Fui arrastrada junto a Viggo, que se veía en un estado terrible, con horribles heridas por todo su cuerpo, mientras la sangre seguía fluyendo sin parar. Eirik me colocó grilletes en las muñecas y el cuello, tratándome como si fuera un animal peligroso del cual debían protegerse. Me sentía completamente indefensa, como si todo el control sobre mi vida se hubiera esfumado.—Lo siento— lloriqueé.Yo no sabía que podía hacer tales cosas, y menos que podía controlar a esas criaturas.—¡Deja de hablar!— gruñó Viggo, viéndose tan mal.Quería acercarme a él y ayudarlo, pero tenía el presentimiento de que, si lo hacía, él me mataría.—De verdad lo siento, yo ni siquiera sé cómo pasó todo esto— le dije, tratando de calmar la situación.—¡Que te calles!— me gritó.—¡No me grites! Todo es tu culpa— lo acusé.Él intentó levantarse, pero su padre lo evitó.—Esto es importante, no deberían pelear como perros y gatos— nos regañó.Yo no quería pelear con él, solo quería salir de este lugar y volver a
Saque el pedazo de tela de mi boca y lo tiré a un lado de la cama. Viggo, sentado en una silla frente a mí, me observaba con esa seriedad gélida que siempre lo acompañaba. Su mirada parecía atravesarme.Me recosté con dificultad y un dolor punzante recorrió mi espalda. Me quejé, tratando de acomodarme, pero el ardor no me dejaba en paz.—Cállate —gruñó Viggo.Puse los ojos en blanco, conteniendo las ganas de gritarle.—Me duele. Eres un idiota por no tener ni una pizca de compasión —murmuré, intentando mantener la calma.Él se levantó de la silla de golpe. Mi corazón se aceleró, y de inmediato comencé a arrastrarme sobre la cama, queriendo poner distancia entre nosotros.—¿Dónde te duele? —preguntó, sin rastro de emoción en su voz.—En la espalda baja —respondí, incapaz de apartar la mirada de su expresión.Sin ningún tipo de delicadeza, me dio la vuelta, colocándome en una posición incómoda. Sentí cómo levantaba mi camisa, y su toque frío recorrió mi piel en el punto exacto donde dol
Viggo se apartó de mí lentamente, como queriendo no despertarme. Me tapó con cuidado y se sentó en la silla frente a mí, mirándome. Lo observe por unos minutos, y el no aparto la mirada de mí, hasta tal punto de hacerme sentir incomoda.—¿Te quedarás ahí toda la noche? —le pregunté, sin dejar de observarlo.—Duerme, saldremos con los primeros rayos del sol —me dijo, su voz tan baja que casi se perdió en el silencio de la habitación.Me senté en la cama, molesta por su indiferencia.—¿A dónde vamos? ¿Y no crees que amarrarme así es exagerado? —le pregunté, esperando que al menos me diera una respuesta decente.—Duérmete —volvió a decirme, con ese tono firme que me irritaba.—Merezco saber a dónde vamos, y qué es lo que harán conmigo —insistí, mi paciencia desvaneciéndose. Ya me estaba molestando. Si todo esto me involucraba a mí, lo más lógico era que me lo dijeran.Viggo suspiró, como si mis palabras fueses molestas.—No lo sé, padre es quien nos guiará, pero lo más probable es que ir
Viggo se acercó a mí, su presencia imponente haciéndome sentir pequeña, vulnerable. Agarró mis manos atadas y me atrajo hacia su cuerpo. La sensación de su piel contra la mía me revolvió el estómago, y no dudé en intentar alejarme. Si él creía que no iba a luchar, estaba muy equivocado.—¡Suéltame, asesino! —le grité con todo el odio que sentía acumulado.Viggo me miró por un instante, confundido, pero luego sus labios se curvaron en una sonrisa. Una sonrisa que, si alguna vez había deseado ver, ahora me arrepentía profundamente. Esa sonrisa no era cálida ni tranquilizadora. No, era oscura, peligrosa, como si disfrutara de mi desesperación.—Ya es hora de partir —me dijo, aun sonriendo.Tiré de mis manos con fuerza, liberándome de su agarre. Mi corazón martillaba en mi pecho, y antes de que pudiera pensar en las consecuencias, me eché a correr. No miré hacia ningún lado, solo me concentré en una cosa: alejarme lo más rápido posible de ese maldito lugar, de él. Sentía la adrenalina quem
