Corrí tras él, pero al salir del establo, todo lo que encontré fue oscuridad. De repente, estaba en aquella cueva otra vez. Miré de un lado a otro, desesperada, pero no podía encontrar una salida. Mi respiración comenzó a descontrolarse, el pánico me invadió por completo. Me agaché, haciéndome un ovillo, abrazándome, cerré los ojos con fuerza. Podía escuchar lamentos, jadeas, podía escucharlos hablar.
"¡Dame lo que me pertenece!", gritó una voz macabra. El sonido resonó en mi mente, helado, despiadado. Grité con todas mis fuerzas, intentando escapar del miedo que me envolvía. Pero no había salida, el terror era total, asfixiante. Abrí los ojos y miré.
A lo lejos, vi una figura que se acercaba lentamente. En la oscuridad que me rodeaba, distinguí el rojo de su cabello y el verde intenso de sus ojos. Sentí un escalofrío recorrer todo mi cuerpo. Aquello que venía hacia mí era más retorcido y malvado que aquellas cosas monstruosas que me perseguían, podía sentir lo podrido y malvado de aquella presencia, y lo peor era que sabia muy en el fondo, que esa cosa quería devorarme.
De repente, sentí unas manos a mi alrededor. Con un golpe seco las aparté, estaba muerta de miedo. y, de golpe, estaba fuera del establo. Viggo me miraba, confuso, como si no entendiera lo que acababa de suceder.
Mis manos temblaban incontrolablemente. Me limpié las lágrimas con ellas, todavía temblorosas, y me levanté como pude. Él se acercó, con cautela, pero yo no podía quedarme allí. Empecé a caminar, alejándome, sintiendo como algo me observaba. Me detuve y mire detrás de mí, Viggo me observaba, pero mas allá, se veía una figura sombría. Esto era una pesadilla. Y yo odiaba las pesadillas, necesitaba con urgencia salir de este puto lugar, ya estaba cansada, y solo quería recostarme en mi cama caliente y olvidarme de todo esto que me paso.
Viggo se acercó a mí, me agarró del brazo con brusquedad y me arrastró de nuevo al establo. Me soltó de golpe y me miró directo a los ojos con intensidad.
—¿Qué carajo fue eso? —preguntó.
Tragué en seco. Si le decía la verdad, seguramente pensaría que estaba loca. Después de lo que había vivido, ya no sabía si podía soportarlo mucho más. Estaba jodida. Necesitaba un psicólogo o algo que me ayudara, porque no sabía cuánto tiempo más podría mantener la cordura.
—No lo sé —le respondí, intentando sonar calmada.
Viggo no parecía convencido. Me agarró de los hombros con fuerza y me empujó contra la madera, haciendo que mi espalda se estrellara con un golpe sordo.
—¿Estás segura? Si haces algo estúpido, te juro que mi espada será la que te corte la cabeza. Así que ve con cuidado —me advirtió, su tono era gélido, y por un momento el me dio miedo.
Lo empujé con toda la fuerza que tenía y lo miré con rabia, si, tal vez él era más grande y fuerte, y si, tal vez termine muerta por defenderme, pero no voy a permitir que el me trate de esa manera.
—No me amenaces. ¿Y qué se supone que voy a hacer? Estoy en este puto lugar, sola, no conozco a nadie. Mis padres deben estar desesperados, tal vez piensen que estoy muerta —le dije, dejando que la furia se desbordara en cada palabra.
Viggo me miró con frialdad, como si yo fuese lo peor que existiera en este mundo.
—Acostúmbrate, de aquí no podrás salir nunca —dijo con voz fría.
Las lágrimas empezaron a brotar sin control, nublando mi vista. Escuchar esas palabras en voz alta era como un golpe brutal.
—Buscaré una manera... no me quedaré aquí, y menos con alguien como tú —le solté con rabia.
