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Los rayos del sol que se filtraban en la cueva me hicieron abrir los ojos lentamente. Lo primero que vi fue a Renee, todavía dormida entre mis brazos. Con suavidad, la bajé al suelo, me quité la camisa ya seca y la envolví para usarla como almohada bajo su cabeza, buscando no perturbar su descanso.

Observé su cuerpo sobre la ropa y vi el tobillo hinchado y cubierto de un enorme moretón. Con cautela, subí un poco su blusa para inspeccionar su abdomen, y mi corazón se encogió al ver la cantidad de moretones que marcaban su piel pálida. Renee se movió un poco, acomodándose, como si su cuerpo buscara aliviar el dolor de alguna forma. Era evidente que estaba exhausta, y cada marca en su cuerpo me recordaba la intensidad de todo lo que había soportado.

Me levanté y salí de la cueva para inspeccionar los alrededores. El silencio reinaba, y el bosque parecía tranquilo, sin señales de amenaza. A pesar de la calma aparente, no me atrevía a alejarme demasiado. No podía dejarla sola.

Me pasé las
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