Renne Brooks es caprichosa, la típica chica que siempre consigue lo que quiere. Pero su vida cambiará cuando se enfrente a problemas que no sabrá cómo manejar, como haber regresado cientos de años al pasado. Ahora, no solo deberá luchar para volver al presente, sino también contra fuerzas oscuras que la desean y que fueron las causantes de que terminara en ese lugar. Viggo Eirikson es un soldado nato y cruel, que no le teme a nada, hasta que Renne aparece en su vida. Ella le hará comprender que hay algo más allá de la guerra, y encontrará en su amor la salida que tanto necesitaba.
Leer másObservé a Viggo retorcerse mientras mi sangre hacía su efecto, cada espasmo arrancándole un poco más de resistencia. Acerqué mi mano a su frente, y al sentir mi toque, sus ojos me miraron, llenos de un odio que, lejos de intimidarme, me deleitaba.—Me iré —le susurré—, pero no te preocupes. Pronto estarás bien y podrás buscar a tu padre. Los esperaré a ambos.Me incorporé, y al darme vuelta, me encontré frente a frente con Kieran, rodeado por varios soldados. Todos llevaban espadas enormes, filosas, sus miradas vacías de compasión.—Átenla —ordenó Kieran con voz firme. Uno de los soldados comenzó a avanzar, pero se detuvo a mitad de camino. Sus ojos se tornaron rojos, sangrando con lentitud mientras un grito desgarrador escapaba de su garganta. Observé cómo caía al suelo, retorciéndose hasta el último aliento.Entonces volví mi atención a Kieran, que, con el rostro pálido, me miraba con terror.—Las reglas han cambiado. Y si aún quieres todo aquello que alguna vez me pediste, entonces
Regresé a la realidad, una donde la oscuridad me envolvía. Solo se oía la respiración áspera de la persona a mi lado. Me incorporé de golpe, con el corazón martilleando y los músculos tensos. Nos encontrábamos en una cueva sombría y húmeda. A mi lado, Viggo, sin camisa, con una herida enorme en su costado, la sangre brotando sin piedad.—¿Qué pasó? —pregunté, con la vista fija en esa herida grotesca.—Lobos... muchos de ellos, pero los vencí —respondió arrastrando las palabras, con una expresión de dolor.Extendí la mano para tocar su herida, para asegurarme de que no fuera mortal, pero apartó mi toque de un manotazo, y en ese gesto sentí nacer una furia enorme dentro de mi, alimentada por el rencor de años.—Maldito animal ingrato, estás vivo gracias a mí. Toda tu mísera existencia me la debes —espeté, con cada palabra impregnada de un veneno tan oscuro que sentí su sabor amargo en la lengua. Viggo giró su rostro, sus ojos entreabiertos destilaban una incredulidad que no podía disimu
La vista se volvió aún más borrosa hasta que la luz se apagó por completo, y de nuevo me encontré atrapada en aquel sueño, en esa habitación repleta de espejos que reflejaban mis peores miedos. Esta vez, yo yacía en el suelo, reducida a nada, mientras las criaturas en los espejos me observaban, sus ojos llenos de sombras. Me arrastré, el frío del suelo mordiendo mi piel, hasta que la vi. En un rincón oscuro, tan destrozada como yo. Sus ojos verdes, empañados por el dolor, me miraban con una súplica silenciosa. Quería ser liberada tanto como yo. Pero, ¿lo merecía?Su mano se alzó, temblorosa, llamándome. Me impulsé hacia ella, cada movimiento desgarrándome más, buscando un consuelo que sabía que no encontraría. Cuando estuve lo suficientemente cerca, la magnitud de sus heridas se volvió evidente, marcando un mapa de sufrimiento en su piel.—Mikkel... debe morir para siempre —susurró entre jadeos de agonía.Las palabras eran como enigmas en un idioma que no entendía, y el nombre resonó
Viggo se sentó a mi lado, en ese silencio que gritaba todo lo que las palabras no podían tocar. El aire entre nosotros era tan denso que dolía respirarlo, cargado de verdades no dichas y culpas que nunca dejarían de arder. Lo que había sucedido era más que un desastre; era el principio de una caída interminable.Deslicé la mirada hacia él, sus ojos vacíos enfocados en la nada, como si hubiera algo más allá que solo él pudiera ver. Apoyé mi cabeza en su hombro, buscando un consuelo que sabía que no merecía. Observé en la dirección que él miraba, un abismo que se sentía tan cercano.—Me odias ¿verdad? —murmuré, mi voz apenas un susurro que el viento podía robar. La respuesta no llegó, solo el silencio que se arrastraba, cruel y definitivo. Esbocé una sonrisa rota, una que apenas tenía fuerzas para sostenerse. No necesitaba escuchar nada; el odio era una certeza que pesaba en mi pecho. Tenía derecho a odiarme, después de todo lo que había escondido, de todo lo que había desencadenado.—¿