Viggo se acercó de nuevo, esta vez con pasos decididos. Retrocedí hasta que mi espalda chocó contra la madera de nuevo. Quería correr, pero el miedo a encontrarme otra vez en esa asquerosa cueva me paralizaba.
—Tú... eres mía, y tú te quedaras aquí el tiempo que a mí se me dé la gana —dijo, su voz baja pero cargada de algo que no pude descifrar.
El apretó mi mandíbula con tanta fuerza que me hizo daño. Sus ojos, azules y fríos, brillaban con un odio inexplicable. ¿Pero por qué? ¿Por qué me odiaba?
—Me haces daño —logré decir con dificultad.
Su agarre fue aún más fuerte, él se inclinó, y su frente quedo pegada a la mía mientras sus ojos no se apartaban de los míos.
—Eso es lo que quiero, hacerte daño... que sufras —me dijo con una crueldad que me sorprendió.
Con todas mis fuerzas, aparté su mano y lo empujé, saliendo del establo con el corazón latiendo a mil por hora. Afuera estaba Kieran, el hermano de Viggo. Me miró, y luego su mirada se fijó en algo más allá de mí. Me giré y vi a Viggo acercándose con furia.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Viggo, con un tono de voz tan molesto que era casi un gruñido.
Kieran se acercó a mí, me miró con preocupación, y con cuidado acarició mi mejilla.
—¿Estás bien? —me preguntó, su voz suave.
Viggo lo empujó de un golpe, apartándolo de mí. Me metí entre los dos, apartándolos antes de que algo peor ocurriera. Los ojos de Viggo estaban tan dilatados que se veían casi negros, no entendía a este hombre en lo más mínimo.
—Aléjate de ella —le dijo Viggo a Kieran en tono de advertencia.
Yo no entendía nada. Empujé a Viggo un par de veces, llena de frustración y furia. ¿Qué carajo le pasaba? Yo no era de su propiedad.
—¡Tú no eres nadie para decidir quién se acerca a mí! ¿Qué te pasa? ¡Aléjate tú de mí! —le grité, incapaz de contenerme.
Viggo me miró por un momento, su expresión oscura, y luego se alejó rápidamente. Me di la vuelta y miré a Kieran, que parecía tan furioso como yo.
—Lo siento, pero tu hermano necesita con urgencia ayuda con su manejo de la ira —le dije, tratando de calmarme.
—Es un imbécil —respondió él, con una frialdad que me sorprendió, esta familia estaba loca por completo.
Miré a Viggo, que se alejaba con pasos firmes. Después mire a Kieran; quien se veía muy molesto.
—Vamos, te llevo adentro, la comida se enfriará —dijo Kieran con una sonrisa, como si todo lo que había ocurrido hace unos segundos se hubieran borrado de su memoria.
Ahora que lo pienso, nunca había visto a Viggo sonreír. Quizás, si lo hiciera, su rostro se fracturaría en mil pedazos.
