No había pegado el ojo en toda la noche. La pierna de Renee se subió sobre mí, aplastando mi polla, y con cada pequeño movimiento que hacía, mi cuerpo reaccionaba al instante, sin darme tregua. Aún no me había corrido, porque tengo un buen autocontrol, pero si seguía así, no aguantaría mucho más. Mi mente se inundaba de una sola cosa: follarla. Quitar esa pierna que me presionaba, abrirla de par en par y exponer su coño frente a mí. Mi boca deseaba más que nada hundirse en su centro, metiendo la lengua lo más profundo posible, lamiendo cada rincón hasta sentir su sabor, hasta que quede completamente satisfecho, y ella exhausta bajo mi cuerpo.
Un jadeo suave escapó de los labios de Renee. La miré, y ella abrió los ojos lentamente, sus labios curvándose en esa sonrisa que siempre me desarmaba. Esa m*****a sonrisa.
—Buenos días, leñador, soñé contigo —dijo con una expresión traviesa, provocativa, mientras sus ojos recorrían mi cuerpo, alimentando el fuego que ardía en mí.
Aparté su pierna de encima con más brusquedad de la que quería admitir y me senté en la cama, intentando cubrirme lo mejor posible. No necesitaba más provocaciones.
—¿Qué soñaste? —pregunté, a pesar de que por dentro una parte de mí temía la respuesta, sabiendo que lo que ella podía decir solo empeoraría la situación.
Ella se incorporó lentamente, sus ojos brillaban con algo que no me gustaba, como si disfrutara del poder que tenía sobre mí. Su sonrisa no desaparecía, y sus mejillas adquirieron un leve tono rojizo.
—No lo recuerdo —murmuró, aunque su tono traicionaba sus palabras. Sabía muy bien lo que había soñado.
—Deberías irte ya —sugerí, intentando sonar frío, distante, como si todo esto no me afectara. Pero estaba mintiéndome a mí mismo.
Renee negó con la cabeza, sus facciones adoptaron un aire infantil, como si quisiera seguir jugando.
—Está oscuro y tengo miedo —dijo con una voz dramática, y su mirada se suavizó como si realmente esperara que la consolara.
En ese momento, quien estaba asustado era yo. No importaba cuánto lo intentara, esa atracción entre nosotros era innegable, y aunque trataba de rechazarla, me aterraba lo que podría suceder si cruzaba esa línea. Sabía que el deseo que sentía por ella era mucho más fuerte de lo que jamás hubiera admitido, y me aterraba lo que podría desencadenarse.
—Solo vete —le insistí, esta vez con más firmeza. Mi voz sonaba tensa, quebrada por el esfuerzo de mantener el control.
Ella se mordió el labio inferior, y antes de que pudiera reaccionar, se subió sobre mí de un salto. Su pelvis presionó mi ya muy erecta polla, haciéndome jadear por dentro, y me sonrió con picardía, disfrutando de mi tormento.
—Creo que no quieres que me vaya —susurró con una voz cargada de malicia, ella era mal, y estaba tratando de torturarme.
La tomé de las caderas y la aparté de mí, con fuerza, levantándome de la cama de inmediato. Me envolví en la sábana, desesperado por cubrirme, intentando mantener algo de cordura. Pero todo en ella me gritaba que cediera. Antes, su cabello rojo y esos ojos verdes me provocaban pesadillas, pero ahora... ahora lo único que quería era tomarla del cabello y follarla hasta que esos ojos suplicaran para que me detuviera.
—¿Me tienes miedo? Yo no muerdo... pero si quieres, puedo hacerlo —dijo con una sonrisa juguetona, todo en ella era tan lascivo, estaba a nada de lanzarme a su cuerpo y hacer con ella, lo que he deseado desde que la vi.
No aguante más. Me lancé sobre ella, agarrándola del brazo, y la saqué de la cama sin pensar en las consecuencias. La arrastré conmigo hasta la puerta y la empujé fuera de mi habitación, cerrando la puerta con fuerza, en su cara.
—Eres un idiota, Viggo. Te juro que no volveré a hablarte en mi vida, así que mejor ruega para que me vaya pronto —gritó, llena de rabia. Pero su voz, lejos de calmarme, encendió algo más profundo en mí.
Apoyé la frente en la puerta, respirando hondo, intentando calmar el caos que rugía en mi pecho. Mi corazón latía descontrolado, mis pensamientos eran una maraña de deseos reprimidos. Mi lobo, dentro de mí, se retorcía de necesidad, desgarrándome. Sabía que ella estaba dispuesta a todo, y eso lo hacía aún peor. Pero no podía permitírmelo. Ella era intocable para mí.
—Negociemos —escuché su voz desde el otro lado de la puerta, suave, seductora, como si supiera que estaba al borde del abismo.
Fruncí el ceño, sintiendo que iba a perder la razón si seguía escuchándola. Abrí la puerta de un golpe, y la miré fijamente.
—Dudo mucho que tengas algo que me interese —dije, controlando cada palabra, aunque sabía que estaba a punto de romperme.
Ella se encogió de hombros, fingiendo indiferencia, pero sus ojos seguían desafiándome.
