17

Fui arrastrada junto a Viggo, que se veía en un estado terrible, con horribles heridas por todo su cuerpo, mientras la sangre seguía fluyendo sin parar. Eirik me colocó grilletes en las muñecas y el cuello, tratándome como si fuera un animal peligroso del cual debían protegerse. Me sentía completamente indefensa, como si todo el control sobre mi vida se hubiera esfumado.

—Lo siento— lloriqueé.

Yo no sabía que podía hacer tales cosas, y menos que podía controlar a esas criaturas.

—¡Deja de hablar!— gruñó Viggo, viéndose tan mal.

Quería acercarme a él y ayudarlo, pero tenía el presentimiento de que, si lo hacía, él me mataría.

—De verdad lo siento, yo ni siquiera sé cómo pasó todo esto— le dije, tratando de calmar la situación.

—¡Que te calles!— me gritó.

—¡No me grites! Todo es tu culpa— lo acusé.

Él intentó levantarse, pero su padre lo evitó.

—Esto es importante, no deberían pelear como perros y gatos— nos regañó.

Yo no quería pelear con él, solo quería salir de este lugar y volver a
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