Helene no dejaba de mirarme mientras sonreía, claramente divirtiéndose con alguna loca idea sobre lo que pasaba entre su pesado hermano y yo, pero la realidad era que no pasaba nada, el me evitaba como la peste, y eso, me molestaba, sabía que le gustaba.
—No me gusta tu hermano Viggo. De hecho, me parece más lindo tu otro hermano —le dejé claro, intentando desviar cualquier malentendido.Su sonrisa se amplió aún más. Era obvio que no me creía. ¿A quién quería engañar? Se me notaba a leguas cuánto me gustaba Viggo. Él era un dios andante: cuerpo de modelo de ropa interior y rostro de hombre que sabes que te partirá el corazón. Pero no me importaba. Que me partiera todo lo que quisiera y yo sería feliz.
—¿Estás segura? Lo miras mucho, y no es por ser chismosa, pero hace dias te vi entrar a su habitación y no volviste a salir —me dijo.
Me quedé helada, intentando mirar a otro lado, pero sentía su mirada fija en mi nuca, quemándome.
—No hicimos nada, solo quería algo de compañía para dormir. Y tu hermano es, por decirlo así, más cercano a mí —le di como excusa. Una muy pobre excusa.
—no soy una niña, creo que tenemos la misma edad— me dijo.
La miré y le sonreí un poco.
—de verdad no hicimos nada, tu hermano no me soporta— le dije.
Helene me quedo mirando, podía notar que quería decir algo.
—tal vez piensa que eres peligrosa—comentó de repente.
Sonreí sorprendida. ¿Peligrosa, yo? ¿De qué parte de mi cuerpo estaban hablando? Solté una carcajada. No pude evitarlo, aquello que había dicho era lo más absurdo que había escuchado en la vida.
—No soy peligrosa. O bueno, lo soy cuando hay descuentos en mi tienda de ropa favorita. Puedo lanzar a un lado hasta a mi propia madre solo por conseguir un par de jeans —le aseguré con una sonrisa. Aunque, en este lugar, no había tiendas, ni tenía dinero, así que no debían preocuparse por eso.
—Eres muy chistosa. ¿De dónde vienes, es lindo? —me preguntó con curiosidad.
Asentí de inmediato, recordando las maravillas de mi tiempo.
—Es maravilloso, estoy segura de que te encantaría —le dije, con una sonrisa nostálgica.
Ella asintió, y seguimos caminando juntas por el lugar. A mí no me gustaban los entornos silvestres, y aquí estaba, atrapada en medio de uno. Y lo peor es que no podía salir.
—¿Esos tipos que están con tu padre y Viggo, quiénes son? —le pregunté, curiosa.
Helene me miró y suspiró.
—Son líderes de otras manadas. Con lo que ocurrió, todos deben estar estresados y preocupados —me respondió.
—¿Manadas? —pregunté, intrigada.
Helene sonrió y se detuvo. Yo también me detuve, mirándola expectante.
—No sé si en tu tiempo existen las brujas y los hombres lobo, pero aquí sí existen. También existen otros tipos de criaturas —dijo con seriedad.
—En películas y series —le respondí, algo desconcertada.
Ella me miró confundida.
—En cuentos y leyendas —le aclaré.
—Pues aquí son reales. Viggo es uno. Yo también lo soy —me dijo.
—¿Viggo es qué? —pregunté con curiosidad.
Helene se mordió el labio, tratando de ocultar una sonrisa.
—Un hombre lobo. Es un alfa, tal vez sea el próximo líder de esta manada —me dijo.
Vaya, ahora no solo era salvaje... ¡Era todo un animal! Sonreí con malicia. Definitivamente, tenía que convencerlo para que se dejara querer. No quería volver sin haberme comido a ese hombre. Mi primera vez debía ser magnífica, y con él lo sería. No todas las mujeres podían alardear de haber estado con un hombre lobo, y menos con uno tan sexy como él.
—¿Tu hermano tiene pareja? —le pregunté con un toque de curiosidad.
Helene sonrió de oreja a oreja.
—Kieran, no tu otro hermano —le aclaré rápidamente.
