidió, con una súplica latente en su voz.

—Gabriele le otorgó el sello de la familia, convirtiéndolo en uno de nuestros aliados. Tendrá beneficios, pero si alguna vez hace algo que ponga en peligro a mi familia o a nuestra especie, será ejecutado sin contemplaciones —le expliqué con frialdad.

Abigail no respondió de inmediato. En su lugar, se inclinó hacia mí y me abrazó con una fuerza que reflejaba su miedo. Yo le devolví el gesto, estrechán
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