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El anciano nos trajo comida, y yo de inmediato empecé a devorarla. Viggo me miraba mal, y el anciano con algo de asombro, pero no me importaba, literalmente en estos momentos yo era una muerta de hambre.

—Está delicioso. ¿Qué es? —pregunté mientras engullía la tierna carne.

—Es conejo —dijo el anciano.

Miré al plato y luego a Viggo.

—Pobrecito, pero está muy rico —le dije. Me sentía mal por comerlo, pero tenía demasiada hambre.

Viggo y el anciano me miraron como juzgándome, pero no me afectaba.

—¿Quieres más? —preguntó Viggo, ofreciéndome su plato.

Sin pensarlo, se lo arranqué de la mano y vertí el contenido en mi plato.

—¿Tienen algo de tomar? —pregunté.

Viggo se levantó, sirvió un poco de agua en un vaso y me lo entregó.

—Gracias —le dije y seguí comiendo.

Viggo se apartó de mí y se acercó al anciano. Ambos parecían tensos y muy preocupados, lo que contrastaba con mi placer mientras comía. Dejé el plato a un lado y respiré profundamente. Todo se estaba complicando, y ahora esto... ¿
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