Había firmado un muy buen contrato para ser la imagen de una de las mejores marcas de maquillaje. A mi edad, conseguir algo así era demasiado bueno.
—No deberías salir hoy —me dijo Camil, mi asistente.
La miré y la ignoré por completo. Claro que saldría, tenía que celebrar este gran logro, y ella no iba a amargarme este momento.
—Mis amigas me esperan, así que por favor, deja de molestarme. Quiero celebrar —le dije.
Ella solo asintió, pero se veía enojada.
—Te ha llegado algo —me dijo, entregándome una pequeña cajita.
Se la arrebaté de las manos y la abrí. Dentro había una especie de amuleto horrible.
—¿Quién envió esto? Qué mal gusto tiene —dije.
Fui hasta la cocina y tiré a la basura el amuleto; no me interesaba tener algo tan feo.
—Por favor, revisa los regalos que me envían —le pedí.
Tomé mi bolso y, sin mirar atrás, salí de mi apartamento. Estaba tan feliz que nada podía amargarme esta noche.
Cuando estaba a punto de llegar al bar, el flujo de coches se volvió más lento, hasta que el tráfico se detuvo. Miré por la ventanilla para ver qué estaba pasando, y vi a una chica peleándose con algunos policías. Empecé a sonar el claxon; ya iba tarde y estaba un poco desesperada.
De repente, un toque en la ventanilla me asustó. Miré y era una anciana que me observaba con una sonrisa siniestra. ¿Qué le pasaba a esta gente?
Tomé algo de dinero y bajé el vidrio de la ventanilla, entregándole un par de billetes.
—No quiero tu dinero —me dijo.
¿Qué? Entonces, ¿para qué estaba haciendo perder el tiempo? Puse los ojos en blanco e intenté subir el vidrio, pero la anciana rápidamente metió la mano dentro, tirando de mi cabello con fuerza, y luego huyó al instante. Me quedé helada. ¿Qué carajo había pasado?
Me toqué el lugar donde esa mujer me había agarrado el cabello y me quejé.
—¡La gente está loca! —dije con rabia.
El sonido de los coches me sacó de mis pensamientos, y continué mi rumbo al bar, donde me esperaban varias de mis amigas.
Dias despues.
Odiaba las sesiones de fotos al aire libre, especialmente cuando se llevaban a cabo en bosques. Los zancudos y otros insectos eran repugnantes, y me hacían sentir incómoda. Mi asistente y yo íbamos rumbo a la ubicación en su coche, ya que el mío se había descompuesto hace un par de días.
—Después de esto, quiero darme un descanso —le dije a mi asistente. Ella solo asintió con la cabeza, sin hacer comentarios.
Como modelo, todas las marcas querían tenerme como imagen de sus productos, y me encantaba. Nací para ser el centro de atención, pero eso no significaba que disfrutara de los ambientes como este.
Miré por la ventanilla y observé cómo nos alejábamos cada vez más de la ciudad. Ahora solo se veían árboles y más árboles.
—¿El lugar es muy lejos? —le pregunté, con una nota de impaciencia en mi voz.
Ella me miró y, aunque no lo dijo, pude notar lo molesta que estaba. Me encantaba molestarla.
—Solo son un par de metros. Ya todos están listos, solo faltamos nosotras —me dijo con un tono que mezclaba paciencia con frustración.
Asentí con la cabeza. Ella aparcó el coche y salió. Yo también salí y empecé a caminar con ella, adentrándonos en el bosque. Miré a mi alrededor y lo único que veía era musgo y cosas asquerosas. El ambiente era aún peor de lo que había imaginado.
—Si una rana me cae encima, te juro que no hago la sesión de fotos y me voy a casa —le dejé en claro, mientras el fastidio se reflejaba en mi rostro.
Ella sabía que no me gustaban estos lugares, lo mas logico, era que alguien hubiese ido por mi, asi me hubiera evitado todo esto. Me adelante un poco, dejando atras a Camil.
—¿Dónde están? No veo a nadie —reproché, el disgusto claramente presente en mi tono.
