5

Entramos al recibidor de la casa. Él sostenía la cabeza mientras seguía caminando sin detenerse. Observé el lugar con curiosidad: era… vintage, pero dentro de lo que cabía, estaba bien para la época en la que me encontraba, o eso me imaginaba.

—Sígueme —gritó, sin ni siquiera mirarme.

Puse los ojos en blanco y corrí tras él. Caminamos un poco más hasta detenernos frente a una habitación. Abrió la puerta y entró, y yo lo seguí. Dentro había una mujer rodeada de amuletos extraños, lo que me hizo pensar en un altar de brujería. Sentí un escalofrío recorrerme la espalda.

La mujer se giró hacia nosotros, y su belleza me sorprendió. Sus ojos azules eran profundos y cautivadores, pero su mirada sobre mí se sintió invasiva, como si me analizara. Luego miró al leñador, y finalmente a la cabeza que ahora estaba en sus manos. Sus ojos se agrandaron con sorpresa.

—¿De dónde has sacado eso? —preguntó, acercándose al leñador.

El me miro a mi de inmediato.

—Madre, esta cosa la estaba persiguiendo, y yo lo maté —respondió él sin rodeos.

La mujer me miró de inmediato, y se acercó a mí con una expresión que mezclaba curiosidad y seriedad.

—Tú no eres de aquí. ¿Qué haces en este tiempo? —me preguntó con voz grave.

Negué rápidamente con la cabeza. Tenía la esperanza de que esta mujer pudiera ayudarme a regresar a casa.

—No lo soy, no sé qué hago aquí. Esa cosa me secuestró —dije señalando hacia la cabeza—. Seguramente querían violarme, como lo estaban haciendo con otras mujeres —exclamé, la histeria comenzando a tomar el control.

—¿Violando? —preguntó ella, sorprendida.

—Sí, y ellas lo disfrutaban. Fue asqueroso —contesté, sintiendo una mezcla de repulsión y miedo.

Ella retrocedió un poco, pensativa, con la mirada perdida en algún punto del espacio.

—Se están reproduciendo —murmuró más para sí misma que para nosotros.

Sentí una punzada de terror. Toqué mi vientre y empecé a llorar de forma incontrolable.

—¿Y si ya me violaron y ahora estoy embarazada de una de esas cosas asquerosas? —le pregunté, asustada, casi sin poder respirar.

—yo no quiero un hijo así de feo— le dije mientras lloraba.

La sola idea de llevar en mí el hijo de una criatura así me resultaba insoportable. La mujer se acercó nuevamente, esta vez con un gesto más suave. Tomó un mechón de mi cabello, que ahora parecía negro por el líquido que lo empapaba y me miró a los ojos.

—Dudo mucho que lo hayan hecho, así que no te preocupes —me dijo con una leve sonrisa, aunque no logró tranquilizarme.

—Te llevaré a una habitación donde podrás ducharte y ponerte algo de ropa limpia —añadió amablemente.

Miré al leñador, que seguía con la misma expresión impasible de siempre. Cómo odiaba esa frialdad.

—Gracias —respondí, aunque mi voz apenas salió en un susurro.

La mujer soltó el mechón de mi cabello y se alejó, dirigiéndose hacia su hijo. Le quitó la cabeza de las manos y la colocó sobre una mesa. Sin advertencia alguna, metió sus dedos dentro de la cuenca de los ojos de esa cosa, yo aparte la vista ya que un líquido asqueroso salía de ellos. ¿Cómo pudo hacer eso? ¡Que asco! Pero la curiosidad me gano y volvi a mirar. Ella cerro los ojos por un momento, y cuando los abrió me miro a mi, su expresión seria.

—¿estas segura que no sabes por que estas aqui?— me pregunto.

Yo negué de inmediato con la cabeza. Si lo supiera, ya lo habría dicho.

—Solo quiero regresar al lugar de donde vine. No tengo nada que ver con esa cosa —dije apresuradamente, sintiendo que debía explicarme—. Yo solo quería ir a mi sesión de fotos, no acabar en este sitio —añadí, las lágrimas desbordándose otra vez en medio de mi desesperación.

La mujer me observó durante un instante que pareció eterno, antes de que finalmente dijera:

—Tranquila, te ayudaré a volver— me dijo con una dulce sonrisa.

Asentí con la cabeza, sorbiendo mi nariz mientras intentaba calmarme. Ojalá fuera verdad. No quería estar ni un minuto más en este lugar. Me hacía sentir intranquila, aterrada.

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Después de dejarla en la habitación, mi madre me pidió que la siguiera a la suya. Por la expresión en su rostro, sabía que lo que me iba a decir era grave. Mientras caminábamos, no podía dejar de pensar en ella, en cómo me fascinaba su olor, su forma de hablar; me encantaba todo de ella. Ahora entendía por qué aquellos que encontraban a su compañera no podían dejar de idolatrarlas. Simplemente eran perfectas a nuestros ojos, como un sueño del que no quería despertar.

