Días después.
Después de lo que pasó, ella me ignoró por completo, como si yo no existiera. Pasaba junto a mí sin detenerse, y al principio no me molestó, pero ahora hervía de rabia. Más aún al verla junto a mi hermano, que le sonreía todo el tiempo. No sé si era la indiferencia lo que me volvía loco, o el hecho de que pudiera estar disfrutando de la compañía de otro. Mi hermano, para colmo.
Hoy, algunos líderes habían llegado. Mi padre había enviado mensajes sobre lo ocurrido, claro, omitiendo lo de ella, aunque en algún momento la verdad tendría que revelarse. No había forma de escapar de ese destino, tarde o temprano, todo saldría a la luz.
Me masajeé el cuello. Llevaba varios días sin dormir bien y me sentía agotado.
—¿Estás bien? —preguntó mi padre con una expresión de preocupación.
—Sí, solo estoy un poco cansado —intenté sonar convincente.
Él asintió, pero su preocupación seguía allí, y eso me incomodaba. Yo había jurado no darle problemas, había decidido ser perfecto en todo lo que hacía para no darle una sola razón para dudar de mí. Se lo debía, después de lo que mis verdaderos padres hicieron. Este hombre me había acogido y cuidado como si fuera su propio hijo.
—Sé lo que sientes, pero te aseguro que ella no te hará daño otra vez —me dijo con total confianza.
Si supiera que eso no era lo que realmente me preocupaba... Mi preocupación iba mucho más allá de lo que él podía imaginar.
—Ella... no me preocupa, esa chica es un peligro para sí misma. Habla demasiado y actúa sin pensar —le respondí, sin darme cuenta de lo que estaba diciendo.
Mi padre levantó una ceja, mirándome con más atención de la que podía soportar. Aparté la mirada, incómodo.
—¿Tienes algo que decirme? —preguntó con un tono calmo, pero inquisitivo.
Negué con la cabeza. Si se enteraba de que ella era mi luna, todo cambiaría. Yo no quería complicar las cosas por mi culpa.
—No, padre. Solo que… ella es muy imprudente —dije, sintiendo cómo me hundía más con cada palabra.
—Viggo, te conozco. Sé que te preocupa lo que pueda pasar, pero esta vez estamos en ventaja. La chica, como dices, es imprudente, pero maleable. Así que no pienses de más, ella no hará nada contra nosotros —me dijo con mucha seguridad. ¿Pero realmente estábamos en ventaja al tenerla aquí?
Asentí lentamente, poco convencido por sus palabras.
—Es solo que… me siento mal estando cerca de ella. Después de lo que hizo, no sé cómo actuar con normalidad cuando está alrededor. Siento que en cualquier momento no dudaré y le partiré el cuello —le dije. Y era verdad, quería lanzarme sobre ella y hacer muchas cosas con su cuerpo, entre ellas asesinarla.
—Piensa que ella no es Gytha, y podrás soportarlo —dijo mi padre con voz firme.
—Tal vez está actuando, y quiere manipularnos para que pensemos que estamos en ventaja —le respondí.
—No pienses demasiado, te necesito con la cabeza fría, esto es importante —me pidió.
—Espero que todo vuelva a la normalidad pronto —dije, sintiendo la sinceridad en mis palabras.
Renee, poco a poco, se me estaba clavando en la piel. Era como una enfermedad que me invadía lentamente, y eso me molestaba. Y como si la hubieran invocado, Renee entró en la habitación. Me miró con esos ojos llenos de desesperación y corrió hacia mí. Todos los presentes la miraron, algunos de los más viejos con una fijación incómoda, como si la reconocieran.
—¿Qué carajo haces aquí? —le pregunté mientras la agarraba del brazo y la acercaba a mí.
Ella me miró a los ojos, y pude ver las lágrimas que contenía. Algo dentro de mí se encendió. La ira brotó desde lo más profundo. Si alguien le había hecho daño, lo pagaría con sangre. Nadie tenía derecho a tocarla. Ella era mía, y solo yo tenía derecho a dañarla.
Ella lloriqueó un poco, haciendo un puchero. Miró a mi padre y después volvió a mirarme a mí.
—¿Qué pasó? —le pregunté, manteniendo la calma.
Ella parpadeó un par de veces, sorbiéndose la nariz antes de responder.
—Me caí, y cuando estaba en el suelo, en ese horrible suelo, pensé en mis padres, y en que quiero volver —dijo, y me dio un golpe en el pecho.
—Tú me engañaste, me dijiste que me ayudarían, ¡y aún estoy aquí! —me gritó.
Miré a mi alrededor. Los hombres allí me observaban con curiosidad.
—Estamos en una reunión importante. Deberías esperar afuera —dijo mi padre con calma, pero con autoridad.
Ella, ignorando por completo el tono, miró a su alrededor y comenzó a saludar a los hombres presentes, como si los conociera de toda la vida. Era como si no entendiera la gravedad del momento, o peor, como si no le importara.
