Después de cenar, volví a la habitación. Me senté en la cama y, perdida, miré a la nada. Ya era de noche, y aunque me costara aceptarlo, huir de aquí sería un suicidio. Viggo tenía razón, haber terminado en este lugar fue lo mejor que me pudo pasar, al menos por ahora. A pesar de lo extraño que todo se sentía, estaba a salvo... o eso quería creer.
Me quité el vestido y lo dejé a un lado, quedándome con una bata blanca. Me acosté en la cama, buscando acomodo, pero era imposible. La cama era dura, casi como dormir en el suelo. Cerré los ojos, intentando conciliar el sueño, pero cada pequeño ruido me parecía ensordecedor. Me desesperaba.
Empecé a respirar lentamente, tratando de relajarme, contando hasta que el sueño finalmente comenzó a arrastrarme. Pero justo cuando estaba a punto de quedarme dormida, escuché algo... un sonido parecido a latidos. Abrí los ojos de golpe y miré a mi alrededor. La habitación estaba demasiado oscura, excepto por una luz que parpadeaba bajo la puerta. Se movió rápido, como una sombra. Me levanté con cautela, me acerqué a la puerta y pegué la oreja. Nada, solo silencio.
Abrí la puerta con cuidado y miré por la rendija. No había nadie. Con algo de nervios, salí al pasillo. Todo estaba en penumbras. Entonces, lo volví a escuchar: ese latido. Comencé a caminar, siguiendo el sonido, que se hacía más fuerte a cada paso. Me detuve frente a una puerta. Con el corazón en un puño, la abrí. La habitación estaba iluminada, y en un rincón, sobre una mesa, había un pequeño cofre. El sonido venía de ahí.
Me acerqué lentamente y lo abrí con manos temblorosas. Dentro, un corazón negro palpitaba con fuerza. Lo saqué con cuidado, sintiendo su calor en mis manos. Me di la vuelta, y de repente, la habitación estaba llena de partes de cuerpos desmembrados. Dejé caer el corazón en un grito ahogado. Retrocedí, sintiendo algo pegajoso bajo mis pies. Al mirar abajo, vi que el suelo estaba cubierto de sangre. Mis manos también estaban manchadas. Traté de limpiarlas en la bata, con desesperación.
El latido del corazón resonaba más fuerte, tanto que mis oídos comenzaron a doler. Las partes de los cuerpos empezaron a moverse, uniéndose unas con otras. Lo observaba, aterrorizada, incapaz de reaccionar. ¡Esto no podía estar pasando!
Corrí hacia la puerta y la abrí con brusquedad, cerrándola tras de mí con fuerza. Mi corazón latía tan rápido que sentía que me estallaría en el pecho.
Me desperté empapada en sudor, con el corazón desbocado. Tragué saliva y me levanté de la cama. Todavía temblando, caminé hacia la puerta, la abrí un poco y vi a Viggo. Él entraba en su habitación. Sin pensarlo dos veces, corrí tras él. No iba a dormir sola esta noche.
Abrí la puerta y entré. Viggo, que se estaba quitando la camisa, me miró con el ceño fruncido.
—¿Qué haces aquí? —preguntó.
Me acerqué a la cama y me senté.
—Quiero dormir contigo —le dije con voz firme.
Él lanzó su camisa hacia mí, pero yo la aparté, lanzándole una mirada irritada.
—Sal de aquí —me dijo, visiblemente molesto.
Me subí a la cama por completo, acomodándome en la orilla.
—No te preocupes, no ocuparé mucho espacio —le aseguré.
—Te dije que salieras —repitió con un tono más cortante.
Tiré de la sábana y me cubrí de pies a cabeza.
—Buenas noches. Y espero que no ronques —solté, con tono burlón.
Sentí el peso de su cuerpo hundir la cama a mi lado. Me quitó la sábana de encima con un tirón.
—Te dije que te fueras de mi habitación —su irritación era evidente.
Me senté, mirándolo directo a los ojos, en sus ojos solo había furia.
—Tengo miedo. Tuve una pesadilla horrible y no pienso dormir sola —admití, más vulnerable de lo que quería.