Sonreí un poco; jamás pensé en encontrar a mi compañera, y menos de esta manera. La verdad, pensaba en quedarme solo para toda la vida, después de lo que mis padres hicieron. Era lo mínimo que podía hacer. Pero llegó ella, y con su luz, me salvó de mi propia oscuridad.

Miré a mi madre, deseoso por contarle la gran noticia, pero su semblante era oscuro. Una sensación de intranquilidad recorría todo mi cuerpo. Sabía que algo estaba mal con ella.

Al llegar a la habitación de mi madre, ella me pidió que entrara primero. Todo esto se estaba volviendo muy extraño.

—Gytha ha vuelto, y esas cosas también. Tenemos que estar alertas —me dijo con voz de preocupación.

Sentí un leve temblor en mi mano. Pensar en ella era algo que evitaba siempre que podía.

—¿Estás segura? —le pregunté un poco titubeante.

—Sí, esas cosas desaparecieron con ella, y ahora están aquí. Tú tienes que ayudarme a encontrarlas y destruirlas por completo —me dijo.

Pensar en que no iba a poder disfrutar de mi luna por culpa de esa bruja me ponía de mal humor, pero sabía que tenía una deuda que saldar con todas aquellas personas que mis padres dañaron. Así que, por última vez, iba a dejar de lado mi felicidad, solo hasta que todo esto termine.

—Según la chica, había una cueva. Pero cuando fuimos a buscarla, había desaparecido —le conté, esperando que me diera alguna pista que iluminaría mi confusión.

Mi madre asintió lentamente, sus ojos reflejaban que sabía mucho más de lo que estaba dispuesta a compartir.

—La chica no puede irse aún. No hasta que encontremos dónde se esconden esas criaturas y las destruyamos —dijo con firmeza.

No entendía nada. ¿Qué relación tenía esa chica con todo esto?

—¿Acaso la quieren a ella? —pregunté, tratando de darle sentido a la situación, a la maraña de emociones que se enredaban en mi pecho.

Mi madre me miró fijamente antes de asentir.

—Sí, la chica es peligrosa. Tenemos que vigilarla, o todo se irá al barranco —me dijo.

—Pero... ella no parece malvada —le dije, casi suplicante, buscando una explicación diferente que me liberara de este tormento.

—Ella es importante. Y sí, tal vez no se vea peligrosa, pero lo es, aunque ella aún no lo sepa —me dijo, su mirada profunda y seria.

Yo no estaba entendiendo nada.

—Estaba aterrada cuando la encontré. Tal vez le ha pasado lo mismo que a ti —le dije, recordando las historias que me había contado mi padre sobre cómo había llegado.

Pero la expresión en el rostro de mi madre me dijo que no era igual a lo que le había pasado a ella.

—Viggo, ella es Gytha, solo esta dormida, en cuanto terminen con el ritual, ella regresara y esa chica aterrada quedara atrás, tenemos una ventaja, y necesitamos aprovecharla —me dijo.

Tragué en seco, no sabía cómo procesar lo que me estaba diciendo. Ella no podía ser esa malvada mujer, la que me atormentaba todas las noches en mis sueños. Me negaba a creer tal cosa.

—Eso no tiene sentido, madre —le dije, buscando desesperadamente una salida en la oscuridad.

—De alguna manera, Gytha ha encontrado la forma de volver, utilizando el cuerpo de esa chica para regresar a la vida. Aunque no estoy segura del todo, sé que aún no se ha corrompido, pero sé que en algún momento pasará, así que la necesitamos cerca. Si la mantenemos aquí, ellos vendrán a buscarla. Y cuando acabemos con ellos, también acabaremos con ella. Quiero que la vigiles. Confío en ti —dijo mi madre.

Sus palabras resonaban en mi cabeza, clavándose como puñales en mi carne. Un nudo se formaba en mi garganta, y mis pensamientos giraban en círculos. ¿Acabar con ella? Ella era mi luna, mi otra mitad. Y, sin embargo, también era la asesina de mi madre, la responsable de la guerra, de las muertes... y, aún peor, lo más probable es que terminara haciéndonos más daño a todos.

—¿ella se puede salvar? —le pregunte. necesitaba, aunque sea una esperanza, ella no podía ser mi luna, no siendo lo que se supone que será.

—no, su ser completo le pertenece a Gytha, imagina que ella esta en un sueño, y cuando despierte, será esa horrible y despreciable mujer— me contesto mi madre.

Asentí, yo estaba aquí, para cuidar de mis padres y hermanos, asi que una vez mas lucharía hasta la muerte para protegerlos, incluso si eso significaba matarme por dentro.

—la vigilare— le asegure.

Una parte de mí me suplicaba ir a la habitación donde se encontraba, apretar su cuello, sentir cómo rogaba por su vida, hacerle pagar por cada muerte, por cada lágrima. La odiaba, un odio que me quemaba por dentro, que me hacía desear su sufrimiento... pero al mismo tiempo, el vínculo que compartíamos tiraba de mí con fuerza, recordándome que no podía ignorarlo.

¿Cómo se puede odiar a alguien y al mismo tiempo necesitarla? Me consumía el dilema de querer hacerla pagar por todo y, a la vez, no poder apartarla de mí. Era como una tortura.

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