—Creo que no, pero deberías preguntárselo tú misma —me sugirió con picardía.
De repente, el aire se llenó de gritos. Helene y yo nos espantamos, mirando de un lado a otro en busca de la fuente del alboroto. Un par de mujeres corrían despavoridas. Helene me agarró de la mano e intentó arrastrarme con ella, pero mis pies estaban pegados al suelo. Detrás de las mujeres venían esas criaturas horribles.
—¡Renee, vamos! —gritó Helene, desesperada.
Pero mis pies se quedaron pegados al suelo, como si algo los sujetara con fuerza. El sonido de los gritos se volvió distante. Esas asquerosas criaturas corrían hacia mí. Las miré con horror. Se veían aún peor que los que vi antes: monstruos de carne corrompida, sus ojos vacíos y garras deformes. Mi respiración se aceleraba y el pánico me invadía. Sentía que mis pulmones se cerraban, y las lágrimas comenzaron a correr por mi rostro sin control.
Helene seguía tirando de mí, desesperada, pero mi cuerpo se negaba a responder. Era como si me hubieran arrancado el alma. Sentí cómo su agarre se deslizaba lentamente, soltándose de mi brazo.
Las criaturas estaban cada vez más cerca. El hedor putrefacto que las envolvía impregnaba el aire, volviéndolo irrespirable. Una de ellas se adelantó, estirando su garra hacia mí, sus dedos huesudos rozando apenas mi piel. A solo centímetros de mi rostro, di un paso adelante. Algo dentro de mí anhelaba su toque. La mano de aquella cosa rozó mi mejilla, helada y áspera.
De repente, sentí el brazo de alguien envolviendo mi cintura, tirando de mí hacia atrás. Todo se convirtió en un borrón. Antes de que pudiera procesarlo, una espada brillante destelló frente a mí, cortando el aire. La cabeza de la criatura rodó hacia el suelo con un sonido grotesco, y un chorro de sangre negra y densa me salpicó el rostro.
La visión fue tan abrupta y brutal que, por un segundo, pensé que estaba en medio de una alucinación. Mis rodillas cedieron, y justo cuando sentía que me desplomaría en la oscuridad, ese brazo se apretó mucho más en mí, sosteniéndome.
—Todo está bien —dijo la voz calmada de Viggo.
Empecé a respirar otra vez. Me di la vuelta y miré a Viggo, que se veía preocupado. Lo abracé con fuerza y lloré en su pecho. Me sentía petrificada. Confundida por lo que había pasado, yo estaba dispuesta a ir con esas criaturas. Estaba segura de que me habían hecho algo.
—Mataron a un par de hombres —dijo alguien.
Abracé a Viggo con más fuerza. No me gustaba escuchar tales cosas. Quería irme de aquí. Intenté alejarme de Viggo, pero él no me lo permitió; me atrajo de nuevo hacia su pecho, envolviéndome en su calor protector.
—Te quedas conmigo, y tranquila, todo estará bien —me dijo, su voz suave y reconfortante.
Pero yo sabía que nada estaba bien. Esas criaturas me querían a mí. Era mi culpa que esos hombres hubieran muerto. Era mi culpa la muerte de Camil. Todo esto era mi culpa. Dios, yo era una asesina.
