Mire hacia arriba y vi cómo el enorme agujero se cerraba sobre mi cabeza. Grité de frustración mientras intentaba escalar para volver hacia arriba.La oscuridad me envolvió. Me quedé por un par de minutos allí, sumida en el dolor. Cerré los ojos y acaricié mi vientre, intentando calmarme. Si estaba en lo correcto, esto que sentía podía ser una amenaza de aborto, y yo no quería perder a mi hijo.—Por favor, ayúdame, Gytha. Sé que me escuchas. Por favor —le supliqué.Una luz blanca me cegó, haciendo que apareciera en otro lugar. Era el bosque, y a la vista se veía una cueva. Me levanté como pude y me arrastré hasta la cueva. Miré dentro, y allí estaba ella, llorando con las manos ensangrentadas. Sus gritos de dolor eran espeluznantes.—¡Te odio! —gritó ella con tanto rencor que todo mi cuerpo tembló.El sonido de pisadas resonó en el lugar. Al darme la vuelta, vi a muchos hombres, y entre ellos estaba Mikkel. Su expresión era de odio. Caminó con rapidez hacia la cueva para después sacar
Empecé a caminar para salir de la habitación, pero Viggo apareció detrás de uno de los espejos, se veía mal, así que me detuve.Corrí a él y mis manos ensangrentadas mancharon el cristal, Viggo se acercó y me sonrió.—Vete, esta es tu oportunidad de acabar con todo —me dijo. Yo negué con la cabeza, no iba a dejarlos aquí, ellos no merecían acabar así.Volteé a ver a Gytha, pero su reflejo ya no estaba, y eso me llenó de rabia. Me aparté del espejo y corrí a la mesa, la levanté y con fuerza empecé a golpear el cristal donde estaba Tiana. Si el demonio quería salir, yo lo sacaría y lo mataría.El cristal empezó a ceder, yo grité de rabia mientras lo destruía. Tiana y Viggo me gritaban que me detuviera, pero yo no quería hacerlo.“Mi corazón está dentro, destrúyelo”, dijo la voz de Gytha. Eso me dio más fuerza y seguí golpeando hasta que ese cristal cedió, explotando, haciéndome daño con los fragmentos.Grité con todas mis fuerzas, levanté un pedazo de cristal y me lancé al demonio frent
Corrí sin pensar, atravesando el espejo con una rapidez frenética, hasta que me encontré en un lugar oscuro, distante. El aire era denso, como si una pesada sombra lo impregnara todo, y el silencio lo envolvía todo. Cada paso que daba resonaba con eco en la inmensa oscuridad, y algo, intangible pero presente, me empujaba a seguir adelante, algo que no lograba comprender.Fue entonces cuando lo vi. Un niño pequeño, encadenado a un pilar de piedra, inmóvil. Su rostro era pálido, y sus ojos, enormes y oscuros, reflejaban una tristeza tan profunda que me atravesó el alma. Su mirada me atrapó, y aunque su tristeza me desbordaba, había algo más en esos ojos, una súplica callada, una chispa de esperanza que aún persistía.—Ayúdame… —dijo, su voz quebrada, casi inaudible.No pude resistirme. Algo en su voz, una necesidad urgente, me arrastró hacia él como si fuera un imán. Me acerqué, paso a paso, con el miedo comenzando a escalar por mi espalda, pero incapaz de detenerme. Estaba demasiado ce
Viggo y yo continuamos nuestro camino a través de aquel lugar oscuro, en busca del corazón de Gytha. Cada paso que dábamos resonaba en el vacío, mientras el aire húmedo parecía envolvernos. Las paredes, deformadas por el paso de los siglos, parecían cambiar y retorcerse, como si intentaran esconder algo de nosotros, algo que no debíamos encontrar.Finalmente, llegamos a un pequeño claro en medio de la oscuridad. Al principio, solo vimos sombras, pero algo en el aire nos alertó. Y entonces, lo vimos.Gytha estaba allí, en el suelo, su cuerpo cubierto de sangre. Sus lágrimas caían como gotas de lluvia, y su sollozo resonaba en la quietud de ese lugar tan extraño. La imagen de la mujer que habíamos estado buscando, la que había provocado tanto caos, ahora parecía frágil, rota. Lamentaba la pérdida con una desesperación que nos estremeció a ambos.Antes de que pudiéramos movernos, Gytha levantó la vista, y sus ojos se encontraron con los de Viggo. En un parpadeo, su dolor se transformó en
