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La noche llegó y, como una desgracia, la lluvia caía sobre mí como una maldición más, empapándome hasta los huesos mientras el frío se colaba por cada rincón de mi cuerpo. Sentía un dolor punzante en mi tobillo y estaba completamente agotada, pero Viggo, a mi lado, desnudo y aparentemente imperturbable, parecía inmune a todo lo que me estaba consumiendo.Empuñé la mano y le di un puñetazo en el brazo. Él volteó a verme, mirándome mal.—Vuelve a pegarme y te corto la mano —me amenazó.Puse los ojos en blanco y volví a golpearlo; ya no me importaba lo que pasara. Nada podía ser peor, mi vida ya era suficientemente mala.—No es justo que yo esté pasando por todo esto, y tú estés como si nada —me quejé y le di otro golpe.Cada músculo en mi cuerpo estaba adolorido, y mi tobillo latía de dolor. Solo quería descansar, dormir por horas o tal vez un día entero, y comer algo decente, como una hamburguesa o una pizza. Mis entrañas sonaron con solo pensar en comida.De repente, unos ruidos reson
Los rayos del sol que se filtraban en la cueva me hicieron abrir los ojos lentamente. Lo primero que vi fue a Renee, todavía dormida entre mis brazos. Con suavidad, la bajé al suelo, me quité la camisa ya seca y la envolví para usarla como almohada bajo su cabeza, buscando no perturbar su descanso.Observé su cuerpo sobre la ropa y vi el tobillo hinchado y cubierto de un enorme moretón. Con cautela, subí un poco su blusa para inspeccionar su abdomen, y mi corazón se encogió al ver la cantidad de moretones que marcaban su piel pálida. Renee se movió un poco, acomodándose, como si su cuerpo buscara aliviar el dolor de alguna forma. Era evidente que estaba exhausta, y cada marca en su cuerpo me recordaba la intensidad de todo lo que había soportado.Me levanté y salí de la cueva para inspeccionar los alrededores. El silencio reinaba, y el bosque parecía tranquilo, sin señales de amenaza. A pesar de la calma aparente, no me atrevía a alejarme demasiado. No podía dejarla sola.Me pasé las
Caminábamos en silencio, sin rumbo fijo, y con cada paso sentía cómo el dolor en mi tobillo se intensificaba. El hambre también me atacaba con fuerza, al punto que mis piernas apenas respondían. El dolor de cabeza y los mareos no hacían más que empeorar la situación.—Cerca hay un pueblo, tal vez podamos descansar un poco —dijo Viggo, pero lo ignoré nuevamente. No quería escucharle. Ya no tenía fuerzas para sostener esperanzas ni ilusiones. Morir parecía una opción mucho más fácil que esta incertidumbre que me consumía.—¿Puedes mirarme? —me pidió con un tono más suave.Me detuve, respiré hondo y me di vuelta, mirándolo directamente.—Ya te miré, ¿ahora podemos seguir? —le respondí, frustrada.—No debí hablarte de esa manera, me disculpo —dijo, pero sus palabras no significaban nada. No arreglaban el caos que había entre nosotros, todo lo contrario.Seguí caminando, ignorando su intento de disculpa.—Me gustas mucho, Viggo, así que te pido que me ignores, que no me trates bien. Mi cora
Seguimos caminando en completo silencio, el aire cargado de tensión, tanto que podría cortarse con un cuchillo. Aunque mis labios aún hormigueaban por el beso que habíamos compartido, me preguntaba si hubiera sido mejor no hacerlo. Tal vez habría evitado que mi corazón se enredara más en algo que ya estaba condenado.De repente, la mano de Viggo se cerró firmemente alrededor de mi brazo, deteniéndome de golpe. Segundos después, escuché unas voces que se acercaban.—¿Pasa algo malo? —le pregunté, sintiendo el miedo apoderarse de mí.Entonces, los dueños de esas voces aparecieron: un grupo de hombres que, a simple vista, no parecían tener buenas intenciones. Al verme, sonrieron de una manera perturbadora.—Una pelirroja —dijo uno de ellos, con una sonrisa lasciva.Viggo reaccionó rápidamente, empujándome detrás de él para encararlos.—Hazte a un lado, chico —dijo el que parecía ser el líder—. No queremos lastimarte, solo danos a la chica y podrás irte sin un rasguño.—¿Para qué la quier