Llevé a Renee a mi habitación y la senté en la cama. La miré por un muy largo tiempo, tenía muchas preguntas. Verla caminar hacia esa cosa me estaba volviendo loco.—¿Puedes dejar de mirarme? —me preguntó mientras lloraba.—¿Qué carajo estabas pensando? —le grité.Ella abrió los ojos como platos y lloró mucho más.—Perdón —me dijo.¿Perdón? ¿De verdad cree que con pedirme perdón iba a cambiar algo? Agarré su brazo con fuerza, levantandola. ella lloró aún más, golpeando mi brazo para que la soltara.—¡Me haces daño! —me gritó con desesperación.La lancé a la cama y la miré con odio. Muy en el fondo sabía que ella estaba actuando, que todo esto lo hacía para manipularme, como una vez lo hizo con mi padre.—Habla, o voy a matarte —le advertí.Nunca me había sentido tan furioso en mi vida, pero ella sacaba lo peor de mí. Renee se levantó de la cama y me enfrentó, ahora furiosa.—¡Mátame entonces! —me gritó.Levanté la mano para golpearla, pero me detuve. Ella me miraba con tanto terror qu
Entré a la casa agitada, con el corazón latiendo con fuerza y las manos temblando. Lo que acababa de pasar era una completa locura. ¿Cómo demonios había revivido a ese animal? Me mordisqueé la uña mientras caminaba hacia mi habitación, tratando de calmar todos los pensamientos y preguntas que me atormentaban. Al llegar a la puerta, ahí estaba Viggo, con esa expresión sombría que lo acompañaba siempre.Puse los ojos en blanco y lo miré mal. Lo empujé a un lado sin decir nada, abriendo la puerta y entrando, intentando ignorar su presencia.—¿Dónde estabas? —preguntó desde detrás de mí, su voz dura y molesta. Me giré de inmediato, lo enfrenté, y no me sorprendió ver el enfado en su rostro. Siempre estaba enojado.—Estaba follando con tu hermano —le solté sin pensarlo, esperando ver algo más que su eterna ira.Su reacción fue inmediata. Empezó a caminar hacia mí con una intensidad que me hizo retroceder hasta que mi espalda se estrelló contra la pared. Me quedé sin escape, atrapada entre
La mano de Viggo se cerró en mi muñeca y empezó a arrastrarme con él. Yo aún estaba en shock, pero no pude evitar echarle un vistazo a sus muy lindas y bien formadas nalgas. ¡Por todos los dioses! Sacudí la cabeza, reprendiéndome, ni en momentos como estos podía dejar mi calentura a un lado. ¿Qué me estaba pasando? ¿Acaso estaba perdiendo la poca cordura que me quedaba?Viggo me metió a una habitación y me miró de arriba a abajo, sus ojos clavándose en mí con una intensidad que me hizo tragar saliva.—Quítate el vestido —me pidió con una seriedad que me dejó en blanco.Abrí la boca, lista para decir algo, pero la cerré de inmediato. ¿De verdad quería hacerlo aquí? ¡Ahora! Mi cerebro explotaba en confusión, y antes de que pudiera procesarlo, él me lanzó una mirada fulminante. Se giró rápidamente y empezó a revolver entre sus cosas. Cuando se volvió hacia mí, me lanzó un conjunto de ropa que aterrizó sobre mi cara.—Necesito que corras, y con ese vestido no llegarás ni a la puerta —dijo
Cuando salimos, lo que vi fue un caos total. Cientos de esas cosas estaban esparcidas por todas partes, y los cuerpos de hombres y mujeres yacían inmóviles, esparcidos como muñecos rotos. Sentí que el estómago se me revolvía, y sin darme cuenta, apreté el brazo de Viggo como si eso pudiera protegerme de todo.—Si esto es un sueño, por favor, despiértame —le supliqué, casi en un susurro.—No lo es —me contestó Viggo, con una calma que me hizo preguntarme si estaba más loco que yo o simplemente ya había perdido el miedo a todo.El padre de Viggo, Eirik, se acercó a nosotros con esa seriedad abrumadora que parecía ser un rasgo familiar. Me lanzó una mirada rápida, luego centró su atención en su hijo, agarrándolo del brazo y escaneándolo con los ojos, como si pudiera ver más allá de la carne.—¿Qué pasó? —preguntó, señalando la herida en el abdomen de Viggo.—Me distraje, pero estoy bien —le mintió Viggo con una cara tan tranquila que casi me lo creí yo también.Eirik me lanzó una mirada
