Viggo continuó acariciando mi vientre, pero su sonrisa se desvaneció lentamente mientras sus ojos se encontraban con los míos. Tragué en seco, temiendo que estuviera a punto de hacer o decir algo que arruinara este momento.—¿Sabes lo que esto significa para nosotros? —preguntó en un susurro.Intenté responder, pero mis palabras se atoraron en mi garganta. Lo único que logré fue asentir débilmente, sintiendo cómo mi corazón latía desbocado.—Significa que todo ha cambiado —continuó—. Que ya no hay marcha atrás, y eso me aterra. Quiero confiar en ti, pero no puedo; siento que hay un muro enorme entre nosotros, uno que nunca nos dejará ser felices.—Viggo… —Intenté decir algo, pero su mano apretó ligeramente la mía, silenciándome con su mirada.—No. Déjame terminar. He perdido tanto en este camino, y no quiero perderte a ti, ni mucho menos a nuestro hijo. Por favor, confía en mí y, por una vez, sé sincera.—No puedo quedarme contigo. Debo desaparecer para que todo vuelva a la normalidad
Viggo se quedó quieto un momento, con los hombros tensos y la mirada fija en el suelo. Finalmente, sin decir palabra, comenzó a caminar hacia el bosque. A regañadientes, lo seguí. Kieran permanecía a poca distancia, sus pasos silenciosos pero constantes detrás de nosotros.El ambiente era denso, cargado de una sensación pesada, como si presagiara algo terrible. Algo no estaba bien.—Algo va mal en este lugar —murmuré, rompiendo el silencio.Viggo no dejó de caminar, y yo volví la vista hacia Kieran.—Todo va mal en este maldito lugar —respondió Kieran con tono cortante, pero sin detenerse.—Cállate, Kieran, no hablo contigo —le respondí, irritada.—Camina y deja de molestar. Entre más rápido avancemos, más rápido encontraremos a mi madre y hermana —me replicó Kieran.Viggo se detuvo de golpe. Desde las sombras del bosque, emergieron figuras deformes y grotescas, con ojos brillando con un rojo intenso que helaba la sangre. Monstruos. No había otra palabra para describirlos. Sus cuerpos
Había firmado un muy buen contrato para ser la imagen de una de las mejores marcas de maquillaje. A mi edad, conseguir algo así era demasiado bueno.—No deberías salir hoy —me dijo Camil, mi asistente.La miré y la ignoré por completo. Claro que saldría, tenía que celebrar este gran logro, y ella no iba a amargarme este momento.—Mis amigas me esperan, así que por favor, deja de molestarme. Quiero celebrar —le dije.Ella solo asintió, pero se veía enojada.—Te ha llegado algo —me dijo, entregándome una pequeña cajita.Se la arrebaté de las manos y la abrí. Dentro había una especie de amuleto horrible.—¿Quién envió esto? Qué mal gusto tiene —dije.Fui hasta la cocina y tiré a la basura el amuleto; no me interesaba tener algo tan feo.—Por favor, revisa los regalos que me envían —le pedí.Tomé mi bolso y, sin mirar atrás, salí de mi apartamento. Estaba tan feliz que nada podía amargarme esta noche.Cuando estaba a punto de llegar al bar, el flujo de coches se volvió más lento, hasta qu
Abrí los ojos y respiré profundamente, tratando de disipar el malestar que sentía en mi pecho. La luz de la luna se filtraba por la ventana, iluminando la habitación con un resplandor pálido y sereno, pero mi mente estaba lejos de sentirse en calma. Me senté en la cama, mirando fijamente a la nada, mientras el eco de mis sueños seguía latente en mi mente.Odiaba cuando soñaba con ella. Aunque los detalles se desvanecían al despertar, siempre quedaba esa sensación pesada, y sabía sin lugar a dudas que era ella. Ese cabello rojo intenso y esos ojos verdes que me atravesaban, siempre me perturbaban, como si su presencia se resistiera a desaparecer de mi subconsciente, aun no entiendo cómo es posible que sueñe con ella, y ni siquiera recuerde su rostro.—Carajo, ¿por qué tengo que soñarte? —murmuré en voz baja, casi como un ruego, mientras me pasaba las manos por la cara, tratando de sacudirme el cansancio y la incomodidad que me envolvían—. Tú ya estás muerta. —Era una afirmación que rep