—No me importa —respondió con una frialdad que me enfureció.
—Pues no me iré —le desafié.
El agarro mi brazo y me saco de la cama, llevándome hasta la puerta, yo mordí su mano y corri de vuelta a la cama.
—¡sal de mi habitación! — gruño más enfadado.
—ya te he dicho que no, o duermes conmigo, o no duermes, pero no me ire— le deje en claro.
Él se subió a la cama, intentando sacarme de ella, pero no se la puse tan fácil. Luché con él por un momento, mi cuerpo resistiendo cada uno de sus movimientos, hasta que finalmente se cansó. Sabía que, cuando quería, yo podía ser muy persistente.
Viggo se bajó de la cama, quitándose los pantalones, mostrando su cuerpo perfectamente tallado. Era hermoso, no podía negarlo.
—¿no te da vergüenza mirarme de esa forma?— me pregunto.
Yo me acomode y me encogi de hombros.
—¿No te da vergüenza enseñarme tus miserias? —le solté con descaro.
—¿Miserias? Hace un par de horas me suplicabas que te follara —respondió con total seriedad.
Sentí mis mejillas arder, pero no aparté la vista de él.
—Deja de mirarme. No vas a obtener nada de mí —me advirtió, con esa voz tan profunda que hacía que el aire se sintiera más denso; él tenía ese tipo de voz que hacía que tus bragas se empaparan por completo.
—No quiero nada de ti. Siendo sincera, tu hermano es una mejor opción —dije, sin pensarlo.
Su expresión se ensombreció, pero no dijo nada. Simplemente se acercó y se tumbó a mi lado. Lo observé por un momento, mirando más de cerca toda su virilidad. Él era tan grande, aun dormida se veía enorme. ¿Cómo se vería erecta? Aparté la mirada de su polla y lo miré a la cara.
—¿Me odias? —susurré.
Él me miró con esa intensidad que siempre me dejaba sin aliento.
—Duérmete —ordenó, ignorando mi pregunta.
Aproveché la ocasión y deslicé una de mis uñas por su pecho duro y fornido. Ya que lo tenía tan cerca, iba a disfrutar todo lo que pudiera ver y tocar. Me relamí los labios, dejándome llevar por la tentación, y empecé a bajar lentamente la uña, saboreando cada centímetro que recorría. Mis ojos seguían su trazo, fascinada por el contraste de su piel bajo mis dedos, hasta que me detuve justo en la altura de su ombligo, con la respiración contenida y el pulso acelerado.
Jamás habría imaginado que haría algo como esto, pero era un impulso que no podía controlar. Desde el primer momento en que lo vi, lo único que invadía mi mente era la necesidad de tocar a este hombre tan deslumbrante. Todo en él me atraía de una forma que no podía ignorar, como si mis manos hubieran estado esperando este momento desde siempre.
—¿Estás nervioso? —pregunté, pero él no respondió.
Cuando lo miré a la cara, me di cuenta de que se había quedado dormido. ¡El muy bastardo! Indignada, le di un golpe en el estómago. Se retorció un poco y se giró, dándome la espalda. Me acomodé de lado, decidiendo que lo ignoraría por el resto de mi vida… pero esta noche, y solo esta noche, dormiría con él. Y solo porque tenía miedo, pero mañana él dejaría de existir para mí.
