7

Corrí tras él, pero al salir del establo, todo lo que encontré fue oscuridad. De repente, estaba en aquella cueva otra vez. Miré de un lado a otro, desesperada, pero no podía encontrar una salida. Mi respiración comenzó a descontrolarse, el pánico me invadió por completo. Me agaché, haciéndome un ovillo, abrazándome, cerré los ojos con fuerza. Podía escuchar lamentos, jadeas, podía escucharlos hablar.

"¡Dame lo que me pertenece!", gritó una voz macabra. El sonido resonó en mi mente, helado, despiadado. Grité con todas mis fuerzas, intentando escapar del miedo que me envolvía. Pero no había salida, el terror era total, asfixiante. Abrí los ojos y miré.

A lo lejos, vi una figura que se acercaba lentamente. En la oscuridad que me rodeaba, distinguí el rojo de su cabello y el verde intenso de sus ojos. Sentí un escalofrío recorrer todo mi cuerpo. Aquello que venía hacia mí era más retorcido y malvado que aquellas cosas monstruosas que me perseguían, podía sentir lo podrido y malvado de aquella presencia, y lo peor era que sabia muy en el fondo, que esa cosa quería devorarme.

De repente, sentí unas manos a mi alrededor. Con un golpe seco las aparté, estaba muerta de miedo. y, de golpe, estaba fuera del establo. Viggo me miraba, confuso, como si no entendiera lo que acababa de suceder.

Mis manos temblaban incontrolablemente. Me limpié las lágrimas con ellas, todavía temblorosas, y me levanté como pude. Él se acercó, con cautela, pero yo no podía quedarme allí. Empecé a caminar, alejándome, sintiendo como algo me observaba. Me detuve y mire detrás de mí, Viggo me observaba, pero mas allá, se veía una figura sombría. Esto era una pesadilla. Y yo odiaba las pesadillas, necesitaba con urgencia salir de este puto lugar, ya estaba cansada, y solo quería recostarme en mi cama caliente y olvidarme de todo esto que me paso.

Viggo se acercó a mí, me agarró del brazo con brusquedad y me arrastró de nuevo al establo. Me soltó de golpe y me miró directo a los ojos con intensidad.

—¿Qué carajo fue eso? —preguntó.

Tragué en seco. Si le decía la verdad, seguramente pensaría que estaba loca. Después de lo que había vivido, ya no sabía si podía soportarlo mucho más. Estaba jodida. Necesitaba un psicólogo o algo que me ayudara, porque no sabía cuánto tiempo más podría mantener la cordura.

—No lo sé —le respondí, intentando sonar calmada.

Viggo no parecía convencido. Me agarró de los hombros con fuerza y me empujó contra la madera, haciendo que mi espalda se estrellara con un golpe sordo.

—¿Estás segura? Si haces algo estúpido, te juro que mi espada será la que te corte la cabeza. Así que ve con cuidado —me advirtió, su tono era gélido, y por un momento el me dio miedo.

Lo empujé con toda la fuerza que tenía y lo miré con rabia, si, tal vez él era más grande y fuerte, y si, tal vez termine muerta por defenderme, pero no voy a permitir que el me trate de esa manera.

—No me amenaces. ¿Y qué se supone que voy a hacer? Estoy en este puto lugar, sola, no conozco a nadie. Mis padres deben estar desesperados, tal vez piensen que estoy muerta —le dije, dejando que la furia se desbordara en cada palabra.

Viggo me miró con frialdad, como si yo fuese lo peor que existiera en este mundo.

—Acostúmbrate, de aquí no podrás salir nunca —dijo con voz fría.

Las lágrimas empezaron a brotar sin control, nublando mi vista. Escuchar esas palabras en voz alta era como un golpe brutal.

—Buscaré una manera... no me quedaré aquí, y menos con alguien como tú —le solté con rabia.

Viggo se acercó de nuevo, esta vez con pasos decididos. Retrocedí hasta que mi espalda chocó contra la madera de nuevo. Quería correr, pero el miedo a encontrarme otra vez en esa asquerosa cueva me paralizaba.

—Tú... eres mía, y tú te quedaras aquí el tiempo que a mí se me dé la gana —dijo, su voz baja pero cargada de algo que no pude descifrar.

El apretó mi mandíbula con tanta fuerza que me hizo daño. Sus ojos, azules y fríos, brillaban con un odio inexplicable. ¿Pero por qué? ¿Por qué me odiaba?

—Me haces daño —logré decir con dificultad.

Su agarre fue aún más fuerte, él se inclinó, y su frente quedo pegada a la mía mientras sus ojos no se apartaban de los míos.

—Eso es lo que quiero, hacerte daño... que sufras —me dijo con una crueldad que me sorprendió.

Con todas mis fuerzas, aparté su mano y lo empujé, saliendo del establo con el corazón latiendo a mil por hora. Afuera estaba Kieran, el hermano de Viggo. Me miró, y luego su mirada se fijó en algo más allá de mí. Me giré y vi a Viggo acercándose con furia.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Viggo, con un tono de voz tan molesto que era casi un gruñido.

Kieran se acercó a mí, me miró con preocupación, y con cuidado acarició mi mejilla.

—¿Estás bien? —me preguntó, su voz suave.

Viggo lo empujó de un golpe, apartándolo de mí. Me metí entre los dos, apartándolos antes de que algo peor ocurriera. Los ojos de Viggo estaban tan dilatados que se veían casi negros, no entendía a este hombre en lo más mínimo.

—Aléjate de ella —le dijo Viggo a Kieran en tono de advertencia.

Yo no entendía nada. Empujé a Viggo un par de veces, llena de frustración y furia. ¿Qué carajo le pasaba? Yo no era de su propiedad.

—¡Tú no eres nadie para decidir quién se acerca a mí! ¿Qué te pasa? ¡Aléjate tú de mí! —le grité, incapaz de contenerme.

Viggo me miró por un momento, su expresión oscura, y luego se alejó rápidamente. Me di la vuelta y miré a Kieran, que parecía tan furioso como yo.

—Lo siento, pero tu hermano necesita con urgencia ayuda con su manejo de la ira —le dije, tratando de calmarme.

—Es un imbécil —respondió él, con una frialdad que me sorprendió, esta familia estaba loca por completo.

Miré a Viggo, que se alejaba con pasos firmes. Después mire a Kieran; quien se veía muy molesto.

—Vamos, te llevo adentro, la comida se enfriará —dijo Kieran con una sonrisa, como si todo lo que había ocurrido hace unos segundos se hubieran borrado de su memoria.

Ahora que lo pienso, nunca había visto a Viggo sonreír. Quizás, si lo hiciera, su rostro se fracturaría en mil pedazos.

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