Después de cenar, volví a la habitación. Me senté en la cama y, perdida, miré a la nada. Ya era de noche, y aunque me costara aceptarlo, huir de aquí sería un suicidio. Viggo tenía razón, haber terminado en este lugar fue lo mejor que me pudo pasar, al menos por ahora. A pesar de lo extraño que todo se sentía, estaba a salvo... o eso quería creer.Me quité el vestido y lo dejé a un lado, quedándome con una bata blanca. Me acosté en la cama, buscando acomodo, pero era imposible. La cama era dura, casi como dormir en el suelo. Cerré los ojos, intentando conciliar el sueño, pero cada pequeño ruido me parecía ensordecedor. Me desesperaba.Empecé a respirar lentamente, tratando de relajarme, contando hasta que el sueño finalmente comenzó a arrastrarme. Pero justo cuando estaba a punto de quedarme dormida, escuché algo... un sonido parecido a latidos. Abrí los ojos de golpe y miré a mi alrededor. La habitación estaba demasiado oscura, excepto por una luz que parpadeaba bajo la puerta. Se mo
No había pegado el ojo en toda la noche. La pierna de Renee se subió sobre mí, aplastando mi polla, y con cada pequeño movimiento que hacía, mi cuerpo reaccionaba al instante, sin darme tregua. Aún no me había corrido, porque tengo un buen autocontrol, pero si seguía así, no aguantaría mucho más. Mi mente se inundaba de una sola cosa: follarla. Quitar esa pierna que me presionaba, abrirla de par en par y exponer su coño frente a mí. Mi boca deseaba más que nada hundirse en su centro, metiendo la lengua lo más profundo posible, lamiendo cada rincón hasta sentir su sabor, hasta que quede completamente satisfecho, y ella exhausta bajo mi cuerpo.Un jadeo suave escapó de los labios de Renee. La miré, y ella abrió los ojos lentamente, sus labios curvándose en esa sonrisa que siempre me desarmaba. Esa maldita sonrisa.—Buenos días, leñador, soñé contigo —dijo con una expresión traviesa, provocativa, mientras sus ojos recorrían mi cuerpo, alimentando el fuego que ardía en mí.Aparté su piern
Días después.Después de lo que pasó, ella me ignoró por completo, como si yo no existiera. Pasaba junto a mí sin detenerse, y al principio no me molestó, pero ahora hervía de rabia. Más aún al verla junto a mi hermano, que le sonreía todo el tiempo. No sé si era la indiferencia lo que me volvía loco, o el hecho de que pudiera estar disfrutando de la compañía de otro. Mi hermano, para colmo.Hoy, algunos líderes habían llegado. Mi padre había enviado mensajes sobre lo ocurrido, claro, omitiendo lo de ella, aunque en algún momento la verdad tendría que revelarse. No había forma de escapar de ese destino, tarde o temprano, todo saldría a la luz.Me masajeé el cuello. Llevaba varios días sin dormir bien y me sentía agotado.—¿Estás bien? —preguntó mi padre con una expresión de preocupación.—Sí, solo estoy un poco cansado —intenté sonar convincente.Él asintió, pero su preocupación seguía allí, y eso me incomodaba. Yo había jurado no darle problemas, había decidido ser perfecto en todo l
Helene no dejaba de mirarme mientras sonreía, claramente divirtiéndose con alguna loca idea sobre lo que pasaba entre su pesado hermano y yo, pero la realidad era que no pasaba nada, el me evitaba como la peste, y eso, me molestaba, sabía que le gustaba.—No me gusta tu hermano Viggo. De hecho, me parece más lindo tu otro hermano —le dejé claro, intentando desviar cualquier malentendido.Su sonrisa se amplió aún más. Era obvio que no me creía. ¿A quién quería engañar? Se me notaba a leguas cuánto me gustaba Viggo. Él era un dios andante: cuerpo de modelo de ropa interior y rostro de hombre que sabes que te partirá el corazón. Pero no me importaba. Que me partiera todo lo que quisiera y yo sería feliz.—¿Estás segura? Lo miras mucho, y no es por ser chismosa, pero hace dias te vi entrar a su habitación y no volviste a salir —me dijo.Me quedé helada, intentando mirar a otro lado, pero sentía su mirada fija en mi nuca, quemándome.—No hicimos nada, solo quería algo de compañía para dorm