No había pegado el ojo en toda la noche. La pierna de Renee se subió sobre mí, aplastando mi polla, y con cada pequeño movimiento que hacía, mi cuerpo reaccionaba al instante, sin darme tregua. Aún no me había corrido, porque tengo un buen autocontrol, pero si seguía así, no aguantaría mucho más. Mi mente se inundaba de una sola cosa: follarla. Quitar esa pierna que me presionaba, abrirla de par en par y exponer su coño frente a mí. Mi boca deseaba más que nada hundirse en su centro, metiendo la lengua lo más profundo posible, lamiendo cada rincón hasta sentir su sabor, hasta que quede completamente satisfecho, y ella exhausta bajo mi cuerpo.Un jadeo suave escapó de los labios de Renee. La miré, y ella abrió los ojos lentamente, sus labios curvándose en esa sonrisa que siempre me desarmaba. Esa maldita sonrisa.—Buenos días, leñador, soñé contigo —dijo con una expresión traviesa, provocativa, mientras sus ojos recorrían mi cuerpo, alimentando el fuego que ardía en mí.Aparté su piern
Días después.Después de lo que pasó, ella me ignoró por completo, como si yo no existiera. Pasaba junto a mí sin detenerse, y al principio no me molestó, pero ahora hervía de rabia. Más aún al verla junto a mi hermano, que le sonreía todo el tiempo. No sé si era la indiferencia lo que me volvía loco, o el hecho de que pudiera estar disfrutando de la compañía de otro. Mi hermano, para colmo.Hoy, algunos líderes habían llegado. Mi padre había enviado mensajes sobre lo ocurrido, claro, omitiendo lo de ella, aunque en algún momento la verdad tendría que revelarse. No había forma de escapar de ese destino, tarde o temprano, todo saldría a la luz.Me masajeé el cuello. Llevaba varios días sin dormir bien y me sentía agotado.—¿Estás bien? —preguntó mi padre con una expresión de preocupación.—Sí, solo estoy un poco cansado —intenté sonar convincente.Él asintió, pero su preocupación seguía allí, y eso me incomodaba. Yo había jurado no darle problemas, había decidido ser perfecto en todo l
Helene no dejaba de mirarme mientras sonreía, claramente divirtiéndose con alguna loca idea sobre lo que pasaba entre su pesado hermano y yo, pero la realidad era que no pasaba nada, el me evitaba como la peste, y eso, me molestaba, sabía que le gustaba.—No me gusta tu hermano Viggo. De hecho, me parece más lindo tu otro hermano —le dejé claro, intentando desviar cualquier malentendido.Su sonrisa se amplió aún más. Era obvio que no me creía. ¿A quién quería engañar? Se me notaba a leguas cuánto me gustaba Viggo. Él era un dios andante: cuerpo de modelo de ropa interior y rostro de hombre que sabes que te partirá el corazón. Pero no me importaba. Que me partiera todo lo que quisiera y yo sería feliz.—¿Estás segura? Lo miras mucho, y no es por ser chismosa, pero hace dias te vi entrar a su habitación y no volviste a salir —me dijo.Me quedé helada, intentando mirar a otro lado, pero sentía su mirada fija en mi nuca, quemándome.—No hicimos nada, solo quería algo de compañía para dorm
Llevé a Renee a mi habitación y la senté en la cama. La miré por un muy largo tiempo, tenía muchas preguntas. Verla caminar hacia esa cosa me estaba volviendo loco.—¿Puedes dejar de mirarme? —me preguntó mientras lloraba.—¿Qué carajo estabas pensando? —le grité.Ella abrió los ojos como platos y lloró mucho más.—Perdón —me dijo.¿Perdón? ¿De verdad cree que con pedirme perdón iba a cambiar algo? Agarré su brazo con fuerza, levantandola. ella lloró aún más, golpeando mi brazo para que la soltara.—¡Me haces daño! —me gritó con desesperación.La lancé a la cama y la miré con odio. Muy en el fondo sabía que ella estaba actuando, que todo esto lo hacía para manipularme, como una vez lo hizo con mi padre.—Habla, o voy a matarte —le advertí.Nunca me había sentido tan furioso en mi vida, pero ella sacaba lo peor de mí. Renee se levantó de la cama y me enfrentó, ahora furiosa.—¡Mátame entonces! —me gritó.Levanté la mano para golpearla, pero me detuve. Ella me miraba con tanto terror qu