—¿No quieren que los acompañe? Estoy aburrida —nos pidió.
Mi paciencia, ya colgando de un hilo, estaba a punto de romperse. La agarré del brazo y la saqué del lugar con firmeza. Ella me miró con el ceño fruncido, como si yo fuera el que estaba haciendo algo mal.
—Ve a molestar a alguien más —le dije, claramente irritado.
En ese momento, vi a mi hermana Helene pasar por el pasillo y la llamé. Helene se acercó con una sonrisa tranquila.
—Llévatela de aquí. Enséñale a hacer algo útil —le dije, intentando mantener la calma.
Le entregué el brazo de Renee a Helene y volví a entrar en la habitación. Mi padre me miraba intensamente. Bajé la cabeza, sabiendo que no había manejado la situación de la mejor manera, pero ya no había vuelta atrás.
Helene no dejaba de mirarme mientras sonreía, claramente divirtiéndose con alguna loca idea sobre lo que pasaba entre su pesado hermano y yo, pero la realidad era que no pasaba nada, el me evitaba como la peste, y eso, me molestaba, sabía que le gustaba.—No me gusta tu hermano Viggo. De hecho, me parece más lindo tu otro hermano —le dejé claro, intentando desviar cualquier malentendido.Su sonrisa se amplió aún más. Era obvio que no me creía. ¿A quién quería engañar? Se me notaba a leguas cuánto me gustaba Viggo. Él era un dios andante: cuerpo de modelo de ropa interior y rostro de hombre que sabes que te partirá el corazón. Pero no me importaba. Que me partiera todo lo que quisiera y yo sería feliz.—¿Estás segura? Lo miras mucho, y no es por ser chismosa, pero hace dias te vi entrar a su habitación y no volviste a salir —me dijo.Me quedé helada, intentando mirar a otro lado, pero sentía su mirada fija en mi nuca, quemándome.—No hicimos nada, solo quería algo de compañía para dorm
Llevé a Renee a mi habitación y la senté en la cama. La miré por un muy largo tiempo, tenía muchas preguntas. Verla caminar hacia esa cosa me estaba volviendo loco.—¿Puedes dejar de mirarme? —me preguntó mientras lloraba.—¿Qué carajo estabas pensando? —le grité.Ella abrió los ojos como platos y lloró mucho más.—Perdón —me dijo.¿Perdón? ¿De verdad cree que con pedirme perdón iba a cambiar algo? Agarré su brazo con fuerza, levantandola. ella lloró aún más, golpeando mi brazo para que la soltara.—¡Me haces daño! —me gritó con desesperación.La lancé a la cama y la miré con odio. Muy en el fondo sabía que ella estaba actuando, que todo esto lo hacía para manipularme, como una vez lo hizo con mi padre.—Habla, o voy a matarte —le advertí.Nunca me había sentido tan furioso en mi vida, pero ella sacaba lo peor de mí. Renee se levantó de la cama y me enfrentó, ahora furiosa.—¡Mátame entonces! —me gritó.Levanté la mano para golpearla, pero me detuve. Ella me miraba con tanto terror qu
Entré a la casa agitada, con el corazón latiendo con fuerza y las manos temblando. Lo que acababa de pasar era una completa locura. ¿Cómo demonios había revivido a ese animal? Me mordisqueé la uña mientras caminaba hacia mi habitación, tratando de calmar todos los pensamientos y preguntas que me atormentaban. Al llegar a la puerta, ahí estaba Viggo, con esa expresión sombría que lo acompañaba siempre.Puse los ojos en blanco y lo miré mal. Lo empujé a un lado sin decir nada, abriendo la puerta y entrando, intentando ignorar su presencia.—¿Dónde estabas? —preguntó desde detrás de mí, su voz dura y molesta. Me giré de inmediato, lo enfrenté, y no me sorprendió ver el enfado en su rostro. Siempre estaba enojado.—Estaba follando con tu hermano —le solté sin pensarlo, esperando ver algo más que su eterna ira.Su reacción fue inmediata. Empezó a caminar hacia mí con una intensidad que me hizo retroceder hasta que mi espalda se estrelló contra la pared. Me quedé sin escape, atrapada entre
La mano de Viggo se cerró en mi muñeca y empezó a arrastrarme con él. Yo aún estaba en shock, pero no pude evitar echarle un vistazo a sus muy lindas y bien formadas nalgas. ¡Por todos los dioses! Sacudí la cabeza, reprendiéndome, ni en momentos como estos podía dejar mi calentura a un lado. ¿Qué me estaba pasando? ¿Acaso estaba perdiendo la poca cordura que me quedaba?Viggo me metió a una habitación y me miró de arriba a abajo, sus ojos clavándose en mí con una intensidad que me hizo tragar saliva.—Quítate el vestido —me pidió con una seriedad que me dejó en blanco.Abrí la boca, lista para decir algo, pero la cerré de inmediato. ¿De verdad quería hacerlo aquí? ¡Ahora! Mi cerebro explotaba en confusión, y antes de que pudiera procesarlo, él me lanzó una mirada fulminante. Se giró rápidamente y empezó a revolver entre sus cosas. Cuando se volvió hacia mí, me lanzó un conjunto de ropa que aterrizó sobre mi cara.—Necesito que corras, y con ese vestido no llegarás ni a la puerta —dijo
