Viggo se acercó a nosotros, el tipo me soltó y se alejó como si tocarme le quemara. miré con desprecio a Viggo, algo no cuadraba. No era normal que me tratara de esa forma. ¿Y si era verdad lo que Kieran me había dicho? ¿Y por eso e estaba tratando así? Todo era tan ridículo.—No me quedaré con ustedes. ¡Tengo miedo de esas cosas! No puedes obligarme —dije, cruzando los brazos y mirándolo con la barbilla levantada, estaba dispuesta a luchar por mis derechos.—Vendrás con nosotros. No te quiero cerca de mi madre y mi hermana. No te quiero cerca de las personas que amo —me soltó, frío como un iceberg.Tragué en seco. Si había hecho algo malo, lo más sensato era que me lo dijera, pero en lugar de eso, me trataba como basura todo el tiempo.—¿Qué hice para que me odies así? —le pregunté, ya sin filtros—. ¡Perdón por aparecer en tu vida ese día! Perdón si te hice daño, ¡perdón por lo que sea que hice! Pero no puedes condenarme a una muerte segura.Me miró de arriba abajo como si fuera un o
Fui arrastrada junto a Viggo, que se veía en un estado terrible, con horribles heridas por todo su cuerpo, mientras la sangre seguía fluyendo sin parar. Eirik me colocó grilletes en las muñecas y el cuello, tratándome como si fuera un animal peligroso del cual debían protegerse. Me sentía completamente indefensa, como si todo el control sobre mi vida se hubiera esfumado.—Lo siento— lloriqueé.Yo no sabía que podía hacer tales cosas, y menos que podía controlar a esas criaturas.—¡Deja de hablar!— gruñó Viggo, viéndose tan mal.Quería acercarme a él y ayudarlo, pero tenía el presentimiento de que, si lo hacía, él me mataría.—De verdad lo siento, yo ni siquiera sé cómo pasó todo esto— le dije, tratando de calmar la situación.—¡Que te calles!— me gritó.—¡No me grites! Todo es tu culpa— lo acusé.Él intentó levantarse, pero su padre lo evitó.—Esto es importante, no deberían pelear como perros y gatos— nos regañó.Yo no quería pelear con él, solo quería salir de este lugar y volver a
Saque el pedazo de tela de mi boca y lo tiré a un lado de la cama. Viggo, sentado en una silla frente a mí, me observaba con esa seriedad gélida que siempre lo acompañaba. Su mirada parecía atravesarme.Me recosté con dificultad y un dolor punzante recorrió mi espalda. Me quejé, tratando de acomodarme, pero el ardor no me dejaba en paz.—Cállate —gruñó Viggo.Puse los ojos en blanco, conteniendo las ganas de gritarle.—Me duele. Eres un idiota por no tener ni una pizca de compasión —murmuré, intentando mantener la calma.Él se levantó de la silla de golpe. Mi corazón se aceleró, y de inmediato comencé a arrastrarme sobre la cama, queriendo poner distancia entre nosotros.—¿Dónde te duele? —preguntó, sin rastro de emoción en su voz.—En la espalda baja —respondí, incapaz de apartar la mirada de su expresión.Sin ningún tipo de delicadeza, me dio la vuelta, colocándome en una posición incómoda. Sentí cómo levantaba mi camisa, y su toque frío recorrió mi piel en el punto exacto donde dol
Viggo se apartó de mí lentamente, como queriendo no despertarme. Me tapó con cuidado y se sentó en la silla frente a mí, mirándome. Lo observe por unos minutos, y el no aparto la mirada de mí, hasta tal punto de hacerme sentir incomoda.—¿Te quedarás ahí toda la noche? —le pregunté, sin dejar de observarlo.—Duerme, saldremos con los primeros rayos del sol —me dijo, su voz tan baja que casi se perdió en el silencio de la habitación.Me senté en la cama, molesta por su indiferencia.—¿A dónde vamos? ¿Y no crees que amarrarme así es exagerado? —le pregunté, esperando que al menos me diera una respuesta decente.—Duérmete —volvió a decirme, con ese tono firme que me irritaba.—Merezco saber a dónde vamos, y qué es lo que harán conmigo —insistí, mi paciencia desvaneciéndose. Ya me estaba molestando. Si todo esto me involucraba a mí, lo más lógico era que me lo dijeran.Viggo suspiró, como si mis palabras fueses molestas.—No lo sé, padre es quien nos guiará, pero lo más probable es que ir