—Eres tan desesperante —me dijo, con disgusto.
Me di la vuelta para mirarla y me quedé paralizada al ver que sostenía un arma en sus manos, apuntándome al pecho.
—¡Baja esa cosa! ¿Acaso estás loca? —le pregunté, el nerviosismo colándose en mi voz.
El ruido de algo detrás de mí la distrajo, así que salí corriendo sin mirar atrás. Sus gritos llamándome eran aterradores, si salía con vida de esto, ella terminaría en la cárcel por intento de asesinato.
—¡Detente, Renee! —me gritó ella, pero yo, claramente no estaba dispuesta a detenerme. Sí, era tonta, pero no hasta ese punto.
Seguí corriendo, adentrándome aún más en el bosque. Necesitaba llamar a la policía. Corrí hasta que vi a lo lejos una cueva. Aunque mi instinto me decía que no entrara en ese lugar sucio y oscuro, no tenía otra opción: era entrar o morir.
Entré en la cueva y saqué el celular de mi bolso, pero, para mi mala suerte, no había señal. Escuché un ruido, y con la linterna de mi celular iluminé la penumbra. Frente a mí había una cosa monstruosa, observándome con una mirada vacía y aterradora. Abrí la boca intentando gritar, pero no salió ningún sonido. La cosa, que olía a podrido, comenzó a arrastrarse hacia mí. Con desesperación, me levanté y salí corriendo de la cueva.
Grité con todas mis fuerzas al estar afuera, pero me quedé en silencio al ver a Camil, que aún me apuntaba con su pistola. En ese momento, la m*****a pistola ya no me importaba.
—¡Un monstruo! —grité, tratando de hacerla entender la gravedad de la situación.
Ella me miró como si estuviera loca.
—Arrodíllate y pídeme perdón por todo lo que me has hecho —me dijo, con una frialdad que me sorprendió.
¡Por Dios! ¿Acaso no me había escuchado?
—Después, ahora larguémonos de aquí —le pedí con desesperación.
La expresión de Camil cambió por completo; su semblante se volvió sombrío y su piel se tornó pálida. Su boca comenzó a abrirse lentamente.
Me di la vuelta y vi que la cosa se acercaba a nosotras. Corrí hacia Camil y me puse a su lado.
—¡Disparale! —le ordené, mi voz llena de urgencia.
Ella comenzó a disparar, pero la criatura no se detenía. El monstruo corrió hacia nosotras con una furia indescriptible, agarró a Camil del cuello y lo partió con un sonido aterrador. Escuché el crujido de sus huesos mientras la criatura la lanzaba lejos.
Luego, la cosa me miró a mí. Yo retrocedí un par de pasos, intentando ganar tiempo para huir. ¿Pero de verdad podría escapar de esa cosa?
—Tengo mucho dinero, te pagaré si me dejas ir. Puedo llevarte a un buen cirujano. No porque yo haya necesitado uno, soy completamente natural, pero tengo contactos —le propuse, tratando de sobornar al monstruo con mi última carta.
La criatura gritó con fuerza, y residuos de su saliva se estrellaron en mi rostro. Quise vomitar, pero me contuve.
—¿Eso es un no? —le pregunté.
La cosa levantó su enorme brazo y me golpeó con él. Yo caí al suelo, la vista se me nubló por completo. Sentí cómo la criatura me agarraba de la pierna y empezaba a arrastrarme. Mi visión se volvió completamente negra, y el miedo y el dolor se apoderaron de mí mientras todo se desvanecía.