Viggo abrió los ojos lentamente, pero su mirada estaba vacía, perdida, como si su mente no estuviera presente. Mi corazón se hundió en el pecho. ¿Qué más podía pasarme en este lugar maldito? Mi suerte, que ya era pésima, parecía empeorar con cada segundo que pasaba.—¿Te sientes bien? —le pregunté, intentando mantener la calma, aunque por dentro me estaba desmoronando.Viggo frunció el ceño, sus ojos mostraban dolor, y sin previo aviso, vomitó sangre. Un frío aterrador recorrió mi espalda.—¿Dónde te duele? —pregunté, tratando de mantenerme firme.Pero antes de que pudiera responder, sus ojos se fueron hacia atrás y empezó a convulsionar violentamente. Entré en pánico. Lo agarré por los hombros, tratando de contener su cuerpo que se movía sin control. Lo apreté con todas mis fuerzas, desesperada. Estaba agotada, cansada de todo esto, y en ese momento sentí que ya no tenía más energía para luchar. Las lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas, y me dejé caer a su lado, agotada y der
La noche llegó y, como una desgracia, la lluvia caía sobre mí como una maldición más, empapándome hasta los huesos mientras el frío se colaba por cada rincón de mi cuerpo. Sentía un dolor punzante en mi tobillo y estaba completamente agotada, pero Viggo, a mi lado, desnudo y aparentemente imperturbable, parecía inmune a todo lo que me estaba consumiendo.Empuñé la mano y le di un puñetazo en el brazo. Él volteó a verme, mirándome mal.—Vuelve a pegarme y te corto la mano —me amenazó.Puse los ojos en blanco y volví a golpearlo; ya no me importaba lo que pasara. Nada podía ser peor, mi vida ya era suficientemente mala.—No es justo que yo esté pasando por todo esto, y tú estés como si nada —me quejé y le di otro golpe.Cada músculo en mi cuerpo estaba adolorido, y mi tobillo latía de dolor. Solo quería descansar, dormir por horas o tal vez un día entero, y comer algo decente, como una hamburguesa o una pizza. Mis entrañas sonaron con solo pensar en comida.De repente, unos ruidos reson
Los rayos del sol que se filtraban en la cueva me hicieron abrir los ojos lentamente. Lo primero que vi fue a Renee, todavía dormida entre mis brazos. Con suavidad, la bajé al suelo, me quité la camisa ya seca y la envolví para usarla como almohada bajo su cabeza, buscando no perturbar su descanso.Observé su cuerpo sobre la ropa y vi el tobillo hinchado y cubierto de un enorme moretón. Con cautela, subí un poco su blusa para inspeccionar su abdomen, y mi corazón se encogió al ver la cantidad de moretones que marcaban su piel pálida. Renee se movió un poco, acomodándose, como si su cuerpo buscara aliviar el dolor de alguna forma. Era evidente que estaba exhausta, y cada marca en su cuerpo me recordaba la intensidad de todo lo que había soportado.Me levanté y salí de la cueva para inspeccionar los alrededores. El silencio reinaba, y el bosque parecía tranquilo, sin señales de amenaza. A pesar de la calma aparente, no me atrevía a alejarme demasiado. No podía dejarla sola.Me pasé las
Caminábamos en silencio, sin rumbo fijo, y con cada paso sentía cómo el dolor en mi tobillo se intensificaba. El hambre también me atacaba con fuerza, al punto que mis piernas apenas respondían. El dolor de cabeza y los mareos no hacían más que empeorar la situación.—Cerca hay un pueblo, tal vez podamos descansar un poco —dijo Viggo, pero lo ignoré nuevamente. No quería escucharle. Ya no tenía fuerzas para sostener esperanzas ni ilusiones. Morir parecía una opción mucho más fácil que esta incertidumbre que me consumía.—¿Puedes mirarme? —me pidió con un tono más suave.Me detuve, respiré hondo y me di vuelta, mirándolo directamente.—Ya te miré, ¿ahora podemos seguir? —le respondí, frustrada.—No debí hablarte de esa manera, me disculpo —dijo, pero sus palabras no significaban nada. No arreglaban el caos que había entre nosotros, todo lo contrario.Seguí caminando, ignorando su intento de disculpa.—Me gustas mucho, Viggo, así que te pido que me ignores, que no me trates bien. Mi cora