—Sé que me deseas tanto como yo a ti. Estoy dispuesta a que me hagas lo que quieras... lo que sea... —dijo con esa sonrisa perversa que tanto me perturbaba. —Solo no me orines, eso me da asco, pero lo demás... —su tono era tan despreocupado que me enfurecía aún más.
—Lárgate —gruñí, cerrando la puerta en su cara de nuevo.
Escuché el golpe que le dio a la madera.
—Eres un idiota —replicó, su voz llena de indignación.
Si no se iba pronto, iba a abrir la puerta y hacerla mía ahí mismo, sin importarme nada más. Mi lobo estaba al borde de estallar, y yo... yo estaba demasiado cerca de perderlo todo.
Sacudí esos pensamientos de mi mente, recordando quién era realmente ella y por qué no podía dejarme llevar.
—Viggo, por favor —me suplicó desde el otro lado, su tono ahora desesperado.
—No me agradas, ahora vete. No quiero escuchar tu molesta voz —respondí, mi voz seria, aunque por dentro ya no estaba tan seguro.
Arrojé la sábana a un lado y miré mi polla, dura y dolorida. Me apoyé contra la puerta y, con cuidado, comencé a masturbarme, esperando que todo esto pasara pronto. Cerré los ojos, intentando pensar en otra persona, pero lo único que veía eran esos ojos verdes y ese cabello rojo que me volvía loco.
Días después.Después de lo que pasó, ella me ignoró por completo, como si yo no existiera. Pasaba junto a mí sin detenerse, y al principio no me molestó, pero ahora hervía de rabia. Más aún al verla junto a mi hermano, que le sonreía todo el tiempo. No sé si era la indiferencia lo que me volvía loco, o el hecho de que pudiera estar disfrutando de la compañía de otro. Mi hermano, para colmo.Hoy, algunos líderes habían llegado. Mi padre había enviado mensajes sobre lo ocurrido, claro, omitiendo lo de ella, aunque en algún momento la verdad tendría que revelarse. No había forma de escapar de ese destino, tarde o temprano, todo saldría a la luz.Me masajeé el cuello. Llevaba varios días sin dormir bien y me sentía agotado.—¿Estás bien? —preguntó mi padre con una expresión de preocupación.—Sí, solo estoy un poco cansado —intenté sonar convincente.Él asintió, pero su preocupación seguía allí, y eso me incomodaba. Yo había jurado no darle problemas, había decidido ser perfecto en todo l
Helene no dejaba de mirarme mientras sonreía, claramente divirtiéndose con alguna loca idea sobre lo que pasaba entre su pesado hermano y yo, pero la realidad era que no pasaba nada, el me evitaba como la peste, y eso, me molestaba, sabía que le gustaba.—No me gusta tu hermano Viggo. De hecho, me parece más lindo tu otro hermano —le dejé claro, intentando desviar cualquier malentendido.Su sonrisa se amplió aún más. Era obvio que no me creía. ¿A quién quería engañar? Se me notaba a leguas cuánto me gustaba Viggo. Él era un dios andante: cuerpo de modelo de ropa interior y rostro de hombre que sabes que te partirá el corazón. Pero no me importaba. Que me partiera todo lo que quisiera y yo sería feliz.—¿Estás segura? Lo miras mucho, y no es por ser chismosa, pero hace dias te vi entrar a su habitación y no volviste a salir —me dijo.Me quedé helada, intentando mirar a otro lado, pero sentía su mirada fija en mi nuca, quemándome.—No hicimos nada, solo quería algo de compañía para dorm
Llevé a Renee a mi habitación y la senté en la cama. La miré por un muy largo tiempo, tenía muchas preguntas. Verla caminar hacia esa cosa me estaba volviendo loco.—¿Puedes dejar de mirarme? —me preguntó mientras lloraba.—¿Qué carajo estabas pensando? —le grité.Ella abrió los ojos como platos y lloró mucho más.—Perdón —me dijo.¿Perdón? ¿De verdad cree que con pedirme perdón iba a cambiar algo? Agarré su brazo con fuerza, levantandola. ella lloró aún más, golpeando mi brazo para que la soltara.—¡Me haces daño! —me gritó con desesperación.La lancé a la cama y la miré con odio. Muy en el fondo sabía que ella estaba actuando, que todo esto lo hacía para manipularme, como una vez lo hizo con mi padre.—Habla, o voy a matarte —le advertí.Nunca me había sentido tan furioso en mi vida, pero ella sacaba lo peor de mí. Renee se levantó de la cama y me enfrentó, ahora furiosa.—¡Mátame entonces! —me gritó.Levanté la mano para golpearla, pero me detuve. Ella me miraba con tanto terror qu