Viggo se acercó a mí, su presencia imponente haciéndome sentir pequeña, vulnerable. Agarró mis manos atadas y me atrajo hacia su cuerpo. La sensación de su piel contra la mía me revolvió el estómago, y no dudé en intentar alejarme. Si él creía que no iba a luchar, estaba muy equivocado.—¡Suéltame, asesino! —le grité con todo el odio que sentía acumulado.Viggo me miró por un instante, confundido, pero luego sus labios se curvaron en una sonrisa. Una sonrisa que, si alguna vez había deseado ver, ahora me arrepentía profundamente. Esa sonrisa no era cálida ni tranquilizadora. No, era oscura, peligrosa, como si disfrutara de mi desesperación.—Ya es hora de partir —me dijo, aun sonriendo.Tiré de mis manos con fuerza, liberándome de su agarre. Mi corazón martillaba en mi pecho, y antes de que pudiera pensar en las consecuencias, me eché a correr. No miré hacia ningún lado, solo me concentré en una cosa: alejarme lo más rápido posible de ese maldito lugar, de él. Sentía la adrenalina quem
Viggo abrió los ojos lentamente, pero su mirada estaba vacía, perdida, como si su mente no estuviera presente. Mi corazón se hundió en el pecho. ¿Qué más podía pasarme en este lugar maldito? Mi suerte, que ya era pésima, parecía empeorar con cada segundo que pasaba.—¿Te sientes bien? —le pregunté, intentando mantener la calma, aunque por dentro me estaba desmoronando.Viggo frunció el ceño, sus ojos mostraban dolor, y sin previo aviso, vomitó sangre. Un frío aterrador recorrió mi espalda.—¿Dónde te duele? —pregunté, tratando de mantenerme firme.Pero antes de que pudiera responder, sus ojos se fueron hacia atrás y empezó a convulsionar violentamente. Entré en pánico. Lo agarré por los hombros, tratando de contener su cuerpo que se movía sin control. Lo apreté con todas mis fuerzas, desesperada. Estaba agotada, cansada de todo esto, y en ese momento sentí que ya no tenía más energía para luchar. Las lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas, y me dejé caer a su lado, agotada y der
Había firmado un muy buen contrato para ser la imagen de una de las mejores marcas de maquillaje. A mi edad, conseguir algo así era demasiado bueno.—No deberías salir hoy —me dijo Camil, mi asistente.La miré y la ignoré por completo. Claro que saldría, tenía que celebrar este gran logro, y ella no iba a amargarme este momento.—Mis amigas me esperan, así que por favor, deja de molestarme. Quiero celebrar —le dije.Ella solo asintió, pero se veía enojada.—Te ha llegado algo —me dijo, entregándome una pequeña cajita.Se la arrebaté de las manos y la abrí. Dentro había una especie de amuleto horrible.—¿Quién envió esto? Qué mal gusto tiene —dije.Fui hasta la cocina y tiré a la basura el amuleto; no me interesaba tener algo tan feo.—Por favor, revisa los regalos que me envían —le pedí.Tomé mi bolso y, sin mirar atrás, salí de mi apartamento. Estaba tan feliz que nada podía amargarme esta noche.Cuando estaba a punto de llegar al bar, el flujo de coches se volvió más lento, hasta qu
Abrí los ojos y respiré profundamente, tratando de disipar el malestar que sentía en mi pecho. La luz de la luna se filtraba por la ventana, iluminando la habitación con un resplandor pálido y sereno, pero mi mente estaba lejos de sentirse en calma. Me senté en la cama, mirando fijamente a la nada, mientras el eco de mis sueños seguía latente en mi mente.Odiaba cuando soñaba con ella. Aunque los detalles se desvanecían al despertar, siempre quedaba esa sensación pesada, y sabía sin lugar a dudas que era ella. Ese cabello rojo intenso y esos ojos verdes que me atravesaban, siempre me perturbaban, como si su presencia se resistiera a desaparecer de mi subconsciente, aun no entiendo cómo es posible que sueñe con ella, y ni siquiera recuerde su rostro.—Carajo, ¿por qué tengo que soñarte? —murmuré en voz baja, casi como un ruego, mientras me pasaba las manos por la cara, tratando de sacudirme el cansancio y la incomodidad que me envolvían—. Tú ya estás muerta. —Era una afirmación que rep