Viggo se acercó a nosotros, el tipo me soltó y se alejó como si tocarme le quemara. miré con desprecio a Viggo, algo no cuadraba. No era normal que me tratara de esa forma. ¿Y si era verdad lo que Kieran me había dicho? ¿Y por eso e estaba tratando así? Todo era tan ridículo.—No me quedaré con ustedes. ¡Tengo miedo de esas cosas! No puedes obligarme —dije, cruzando los brazos y mirándolo con la barbilla levantada, estaba dispuesta a luchar por mis derechos.—Vendrás con nosotros. No te quiero cerca de mi madre y mi hermana. No te quiero cerca de las personas que amo —me soltó, frío como un iceberg.Tragué en seco. Si había hecho algo malo, lo más sensato era que me lo dijera, pero en lugar de eso, me trataba como basura todo el tiempo.—¿Qué hice para que me odies así? —le pregunté, ya sin filtros—. ¡Perdón por aparecer en tu vida ese día! Perdón si te hice daño, ¡perdón por lo que sea que hice! Pero no puedes condenarme a una muerte segura.Me miró de arriba abajo como si fuera un o
Fui arrastrada junto a Viggo, que se veía en un estado terrible, con horribles heridas por todo su cuerpo, mientras la sangre seguía fluyendo sin parar. Eirik me colocó grilletes en las muñecas y el cuello, tratándome como si fuera un animal peligroso del cual debían protegerse. Me sentía completamente indefensa, como si todo el control sobre mi vida se hubiera esfumado.—Lo siento— lloriqueé.Yo no sabía que podía hacer tales cosas, y menos que podía controlar a esas criaturas.—¡Deja de hablar!— gruñó Viggo, viéndose tan mal.Quería acercarme a él y ayudarlo, pero tenía el presentimiento de que, si lo hacía, él me mataría.—De verdad lo siento, yo ni siquiera sé cómo pasó todo esto— le dije, tratando de calmar la situación.—¡Que te calles!— me gritó.—¡No me grites! Todo es tu culpa— lo acusé.Él intentó levantarse, pero su padre lo evitó.—Esto es importante, no deberían pelear como perros y gatos— nos regañó.Yo no quería pelear con él, solo quería salir de este lugar y volver a
Saque el pedazo de tela de mi boca y lo tiré a un lado de la cama. Viggo, sentado en una silla frente a mí, me observaba con esa seriedad gélida que siempre lo acompañaba. Su mirada parecía atravesarme.Me recosté con dificultad y un dolor punzante recorrió mi espalda. Me quejé, tratando de acomodarme, pero el ardor no me dejaba en paz.—Cállate —gruñó Viggo.Puse los ojos en blanco, conteniendo las ganas de gritarle.—Me duele. Eres un idiota por no tener ni una pizca de compasión —murmuré, intentando mantener la calma.Él se levantó de la silla de golpe. Mi corazón se aceleró, y de inmediato comencé a arrastrarme sobre la cama, queriendo poner distancia entre nosotros.—¿Dónde te duele? —preguntó, sin rastro de emoción en su voz.—En la espalda baja —respondí, incapaz de apartar la mirada de su expresión.Sin ningún tipo de delicadeza, me dio la vuelta, colocándome en una posición incómoda. Sentí cómo levantaba mi camisa, y su toque frío recorrió mi piel en el punto exacto donde dol
Viggo se apartó de mí lentamente, como queriendo no despertarme. Me tapó con cuidado y se sentó en la silla frente a mí, mirándome. Lo observe por unos minutos, y el no aparto la mirada de mí, hasta tal punto de hacerme sentir incomoda.—¿Te quedarás ahí toda la noche? —le pregunté, sin dejar de observarlo.—Duerme, saldremos con los primeros rayos del sol —me dijo, su voz tan baja que casi se perdió en el silencio de la habitación.Me senté en la cama, molesta por su indiferencia.—¿A dónde vamos? ¿Y no crees que amarrarme así es exagerado? —le pregunté, esperando que al menos me diera una respuesta decente.—Duérmete —volvió a decirme, con ese tono firme que me irritaba.—Merezco saber a dónde vamos, y qué es lo que harán conmigo —insistí, mi paciencia desvaneciéndose. Ya me estaba molestando. Si todo esto me involucraba a mí, lo más lógico era que me lo dijeran.Viggo suspiró, como si mis palabras fueses molestas.—No lo sé, padre es quien nos guiará, pero lo más probable es que ir