Pataleé en aquella espesa sustancia en la que estaba sumergida. Abrí la boca para gritar, pero ese líquido inundó mi garganta, obligándome a tragarlo. Con esfuerzo, logré salir a flote. Estaba dentro de un pequeño pozo. Exhausta, salí gateando, y mi estómago comenzó a retorcerse. Vomité hasta vaciarlo por completo.Miré a mi alrededor. Me encontraba en una especie de cueva, iluminada apenas por algunas antorchas. Había visto demasiadas películas de terror como para no reconocer lo que era: la guarida de un asesino en serie. Pero lo peor no era eso... lo peor era que yo sería la siguiente.Me puse de pie, pero al intentar dar un paso, resbalé, golpeándome con fuerza. Chillé por el dolor y el asco que me invadió al caer sobre mi propio vómito, pero no podía detenerme en eso.Con otro esfuerzo, me levanté de nuevo. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Al tocarme, me di cuenta de que estaba desnuda. ¿Qué me habían hecho? Muchos pensamientos invadieron mi mente, pero decidí no pensar de más,
Le di una pequeña sonrisa, pero él no me la devolvió. Simplemente me miró, aún más furioso. Con cuidado, me acerqué, creyendo que, según mi lógica, si lo hacía podría calmarlo.—te juro que había una cueva justo aquí, Sali de ella, tal vez desapareció, o que se yo, pero no estoy loca, si lo piensas un poco, tal vez es un lugar mágico que cambia de lugar —dije con una sonrisa aún más brillante, intentando romper la tensión. Pero él no parecía nada feliz con mi respuesta.—Camina, y no hagas ningún ruido —me advirtió, con la voz gélida—. No quiero tener que sacarte la lengua.Retrocedí un par de pasos, mi mirada vagando de un lado a otro, buscando una salida.—Si te atreves a huir y te alcanzo, te cortaré las piernas —su amenaza era como un golpe seco, directo, que me congeló.—No te conozco, y discúlpame, pero pareces un leñador con varios cadáveres a tus espaldas. Honestamente, no quiero ser la siguiente en tu lista, yo no puedo salir de un problema para meterme en otro —le respondí c
Entramos al recibidor de la casa. Él sostenía la cabeza mientras seguía caminando sin detenerse. Observé el lugar con curiosidad: era… vintage, pero dentro de lo que cabía, estaba bien para la época en la que me encontraba, o eso me imaginaba.—Sígueme —gritó, sin ni siquiera mirarme.Puse los ojos en blanco y corrí tras él. Caminamos un poco más hasta detenernos frente a una habitación. Abrió la puerta y entró, y yo lo seguí. Dentro había una mujer rodeada de amuletos extraños, lo que me hizo pensar en un altar de brujería. Sentí un escalofrío recorrerme la espalda.La mujer se giró hacia nosotros, y su belleza me sorprendió. Sus ojos azules eran profundos y cautivadores, pero su mirada sobre mí se sintió invasiva, como si me analizara. Luego miró al leñador, y finalmente a la cabeza que ahora estaba en sus manos. Sus ojos se agrandaron con sorpresa.—¿De dónde has sacado eso? —preguntó, acercándose al leñador.El me miro a mi de inmediato.—Madre, esta cosa la estaba persiguiendo, y
Me di un baño que necesitaba con urgencia. Lo más destacado, y lo que más felicidad me dio, fue el jabón. Para mi sorpresa, olía increíblemente bien. Ahora entiendo por qué el leñador olía tan bien. Aunque lamentablemente, lavar mi cabello con jabón seguramente lo dejaría seco y sin vida, pero al menos estaría limpio. Después de gastar varias cubetas de agua, al fin logré quitarme la peste, y mi cabello rojo volvió a tener algo de vida.Me envolví en un pedazo de tela y salí del baño. En la habitación estaba la madre del leñador, sosteniendo un vestido en las manos. Me acerqué a ella con una sonrisa.—Gracias por todo lo que está haciendo por mí, de verdad se lo agradezco muchísimo —le dije.Ella me entregó el vestido y asintió con la cabeza.—Era de mi hija. Creo que te quedará muy bien —me dijo.Miré el vestido, era precioso. Me encantaba.—En Halloween me disfracé de la reina victoria, me fascinan estos vestidos —le comenté con entusiasmo.Ella sonrió levemente y asintió de nuevo.