Abrí los ojos y respiré profundamente, tratando de disipar el malestar que sentía en mi pecho. La luz de la luna se filtraba por la ventana, iluminando la habitación con un resplandor pálido y sereno, pero mi mente estaba lejos de sentirse en calma. Me senté en la cama, mirando fijamente a la nada, mientras el eco de mis sueños seguía latente en mi mente.Odiaba cuando soñaba con ella. Aunque los detalles se desvanecían al despertar, siempre quedaba esa sensación pesada, y sabía sin lugar a dudas que era ella. Ese cabello rojo intenso y esos ojos verdes que me atravesaban, siempre me perturbaban, como si su presencia se resistiera a desaparecer de mi subconsciente, aun no entiendo cómo es posible que sueñe con ella, y ni siquiera recuerde su rostro.—Carajo, ¿por qué tengo que soñarte? —murmuré en voz baja, casi como un ruego, mientras me pasaba las manos por la cara, tratando de sacudirme el cansancio y la incomodidad que me envolvían—. Tú ya estás muerta. —Era una afirmación que rep
Pataleé en aquella espesa sustancia en la que estaba sumergida. Abrí la boca para gritar, pero ese líquido inundó mi garganta, obligándome a tragarlo. Con esfuerzo, logré salir a flote. Estaba dentro de un pequeño pozo. Exhausta, salí gateando, y mi estómago comenzó a retorcerse. Vomité hasta vaciarlo por completo.Miré a mi alrededor. Me encontraba en una especie de cueva, iluminada apenas por algunas antorchas. Había visto demasiadas películas de terror como para no reconocer lo que era: la guarida de un asesino en serie. Pero lo peor no era eso... lo peor era que yo sería la siguiente.Me puse de pie, pero al intentar dar un paso, resbalé, golpeándome con fuerza. Chillé por el dolor y el asco que me invadió al caer sobre mi propio vómito, pero no podía detenerme en eso.Con otro esfuerzo, me levanté de nuevo. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Al tocarme, me di cuenta de que estaba desnuda. ¿Qué me habían hecho? Muchos pensamientos invadieron mi mente, pero decidí no pensar de más,
Le di una pequeña sonrisa, pero él no me la devolvió. Simplemente me miró, aún más furioso. Con cuidado, me acerqué, creyendo que, según mi lógica, si lo hacía podría calmarlo.—te juro que había una cueva justo aquí, Sali de ella, tal vez desapareció, o que se yo, pero no estoy loca, si lo piensas un poco, tal vez es un lugar mágico que cambia de lugar —dije con una sonrisa aún más brillante, intentando romper la tensión. Pero él no parecía nada feliz con mi respuesta.—Camina, y no hagas ningún ruido —me advirtió, con la voz gélida—. No quiero tener que sacarte la lengua.Retrocedí un par de pasos, mi mirada vagando de un lado a otro, buscando una salida.—Si te atreves a huir y te alcanzo, te cortaré las piernas —su amenaza era como un golpe seco, directo, que me congeló.—No te conozco, y discúlpame, pero pareces un leñador con varios cadáveres a tus espaldas. Honestamente, no quiero ser la siguiente en tu lista, yo no puedo salir de un problema para meterme en otro —le respondí c
Entramos al recibidor de la casa. Él sostenía la cabeza mientras seguía caminando sin detenerse. Observé el lugar con curiosidad: era… vintage, pero dentro de lo que cabía, estaba bien para la época en la que me encontraba, o eso me imaginaba.—Sígueme —gritó, sin ni siquiera mirarme.Puse los ojos en blanco y corrí tras él. Caminamos un poco más hasta detenernos frente a una habitación. Abrió la puerta y entró, y yo lo seguí. Dentro había una mujer rodeada de amuletos extraños, lo que me hizo pensar en un altar de brujería. Sentí un escalofrío recorrerme la espalda.La mujer se giró hacia nosotros, y su belleza me sorprendió. Sus ojos azules eran profundos y cautivadores, pero su mirada sobre mí se sintió invasiva, como si me analizara. Luego miró al leñador, y finalmente a la cabeza que ahora estaba en sus manos. Sus ojos se agrandaron con sorpresa.—¿De dónde has sacado eso? —preguntó, acercándose al leñador.El me miro a mi de inmediato.—Madre, esta cosa la estaba persiguiendo, y
Me di un baño que necesitaba con urgencia. Lo más destacado, y lo que más felicidad me dio, fue el jabón. Para mi sorpresa, olía increíblemente bien. Ahora entiendo por qué el leñador olía tan bien. Aunque lamentablemente, lavar mi cabello con jabón seguramente lo dejaría seco y sin vida, pero al menos estaría limpio. Después de gastar varias cubetas de agua, al fin logré quitarme la peste, y mi cabello rojo volvió a tener algo de vida.Me envolví en un pedazo de tela y salí del baño. En la habitación estaba la madre del leñador, sosteniendo un vestido en las manos. Me acerqué a ella con una sonrisa.—Gracias por todo lo que está haciendo por mí, de verdad se lo agradezco muchísimo —le dije.Ella me entregó el vestido y asintió con la cabeza.—Era de mi hija. Creo que te quedará muy bien —me dijo.Miré el vestido, era precioso. Me encantaba.—En Halloween me disfracé de la reina victoria, me fascinan estos vestidos —le comenté con entusiasmo.Ella sonrió levemente y asintió de nuevo.