Al llegar al pueblo, él me pidió que me escondiera, y eso hice. Después de un par de minutos, regresó con un pedazo de tela y la puso sobre mi cabeza.—Es mejor que no nos arriesguemos —me dijo.Asentí con la cabeza. Él agarró mi mano y empezó a caminar conmigo.—¿A dónde vamos? —le pregunté.—Conozco a alguien aquí, y sé que nos ayudará a llegar a mi padre más rápido —me dijo.Yo no estaba muy de acuerdo con tal cosa, sabiendo ya que lo consideraban un traidor. Era muy estúpido hacer lo que él pretendía hacer.—¿Y si mejor no pedimos ayuda y lo hacemos solos? —le propuse.Viggo se detuvo y volteó a mirarme.—Sé lo que hago. Esta persona es de mi entera confianza, no soy tan estúpido, Renee —me dijo.Asentí, poco convencida. No me quedaba de otra, tenía que confiar en él, aunque creyera que fuese una locura lo que pretendía.—Solo no hables —me pidió.—Vamos rápido, quiero terminar con esto —le dije.Él asintió con la cabeza y empezamos a caminar. El lugar era bastante interesante; au
El anciano nos trajo comida, y yo de inmediato empecé a devorarla. Viggo me miraba mal, y el anciano con algo de asombro, pero no me importaba, literalmente en estos momentos yo era una muerta de hambre.—Está delicioso. ¿Qué es? —pregunté mientras engullía la tierna carne.—Es conejo —dijo el anciano.Miré al plato y luego a Viggo.—Pobrecito, pero está muy rico —le dije. Me sentía mal por comerlo, pero tenía demasiada hambre.Viggo y el anciano me miraron como juzgándome, pero no me afectaba.—¿Quieres más? —preguntó Viggo, ofreciéndome su plato.Sin pensarlo, se lo arranqué de la mano y vertí el contenido en mi plato.—¿Tienen algo de tomar? —pregunté.Viggo se levantó, sirvió un poco de agua en un vaso y me lo entregó.—Gracias —le dije y seguí comiendo.Viggo se apartó de mí y se acercó al anciano. Ambos parecían tensos y muy preocupados, lo que contrastaba con mi placer mientras comía. Dejé el plato a un lado y respiré profundamente. Todo se estaba complicando, y ahora esto... ¿
Una enorme cantidad de soldados llegaron, y para mi sorpresa también había hombres de mi padre. Traté de hablar con ellos, pero se lanzaron sobre mí y me golpearon hasta cansarse, para después encadenarme como si fuese un perro. La enorme cadena que rodeaba mi cuello era tan pesada que dolía.—¿A dónde se la llevaron? —pregunté, ya que había visto cómo se llevaban el cuerpo inconsciente de Renée. Quise pelear, pero hacerlo sería estúpido, ya que tenía que limpiar mi nombre.—Al lugar donde debe estar— contestó Gunnar con desdén.—Quiero hablar con mi padre, hay un gran malentendido— le dije.Él me escupió en la cara, visiblemente furioso.—Sabíamos que era una mala idea mantenerte con vida. Eirik está tan decepcionado de ti— me soltó con desprecio.—No he hecho nada, solo acaté órdenes. ¡Exijo hablar con mi padre!— rugí, lleno de rabia e impotencia.El dolor en mi pecho crecía. Me estaban tratando como un traidor, algo que jamás pensé que sucedería.—Tu padre no te quiere. De aquí irá
El humo se filtraba en mis pulmones como cuchillas, cortando el aire que intentaba tomar y haciendo que cada aliento fuese una tortura. Poco a poco, sentía cómo la vida me abandonaba. Jamás pensé que terminaría así, y menos aún siendo considerado un traidor. En ese momento, comprendí una amarga verdad: nada de lo que había hecho realmente importaba, solo pesaba el hecho de ser hijo de Ivar. Eso era lo que definía todo.Tosí frenéticamente, mi vista nublada por el humo y el dolor. Apenas podía ver, pero, a lo lejos, una figura avanzaba hacia mí, lenta y sombría. Debía estar alucinando; ¿dios, hasta en la muerte iba a ser tan patético? Me obligué a levantarme, apoyándome como pude. El calor era abrumador, las llamas rugían y me envolvían. Miré a mi alrededor y corrí hacia la puerta trasera, que empujé con todas mis fuerzas. Sentí cómo la madera caliente quemaba mis palmas, pero el alivio de que cediera fue mayor. Caí al suelo, golpeándome el rostro, y con esfuerzo me di la vuelta para