Llevé a Renee a mi habitación y la senté en la cama. La miré por un muy largo tiempo, tenía muchas preguntas. Verla caminar hacia esa cosa me estaba volviendo loco.—¿Puedes dejar de mirarme? —me preguntó mientras lloraba.—¿Qué carajo estabas pensando? —le grité.Ella abrió los ojos como platos y lloró mucho más.—Perdón —me dijo.¿Perdón? ¿De verdad cree que con pedirme perdón iba a cambiar algo? Agarré su brazo con fuerza, levantandola. ella lloró aún más, golpeando mi brazo para que la soltara.—¡Me haces daño! —me gritó con desesperación.La lancé a la cama y la miré con odio. Muy en el fondo sabía que ella estaba actuando, que todo esto lo hacía para manipularme, como una vez lo hizo con mi padre.—Habla, o voy a matarte —le advertí.Nunca me había sentido tan furioso en mi vida, pero ella sacaba lo peor de mí. Renee se levantó de la cama y me enfrentó, ahora furiosa.—¡Mátame entonces! —me gritó.Levanté la mano para golpearla, pero me detuve. Ella me miraba con tanto terror qu
Entré a la casa agitada, con el corazón latiendo con fuerza y las manos temblando. Lo que acababa de pasar era una completa locura. ¿Cómo demonios había revivido a ese animal? Me mordisqueé la uña mientras caminaba hacia mi habitación, tratando de calmar todos los pensamientos y preguntas que me atormentaban. Al llegar a la puerta, ahí estaba Viggo, con esa expresión sombría que lo acompañaba siempre.Puse los ojos en blanco y lo miré mal. Lo empujé a un lado sin decir nada, abriendo la puerta y entrando, intentando ignorar su presencia.—¿Dónde estabas? —preguntó desde detrás de mí, su voz dura y molesta. Me giré de inmediato, lo enfrenté, y no me sorprendió ver el enfado en su rostro. Siempre estaba enojado.—Estaba follando con tu hermano —le solté sin pensarlo, esperando ver algo más que su eterna ira.Su reacción fue inmediata. Empezó a caminar hacia mí con una intensidad que me hizo retroceder hasta que mi espalda se estrelló contra la pared. Me quedé sin escape, atrapada entre
La mano de Viggo se cerró en mi muñeca y empezó a arrastrarme con él. Yo aún estaba en shock, pero no pude evitar echarle un vistazo a sus muy lindas y bien formadas nalgas. ¡Por todos los dioses! Sacudí la cabeza, reprendiéndome, ni en momentos como estos podía dejar mi calentura a un lado. ¿Qué me estaba pasando? ¿Acaso estaba perdiendo la poca cordura que me quedaba?Viggo me metió a una habitación y me miró de arriba a abajo, sus ojos clavándose en mí con una intensidad que me hizo tragar saliva.—Quítate el vestido —me pidió con una seriedad que me dejó en blanco.Abrí la boca, lista para decir algo, pero la cerré de inmediato. ¿De verdad quería hacerlo aquí? ¡Ahora! Mi cerebro explotaba en confusión, y antes de que pudiera procesarlo, él me lanzó una mirada fulminante. Se giró rápidamente y empezó a revolver entre sus cosas. Cuando se volvió hacia mí, me lanzó un conjunto de ropa que aterrizó sobre mi cara.—Necesito que corras, y con ese vestido no llegarás ni a la puerta —dijo
Cuando salimos, lo que vi fue un caos total. Cientos de esas cosas estaban esparcidas por todas partes, y los cuerpos de hombres y mujeres yacían inmóviles, esparcidos como muñecos rotos. Sentí que el estómago se me revolvía, y sin darme cuenta, apreté el brazo de Viggo como si eso pudiera protegerme de todo.—Si esto es un sueño, por favor, despiértame —le supliqué, casi en un susurro.—No lo es —me contestó Viggo, con una calma que me hizo preguntarme si estaba más loco que yo o simplemente ya había perdido el miedo a todo.El padre de Viggo, Eirik, se acercó a nosotros con esa seriedad abrumadora que parecía ser un rasgo familiar. Me lanzó una mirada rápida, luego centró su atención en su hijo, agarrándolo del brazo y escaneándolo con los ojos, como si pudiera ver más allá de la carne.—¿Qué pasó? —preguntó, señalando la herida en el abdomen de Viggo.—Me distraje, pero estoy bien —le mintió Viggo con una cara tan tranquila que casi me lo creí yo también.Eirik me lanzó una mirada