Corrí tras él, pero al salir del establo, todo lo que encontré fue oscuridad. De repente, estaba en aquella cueva otra vez. Miré de un lado a otro, desesperada, pero no podía encontrar una salida. Mi respiración comenzó a descontrolarse, el pánico me invadió por completo. Me agaché, haciéndome un ovillo, abrazándome, cerré los ojos con fuerza. Podía escuchar lamentos, jadeas, podía escucharlos hablar."¡Dame lo que me pertenece!", gritó una voz macabra. El sonido resonó en mi mente, helado, despiadado. Grité con todas mis fuerzas, intentando escapar del miedo que me envolvía. Pero no había salida, el terror era total, asfixiante. Abrí los ojos y miré.A lo lejos, vi una figura que se acercaba lentamente. En la oscuridad que me rodeaba, distinguí el rojo de su cabello y el verde intenso de sus ojos. Sentí un escalofrío recorrer todo mi cuerpo. Aquello que venía hacia mí era más retorcido y malvado que aquellas cosas monstruosas que me perseguían, podía sentir lo podrido y malvado de aq
Después de cenar, volví a la habitación. Me senté en la cama y, perdida, miré a la nada. Ya era de noche, y aunque me costara aceptarlo, huir de aquí sería un suicidio. Viggo tenía razón, haber terminado en este lugar fue lo mejor que me pudo pasar, al menos por ahora. A pesar de lo extraño que todo se sentía, estaba a salvo... o eso quería creer.Me quité el vestido y lo dejé a un lado, quedándome con una bata blanca. Me acosté en la cama, buscando acomodo, pero era imposible. La cama era dura, casi como dormir en el suelo. Cerré los ojos, intentando conciliar el sueño, pero cada pequeño ruido me parecía ensordecedor. Me desesperaba.Empecé a respirar lentamente, tratando de relajarme, contando hasta que el sueño finalmente comenzó a arrastrarme. Pero justo cuando estaba a punto de quedarme dormida, escuché algo... un sonido parecido a latidos. Abrí los ojos de golpe y miré a mi alrededor. La habitación estaba demasiado oscura, excepto por una luz que parpadeaba bajo la puerta. Se mo
No había pegado el ojo en toda la noche. La pierna de Renee se subió sobre mí, aplastando mi polla, y con cada pequeño movimiento que hacía, mi cuerpo reaccionaba al instante, sin darme tregua. Aún no me había corrido, porque tengo un buen autocontrol, pero si seguía así, no aguantaría mucho más. Mi mente se inundaba de una sola cosa: follarla. Quitar esa pierna que me presionaba, abrirla de par en par y exponer su coño frente a mí. Mi boca deseaba más que nada hundirse en su centro, metiendo la lengua lo más profundo posible, lamiendo cada rincón hasta sentir su sabor, hasta que quede completamente satisfecho, y ella exhausta bajo mi cuerpo.Un jadeo suave escapó de los labios de Renee. La miré, y ella abrió los ojos lentamente, sus labios curvándose en esa sonrisa que siempre me desarmaba. Esa maldita sonrisa.—Buenos días, leñador, soñé contigo —dijo con una expresión traviesa, provocativa, mientras sus ojos recorrían mi cuerpo, alimentando el fuego que ardía en mí.Aparté su piern