Cuando salimos, lo que vi fue un caos total. Cientos de esas cosas estaban esparcidas por todas partes, y los cuerpos de hombres y mujeres yacían inmóviles, esparcidos como muñecos rotos. Sentí que el estómago se me revolvía, y sin darme cuenta, apreté el brazo de Viggo como si eso pudiera protegerme de todo.—Si esto es un sueño, por favor, despiértame —le supliqué, casi en un susurro.—No lo es —me contestó Viggo, con una calma que me hizo preguntarme si estaba más loco que yo o simplemente ya había perdido el miedo a todo.El padre de Viggo, Eirik, se acercó a nosotros con esa seriedad abrumadora que parecía ser un rasgo familiar. Me lanzó una mirada rápida, luego centró su atención en su hijo, agarrándolo del brazo y escaneándolo con los ojos, como si pudiera ver más allá de la carne.—¿Qué pasó? —preguntó, señalando la herida en el abdomen de Viggo.—Me distraje, pero estoy bien —le mintió Viggo con una cara tan tranquila que casi me lo creí yo también.Eirik me lanzó una mirada
Viggo se acercó a nosotros, el tipo me soltó y se alejó como si tocarme le quemara. miré con desprecio a Viggo, algo no cuadraba. No era normal que me tratara de esa forma. ¿Y si era verdad lo que Kieran me había dicho? ¿Y por eso e estaba tratando así? Todo era tan ridículo.—No me quedaré con ustedes. ¡Tengo miedo de esas cosas! No puedes obligarme —dije, cruzando los brazos y mirándolo con la barbilla levantada, estaba dispuesta a luchar por mis derechos.—Vendrás con nosotros. No te quiero cerca de mi madre y mi hermana. No te quiero cerca de las personas que amo —me soltó, frío como un iceberg.Tragué en seco. Si había hecho algo malo, lo más sensato era que me lo dijera, pero en lugar de eso, me trataba como basura todo el tiempo.—¿Qué hice para que me odies así? —le pregunté, ya sin filtros—. ¡Perdón por aparecer en tu vida ese día! Perdón si te hice daño, ¡perdón por lo que sea que hice! Pero no puedes condenarme a una muerte segura.Me miró de arriba abajo como si fuera un o
Fui arrastrada junto a Viggo, que se veía en un estado terrible, con horribles heridas por todo su cuerpo, mientras la sangre seguía fluyendo sin parar. Eirik me colocó grilletes en las muñecas y el cuello, tratándome como si fuera un animal peligroso del cual debían protegerse. Me sentía completamente indefensa, como si todo el control sobre mi vida se hubiera esfumado.—Lo siento— lloriqueé.Yo no sabía que podía hacer tales cosas, y menos que podía controlar a esas criaturas.—¡Deja de hablar!— gruñó Viggo, viéndose tan mal.Quería acercarme a él y ayudarlo, pero tenía el presentimiento de que, si lo hacía, él me mataría.—De verdad lo siento, yo ni siquiera sé cómo pasó todo esto— le dije, tratando de calmar la situación.—¡Que te calles!— me gritó.—¡No me grites! Todo es tu culpa— lo acusé.Él intentó levantarse, pero su padre lo evitó.—Esto es importante, no deberían pelear como perros y gatos— nos regañó.Yo no quería pelear con él, solo quería salir de este lugar y volver a
Saque el pedazo de tela de mi boca y lo tiré a un lado de la cama. Viggo, sentado en una silla frente a mí, me observaba con esa seriedad gélida que siempre lo acompañaba. Su mirada parecía atravesarme.Me recosté con dificultad y un dolor punzante recorrió mi espalda. Me quejé, tratando de acomodarme, pero el ardor no me dejaba en paz.—Cállate —gruñó Viggo.Puse los ojos en blanco, conteniendo las ganas de gritarle.—Me duele. Eres un idiota por no tener ni una pizca de compasión —murmuré, intentando mantener la calma.Él se levantó de la silla de golpe. Mi corazón se aceleró, y de inmediato comencé a arrastrarme sobre la cama, queriendo poner distancia entre nosotros.—¿Dónde te duele? —preguntó, sin rastro de emoción en su voz.—En la espalda baja —respondí, incapaz de apartar la mirada de su expresión.Sin ningún tipo de delicadeza, me dio la vuelta, colocándome en una posición incómoda. Sentí cómo levantaba mi camisa, y su toque frío recorrió mi piel en el punto exacto donde dol