LA DIABOLICA TENTACION DEL ALFA
LA DIABOLICA TENTACION DEL ALFA
Por: Aragones
1

Había firmado un muy buen contrato para ser la imagen de una de las mejores marcas de maquillaje. A mi edad, conseguir algo así era demasiado bueno.

—No deberías salir hoy —me dijo Camil, mi asistente.

La miré y la ignoré por completo. Claro que saldría, tenía que celebrar este gran logro, y ella no iba a amargarme este momento.

—Mis amigas me esperan, así que por favor, deja de molestarme. Quiero celebrar —le dije.

Ella solo asintió, pero se veía enojada.

—Te ha llegado algo —me dijo, entregándome una pequeña cajita.

Se la arrebaté de las manos y la abrí. Dentro había una especie de amuleto horrible.

—¿Quién envió esto? Qué mal gusto tiene —dije.

Fui hasta la cocina y tiré a la basura el amuleto; no me interesaba tener algo tan feo.

—Por favor, revisa los regalos que me envían —le pedí.

Tomé mi bolso y, sin mirar atrás, salí de mi apartamento. Estaba tan feliz que nada podía amargarme esta noche.

Cuando estaba a punto de llegar al bar, el flujo de coches se volvió más lento, hasta que el tráfico se detuvo. Miré por la ventanilla para ver qué estaba pasando, y vi a una chica peleándose con algunos policías. Empecé a sonar el claxon; ya iba tarde y estaba un poco desesperada.

De repente, un toque en la ventanilla me asustó. Miré y era una anciana que me observaba con una sonrisa siniestra. ¿Qué le pasaba a esta gente?

Tomé algo de dinero y bajé el vidrio de la ventanilla, entregándole un par de billetes.

—No quiero tu dinero —me dijo.

¿Qué? Entonces, ¿para qué estaba haciendo perder el tiempo? Puse los ojos en blanco e intenté subir el vidrio, pero la anciana rápidamente metió la mano dentro, tirando de mi cabello con fuerza, y luego huyó al instante. Me quedé helada. ¿Qué carajo había pasado?

Me toqué el lugar donde esa mujer me había agarrado el cabello y me quejé.

—¡La gente está loca! —dije con rabia.

El sonido de los coches me sacó de mis pensamientos, y continué mi rumbo al bar, donde me esperaban varias de mis amigas.

Dias despues.

Odiaba las sesiones de fotos al aire libre, especialmente cuando se llevaban a cabo en bosques. Los zancudos y otros insectos eran repugnantes, y me hacían sentir incómoda. Mi asistente y yo íbamos rumbo a la ubicación en su coche, ya que el mío se había descompuesto hace un par de días.

—Después de esto, quiero darme un descanso —le dije a mi asistente. Ella solo asintió con la cabeza, sin hacer comentarios.

Como modelo, todas las marcas querían tenerme como imagen de sus productos, y me encantaba. Nací para ser el centro de atención, pero eso no significaba que disfrutara de los ambientes como este.

Miré por la ventanilla y observé cómo nos alejábamos cada vez más de la ciudad. Ahora solo se veían árboles y más árboles.

—¿El lugar es muy lejos? —le pregunté, con una nota de impaciencia en mi voz.

Ella me miró y, aunque no lo dijo, pude notar lo molesta que estaba. Me encantaba molestarla.

—Solo son un par de metros. Ya todos están listos, solo faltamos nosotras —me dijo con un tono que mezclaba paciencia con frustración.

Asentí con la cabeza. Ella aparcó el coche y salió. Yo también salí y empecé a caminar con ella, adentrándonos en el bosque. Miré a mi alrededor y lo único que veía era musgo y cosas asquerosas. El ambiente era aún peor de lo que había imaginado.

—Si una rana me cae encima, te juro que no hago la sesión de fotos y me voy a casa —le dejé en claro, mientras el fastidio se reflejaba en mi rostro.

Ella sabía que no me gustaban estos lugares, lo mas logico, era que alguien hubiese ido por mi, asi me hubiera evitado todo esto. Me adelante un poco, dejando atras a Camil.

—¿Dónde están? No veo a nadie —reproché, el disgusto claramente presente en mi tono.

—Eres tan desesperante —me dijo, con disgusto.

Me di la vuelta para mirarla y me quedé paralizada al ver que sostenía un arma en sus manos, apuntándome al pecho.

—¡Baja esa cosa! ¿Acaso estás loca? —le pregunté, el nerviosismo colándose en mi voz.

El ruido de algo detrás de mí la distrajo, así que salí corriendo sin mirar atrás. Sus gritos llamándome eran aterradores, si salía con vida de esto, ella terminaría en la cárcel por intento de asesinato.

—¡Detente, Renee! —me gritó ella, pero yo, claramente no estaba dispuesta a detenerme. Sí, era tonta, pero no hasta ese punto.

Seguí corriendo, adentrándome aún más en el bosque. Necesitaba llamar a la policía. Corrí hasta que vi a lo lejos una cueva. Aunque mi instinto me decía que no entrara en ese lugar sucio y oscuro, no tenía otra opción: era entrar o morir.

Entré en la cueva y saqué el celular de mi bolso, pero, para mi mala suerte, no había señal. Escuché un ruido, y con la linterna de mi celular iluminé la penumbra. Frente a mí había una cosa monstruosa, observándome con una mirada vacía y aterradora. Abrí la boca intentando gritar, pero no salió ningún sonido. La cosa, que olía a podrido, comenzó a arrastrarse hacia mí. Con desesperación, me levanté y salí corriendo de la cueva.

Grité con todas mis fuerzas al estar afuera, pero me quedé en silencio al ver a Camil, que aún me apuntaba con su pistola. En ese momento, la m*****a pistola ya no me importaba.

—¡Un monstruo! —grité, tratando de hacerla entender la gravedad de la situación.

Ella me miró como si estuviera loca.

—Arrodíllate y pídeme perdón por todo lo que me has hecho —me dijo, con una frialdad que me sorprendió.

¡Por Dios! ¿Acaso no me había escuchado?

—Después, ahora larguémonos de aquí —le pedí con desesperación.

La expresión de Camil cambió por completo; su semblante se volvió sombrío y su piel se tornó pálida. Su boca comenzó a abrirse lentamente.

Me di la vuelta y vi que la cosa se acercaba a nosotras. Corrí hacia Camil y me puse a su lado.

—¡Disparale! —le ordené, mi voz llena de urgencia.

Ella comenzó a disparar, pero la criatura no se detenía. El monstruo corrió hacia nosotras con una furia indescriptible, agarró a Camil del cuello y lo partió con un sonido aterrador. Escuché el crujido de sus huesos mientras la criatura la lanzaba lejos.

Luego, la cosa me miró a mí. Yo retrocedí un par de pasos, intentando ganar tiempo para huir. ¿Pero de verdad podría escapar de esa cosa?

—Tengo mucho dinero, te pagaré si me dejas ir. Puedo llevarte a un buen cirujano. No porque yo haya necesitado uno, soy completamente natural, pero tengo contactos —le propuse, tratando de sobornar al monstruo con mi última carta.

La criatura gritó con fuerza, y residuos de su saliva se estrellaron en mi rostro. Quise vomitar, pero me contuve.

—¿Eso es un no? —le pregunté.

La cosa levantó su enorme brazo y me golpeó con él. Yo caí al suelo, la vista se me nubló por completo. Sentí cómo la criatura me agarraba de la pierna y empezaba a arrastrarme. Mi visión se volvió completamente negra, y el miedo y el dolor se apoderaron de mí mientras todo se desvanecía.

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