Entré a la casa agitada, con el corazón latiendo con fuerza y las manos temblando. Lo que acababa de pasar era una completa locura. ¿Cómo demonios había revivido a ese animal? Me mordisqueé la uña mientras caminaba hacia mi habitación, tratando de calmar todos los pensamientos y preguntas que me atormentaban. Al llegar a la puerta, ahí estaba Viggo, con esa expresión sombría que lo acompañaba siempre.Puse los ojos en blanco y lo miré mal. Lo empujé a un lado sin decir nada, abriendo la puerta y entrando, intentando ignorar su presencia.—¿Dónde estabas? —preguntó desde detrás de mí, su voz dura y molesta. Me giré de inmediato, lo enfrenté, y no me sorprendió ver el enfado en su rostro. Siempre estaba enojado.—Estaba follando con tu hermano —le solté sin pensarlo, esperando ver algo más que su eterna ira.Su reacción fue inmediata. Empezó a caminar hacia mí con una intensidad que me hizo retroceder hasta que mi espalda se estrelló contra la pared. Me quedé sin escape, atrapada entre
La mano de Viggo se cerró en mi muñeca y empezó a arrastrarme con él. Yo aún estaba en shock, pero no pude evitar echarle un vistazo a sus muy lindas y bien formadas nalgas. ¡Por todos los dioses! Sacudí la cabeza, reprendiéndome, ni en momentos como estos podía dejar mi calentura a un lado. ¿Qué me estaba pasando? ¿Acaso estaba perdiendo la poca cordura que me quedaba?Viggo me metió a una habitación y me miró de arriba a abajo, sus ojos clavándose en mí con una intensidad que me hizo tragar saliva.—Quítate el vestido —me pidió con una seriedad que me dejó en blanco.Abrí la boca, lista para decir algo, pero la cerré de inmediato. ¿De verdad quería hacerlo aquí? ¡Ahora! Mi cerebro explotaba en confusión, y antes de que pudiera procesarlo, él me lanzó una mirada fulminante. Se giró rápidamente y empezó a revolver entre sus cosas. Cuando se volvió hacia mí, me lanzó un conjunto de ropa que aterrizó sobre mi cara.—Necesito que corras, y con ese vestido no llegarás ni a la puerta —dijo
Cuando salimos, lo que vi fue un caos total. Cientos de esas cosas estaban esparcidas por todas partes, y los cuerpos de hombres y mujeres yacían inmóviles, esparcidos como muñecos rotos. Sentí que el estómago se me revolvía, y sin darme cuenta, apreté el brazo de Viggo como si eso pudiera protegerme de todo.—Si esto es un sueño, por favor, despiértame —le supliqué, casi en un susurro.—No lo es —me contestó Viggo, con una calma que me hizo preguntarme si estaba más loco que yo o simplemente ya había perdido el miedo a todo.El padre de Viggo, Eirik, se acercó a nosotros con esa seriedad abrumadora que parecía ser un rasgo familiar. Me lanzó una mirada rápida, luego centró su atención en su hijo, agarrándolo del brazo y escaneándolo con los ojos, como si pudiera ver más allá de la carne.—¿Qué pasó? —preguntó, señalando la herida en el abdomen de Viggo.—Me distraje, pero estoy bien —le mintió Viggo con una cara tan tranquila que casi me lo creí yo también.Eirik me lanzó una mirada
Viggo se acercó a nosotros, el tipo me soltó y se alejó como si tocarme le quemara. miré con desprecio a Viggo, algo no cuadraba. No era normal que me tratara de esa forma. ¿Y si era verdad lo que Kieran me había dicho? ¿Y por eso e estaba tratando así? Todo era tan ridículo.—No me quedaré con ustedes. ¡Tengo miedo de esas cosas! No puedes obligarme —dije, cruzando los brazos y mirándolo con la barbilla levantada, estaba dispuesta a luchar por mis derechos.—Vendrás con nosotros. No te quiero cerca de mi madre y mi hermana. No te quiero cerca de las personas que amo —me soltó, frío como un iceberg.Tragué en seco. Si había hecho algo malo, lo más sensato era que me lo dijera, pero en lugar de eso, me trataba como basura todo el tiempo.—¿Qué hice para que me odies así? —le pregunté, ya sin filtros—. ¡Perdón por aparecer en tu vida ese día! Perdón si te hice daño, ¡perdón por lo que sea que hice! Pero no puedes condenarme a una muerte segura.Me miró de arriba abajo como si fuera un o
Fui arrastrada junto a Viggo, que se veía en un estado terrible, con horribles heridas por todo su cuerpo, mientras la sangre seguía fluyendo sin parar. Eirik me colocó grilletes en las muñecas y el cuello, tratándome como si fuera un animal peligroso del cual debían protegerse. Me sentía completamente indefensa, como si todo el control sobre mi vida se hubiera esfumado.—Lo siento— lloriqueé.Yo no sabía que podía hacer tales cosas, y menos que podía controlar a esas criaturas.—¡Deja de hablar!— gruñó Viggo, viéndose tan mal.Quería acercarme a él y ayudarlo, pero tenía el presentimiento de que, si lo hacía, él me mataría.—De verdad lo siento, yo ni siquiera sé cómo pasó todo esto— le dije, tratando de calmar la situación.—¡Que te calles!— me gritó.—¡No me grites! Todo es tu culpa— lo acusé.Él intentó levantarse, pero su padre lo evitó.—Esto es importante, no deberían pelear como perros y gatos— nos regañó.Yo no quería pelear con él, solo quería salir de este lugar y volver a