Desperté con un dolor punzante que me atravesaba el cuerpo. Mi cabeza latía con fuerza, mis costillas parecían hechas añicos y apenas podía moverme. Abrí los ojos lentamente, recibiendo el frío resplandor de las luces del hospital. El pitido constante de las máquinas a mi alrededor me hizo querer escapar, pero ni siquiera tenía fuerzas para levantarme.Intenté recordar qué había pasado. Los recuerdos llegaron en ráfagas confusas: Viggo, su rostro, su partida… Me dolía tanto pensar en él que, por un momento, deseé que todo hubiera sido un mal sueño.La puerta se abrió de golpe, y mi madre entró. Sus ojos estaban enrojecidos, el maquillaje corrido, y su expresión de angustia me rompió el corazón. Corrió hacia mí y tomó mi mano, apretándola con fuerza.—¡Renee! —sollozó—. ¡Dios mío, mírate! Estás tan golpeada…Quise calmarla, decirle que estaba bien, pero las palabras se atoraron en mi garganta. Solo pude mirarla, sintiendo cómo el peso del pasado me aplastaba. No era solo mi dolor físic
Había firmado un muy buen contrato para ser la imagen de una de las mejores marcas de maquillaje. A mi edad, conseguir algo así era demasiado bueno.—No deberías salir hoy —me dijo Camil, mi asistente.La miré y la ignoré por completo. Claro que saldría, tenía que celebrar este gran logro, y ella no iba a amargarme este momento.—Mis amigas me esperan, así que por favor, deja de molestarme. Quiero celebrar —le dije.Ella solo asintió, pero se veía enojada.—Te ha llegado algo —me dijo, entregándome una pequeña cajita.Se la arrebaté de las manos y la abrí. Dentro había una especie de amuleto horrible.—¿Quién envió esto? Qué mal gusto tiene —dije.Fui hasta la cocina y tiré a la basura el amuleto; no me interesaba tener algo tan feo.—Por favor, revisa los regalos que me envían —le pedí.Tomé mi bolso y, sin mirar atrás, salí de mi apartamento. Estaba tan feliz que nada podía amargarme esta noche.Cuando estaba a punto de llegar al bar, el flujo de coches se volvió más lento, hasta qu
Abrí los ojos y respiré profundamente, tratando de disipar el malestar que sentía en mi pecho. La luz de la luna se filtraba por la ventana, iluminando la habitación con un resplandor pálido y sereno, pero mi mente estaba lejos de sentirse en calma. Me senté en la cama, mirando fijamente a la nada, mientras el eco de mis sueños seguía latente en mi mente.Odiaba cuando soñaba con ella. Aunque los detalles se desvanecían al despertar, siempre quedaba esa sensación pesada, y sabía sin lugar a dudas que era ella. Ese cabello rojo intenso y esos ojos verdes que me atravesaban, siempre me perturbaban, como si su presencia se resistiera a desaparecer de mi subconsciente, aun no entiendo cómo es posible que sueñe con ella, y ni siquiera recuerde su rostro.—Carajo, ¿por qué tengo que soñarte? —murmuré en voz baja, casi como un ruego, mientras me pasaba las manos por la cara, tratando de sacudirme el cansancio y la incomodidad que me envolvían—. Tú ya estás muerta. —Era una afirmación que rep
Pataleé en aquella espesa sustancia en la que estaba sumergida. Abrí la boca para gritar, pero ese líquido inundó mi garganta, obligándome a tragarlo. Con esfuerzo, logré salir a flote. Estaba dentro de un pequeño pozo. Exhausta, salí gateando, y mi estómago comenzó a retorcerse. Vomité hasta vaciarlo por completo.Miré a mi alrededor. Me encontraba en una especie de cueva, iluminada apenas por algunas antorchas. Había visto demasiadas películas de terror como para no reconocer lo que era: la guarida de un asesino en serie. Pero lo peor no era eso... lo peor era que yo sería la siguiente.Me puse de pie, pero al intentar dar un paso, resbalé, golpeándome con fuerza. Chillé por el dolor y el asco que me invadió al caer sobre mi propio vómito, pero no podía detenerme en eso.Con otro esfuerzo, me levanté de nuevo. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Al tocarme, me di cuenta de que estaba desnuda. ¿Qué me habían hecho? Muchos pensamientos invadieron mi mente, pero decidí no pensar de más,