Me quedé allí, mirándola por mucho tiempo, debatiéndome entre irme y dejarla aquí, o acabar con su sufrimiento. Sabía que ella se había convertido en Gytha, y ese conocimiento me desgarraba por dentro. ¿Cómo había sucedido esto?Mis ojos se posaron en el libro que yacía a un lado. Lo levanté y lo observé de nuevo; ahora estaba plagado de runas, muchas de las cuales reconocía y entendía su significado.Miré el cuerpo de Renee, y vi que muchas de esas runas estaban grabadas en su piel. La rabia se apoderó de mí; me había mentido, y por su culpa, ahora era considerado un traidor.Con furia, hice trizas el libro, dejando que sus páginas destrozadas se esparcieran a mis pies. Me levanté, decidido a encontrar a mi padre por mi cuenta. Ella ya no valía la pena. Pero, al mismo tiempo, una parte de mí se inquietaba; si la dejaba aquí, tal vez todo empeoraría.Me detuve, girando para mirarla de nuevo. Me acerqué y la cargué en mis brazos, sintiendo cómo la ira me consumía. Era un completo idiot
Me levanté de un salto y corrí, buscando alejarme de Viggo. Mi estómago revoloteaba, y, sin poder contenerme más, vomité, dejando salir aquel líquido negro y viscoso que emanaban los monstruos.—¿Renee, estás bien?— preguntó Viggo, podía notar la preocupación en su voz.—¡No te acerques!— grité, la desesperación brotando de mis labios. Mis manos comenzaron a temblar, de manera descontrolada.—Déjame ayudarte— insistió, escuche como se acercaba y el miedo se apodero de mí. si él se daba cuenta de esto, yo no sabría cómo actuar, ni siquiera sabría que decirle.—¡Detente! No quiero que estés cerca de mí, déjame sola, por favor— le supliqué, sintiendo que la angustia me ahogaba.—Está bien, cuando me necesites, solo llama— respondió con un tono apagado.Escuché sus pisadas alejarse y, al asomarme por encima del hombro, vi cómo se marchaba. Con prisa, cubrí aquel líquido repugnante. Respiré hondo, me senté y traté de calmarme, pero la sensación de estar muriendo se adueñaba de mí.—Ya no q
Nos detuvimos horas después. Mis pies estaban destrozados, como si hubieran sido aplastados por un coche, y el hambre me estaba matando. Me sentía débil, al borde del abismo; estaba a punto de rendirme, deseando mandar todo al carajo y que el destino hiciera lo que tuviera que hacer. Ya no podía soportar más esta agonía.—Dormiremos aquí —me dijo Viggo.Me dejé caer al suelo, masajeando mis piernas adoloridas, mientras respiraba profundamente. Un nudo se formó en mi garganta, las lágrimas comenzaron a caer y mi corazón empezó a latir con una intensidad desesperante.Observé a Viggo, moviéndose inquieto de un lado a otro, observando el lugar como un depredador. Me limpié las lágrimas con la mano y me levanté.—Iré al baño —le dije, y caminé un par de pasos, pero él me detuvo.—Te acompañaré —insistió.Negué con la cabeza, apartando su mano con suavidad.—Si veo algo extraño, te gritaré —le prometí. Aunque su enojo era notorio, asintió.Me alejé, mis pasos resonando en la soledad del bo
Corrí lejos de aquel lugar, dejando tras de mí los tres cuerpos inertes que parecían acusarme en silencio. Me detuve de golpe, el aliento saliendo en jadeos rotos, y bajé la mirada a mis manos ensangrentadas. El sabor metálico aún persistía en mis labios, así que me los limpié con el dorso de la mano, los nervios me estaban matando. ¿Qué le diría a Viggo? No podía decirle la verdad. Limpié mis manos en la camisa, que ahora llevaba manchas carmesíes, y un nudo amargo se formó en mi garganta, sofocando un llanto que amenazaba con desbordarme.—¡Renee! —La voz de Viggo rasgó el aire, y cerré los ojos con fuerza, intentando pensar en una mentira, una excusa, pero mi mente estaba completamente en blanco.Su voz volvió a llamar, más cercana y urgente. Inspiré hondo, tratando de reunir el coraje que se me escapaba, y corrí hacia el sonido de su voz. Cuando lo vi, me lancé a sus brazos, mis dedos aferrándose a su espalda mientras el llanto que había contenido se derramaba sin control.—La mat
El camino se extendía cada vez más. Cada paso era como si cientos de agujas se incrustaran en mis pies, pero no había opción: teníamos que llegar, teníamos que salvar a todas estas personas. Y si la suerte estaba de nuestro lado, encontraríamos a Eirik y le diríamos la verdad, para que el verdadero culpable pagara con sangre. —¿Falta mucho? —pregunté a Viggo, rogando para que el lugar ya este cerca. Asintió sin mirarme, sus ojos, afilados como cuchillas, estaban fijos en el camino. Había algo en su postura que me puso en alerta; algo estaba pasando. —Nos siguen —murmuró, y la noticia cayó como un enorme bulto sobre mis hombros. El temor me envolvió como un manto húmedo al imaginarme de nuevo atrapada entre las garras de esos hombres otra vez. —¿Estaremos bien? —mi voz tembló, cargada de pánico. —Lo estaremos. Sé dónde están y cuántos son. No te preocupes —respondió con calma. Con un asentimiento, seguí caminando, intentando que la máscara de tranquilidad cubriera mi rostro. De p