Entré a la casa agitada, con el corazón latiendo con fuerza y las manos temblando. Lo que acababa de pasar era una completa locura. ¿Cómo demonios había revivido a ese animal? Me mordisqueé la uña mientras caminaba hacia mi habitación, tratando de calmar todos los pensamientos y preguntas que me atormentaban. Al llegar a la puerta, ahí estaba Viggo, con esa expresión sombría que lo acompañaba siempre.Puse los ojos en blanco y lo miré mal. Lo empujé a un lado sin decir nada, abriendo la puerta y entrando, intentando ignorar su presencia.—¿Dónde estabas? —preguntó desde detrás de mí, su voz dura y molesta. Me giré de inmediato, lo enfrenté, y no me sorprendió ver el enfado en su rostro. Siempre estaba enojado.—Estaba follando con tu hermano —le solté sin pensarlo, esperando ver algo más que su eterna ira.Su reacción fue inmediata. Empezó a caminar hacia mí con una intensidad que me hizo retroceder hasta que mi espalda se estrelló contra la pared. Me quedé sin escape, atrapada entre
La mano de Viggo se cerró en mi muñeca y empezó a arrastrarme con él. Yo aún estaba en shock, pero no pude evitar echarle un vistazo a sus muy lindas y bien formadas nalgas. ¡Por todos los dioses! Sacudí la cabeza, reprendiéndome, ni en momentos como estos podía dejar mi calentura a un lado. ¿Qué me estaba pasando? ¿Acaso estaba perdiendo la poca cordura que me quedaba?Viggo me metió a una habitación y me miró de arriba a abajo, sus ojos clavándose en mí con una intensidad que me hizo tragar saliva.—Quítate el vestido —me pidió con una seriedad que me dejó en blanco.Abrí la boca, lista para decir algo, pero la cerré de inmediato. ¿De verdad quería hacerlo aquí? ¡Ahora! Mi cerebro explotaba en confusión, y antes de que pudiera procesarlo, él me lanzó una mirada fulminante. Se giró rápidamente y empezó a revolver entre sus cosas. Cuando se volvió hacia mí, me lanzó un conjunto de ropa que aterrizó sobre mi cara.—Necesito que corras, y con ese vestido no llegarás ni a la puerta —dijo
Cuando salimos, lo que vi fue un caos total. Cientos de esas cosas estaban esparcidas por todas partes, y los cuerpos de hombres y mujeres yacían inmóviles, esparcidos como muñecos rotos. Sentí que el estómago se me revolvía, y sin darme cuenta, apreté el brazo de Viggo como si eso pudiera protegerme de todo.—Si esto es un sueño, por favor, despiértame —le supliqué, casi en un susurro.—No lo es —me contestó Viggo, con una calma que me hizo preguntarme si estaba más loco que yo o simplemente ya había perdido el miedo a todo.El padre de Viggo, Eirik, se acercó a nosotros con esa seriedad abrumadora que parecía ser un rasgo familiar. Me lanzó una mirada rápida, luego centró su atención en su hijo, agarrándolo del brazo y escaneándolo con los ojos, como si pudiera ver más allá de la carne.—¿Qué pasó? —preguntó, señalando la herida en el abdomen de Viggo.—Me distraje, pero estoy bien —le mintió Viggo con una cara tan tranquila que casi me lo creí yo también.Eirik me lanzó una mirada
Viggo se acercó a nosotros, el tipo me soltó y se alejó como si tocarme le quemara. miré con desprecio a Viggo, algo no cuadraba. No era normal que me tratara de esa forma. ¿Y si era verdad lo que Kieran me había dicho? ¿Y por eso e estaba tratando así? Todo era tan ridículo.—No me quedaré con ustedes. ¡Tengo miedo de esas cosas! No puedes obligarme —dije, cruzando los brazos y mirándolo con la barbilla levantada, estaba dispuesta a luchar por mis derechos.—Vendrás con nosotros. No te quiero cerca de mi madre y mi hermana. No te quiero cerca de las personas que amo —me soltó, frío como un iceberg.Tragué en seco. Si había hecho algo malo, lo más sensato era que me lo dijera, pero en lugar de eso, me trataba como basura todo el tiempo.—¿Qué hice para que me odies así? —le pregunté, ya sin filtros—. ¡Perdón por aparecer en tu vida ese día! Perdón si te hice daño, ¡perdón por lo que sea que hice! Pero no puedes condenarme a una muerte segura.Me miró de arriba abajo como si fuera un o