6

Me di un baño que necesitaba con urgencia. Lo más destacado, y lo que más felicidad me dio, fue el jabón. Para mi sorpresa, olía increíblemente bien. Ahora entiendo por qué el leñador olía tan bien. Aunque lamentablemente, lavar mi cabello con jabón seguramente lo dejaría seco y sin vida, pero al menos estaría limpio. Después de gastar varias cubetas de agua, al fin logré quitarme la peste, y mi cabello rojo volvió a tener algo de vida.

Me envolví en un pedazo de tela y salí del baño. En la habitación estaba la madre del leñador, sosteniendo un vestido en las manos. Me acerqué a ella con una sonrisa.

—Gracias por todo lo que está haciendo por mí, de verdad se lo agradezco muchísimo —le dije.

Ella me entregó el vestido y asintió con la cabeza.

—Era de mi hija. Creo que te quedará muy bien —me dijo.

Miré el vestido, era precioso. Me encantaba.

—En Halloween me disfracé de la reina victoria, me fascinan estos vestidos —le comenté con entusiasmo.

Ella sonrió levemente y asintió de nuevo.

—¿El leñador donde esta? —pregunté con curiosidad.

Ella frunció el ceño, como si no entendiera.

—Lo siento, es que no sé cómo se llama su hijo, y parece un leñador—aclaré rápidamente.

Ella asintió y me dio una ligera sonrisa.

—Se llama Viggo —me dijo.

Asentí con la cabeza. Viggo. Me gustaba ese nombre. Era fuerte y le quedaba perfecto.

—Te dejo para que te cambies. Viggo vendrá por ti en un momento, vamos a cenar y te presentaré a mi familia —me dijo antes de girarse para salir de la habitación. La detuve suavemente agarrando su brazo, y ella me miró de nuevo.

—Viggo me dijo que usted podría regresarme a mi tiempo. No quiero menospreciar el suyo, pero tengo un trabajo, mis padres... una vida. Y no quiero perderla —le dije, con sinceridad.

—De eso hablaremos en la cena. Ahora vístete —me respondió con calma antes de salir.

Asentí y me puse el vestido con rapidez. Me hice una trenza y me senté en la cama, que estaba, honestamente, jodidamente dura. ¿Cómo demonios dormía esta gente en algo así? Mi quiropráctico va a ganar mucho dinero cuando regrese.

Al rato, sonó la puerta. Me levanté y la abrí. Allí estaba Viggo, con una camisa y su habitual expresión de chico malo, cabello suelto, un mechón estaba detrás de su oreja.

—Te queda mejor el cabello atado —le dije, embobada mientras lo miraba más de lo debido.

Él alzó una ceja, sin decir nada. Su mirada ahora se veía mucho mas fría, era como si el solo verme le molestara.

—Vamos, nos están esperando —dijo con su tono serio.

Salí de la habitación y lo seguí. Su espalda era enorme, y él también. Yo mido uno setenta y cinco, así que no soy baja, pero apenas le llegaba a la barbilla.

Al llegar al comedor, me quedé impresionada por las personas que estaban allí. Todos eran increíblemente hermosos. La chica parecía una modelo, con su largo cabello negro y unos preciosos ojos azules. El hombre en la cabecera de la mesa, a pesar de su edad, también era muy atractivo. Mi mirada se desvió hacia otro chico, que era bastante parecido a Viggo. También era guapo, pero le faltaba algo para llegar a ser tan sexy como su hermano.

—Hola, ¿cómo están? Soy Renee, un gusto —los saludé con una sonrisa.

Viggo me llevó hasta mi asiento, y me senté de inmediato. Él tomó su lugar a mi lado, con la mirada fija en su madre. Yo tamborileé los dedos sobre la mesa, sintiendo la incomodidad del ambiente.

—¿Qué hacen para divertirse aquí? —pregunté, intentando sonar entusiasta.

La chica se rio un poco.

—Yo también me lo pregunto —comentó la chica, mirándome con una ligera sonrisa que me hizo sentir un poco más relajada.

—Soy Helene, por cierto. —me dijo— este es mi padre, Eirik, creo que ya conoces a mi madre, Tiana, y este es mi hermano mayor, Kieran. Y bueno, Viggo, que está a tu lado —me explicó ella con naturalidad.

Todos tenían nombres bonitos, como sacados de una saga épica.

—¿Es cierto que vienes del tiempo de mi madre? —preguntó Helene, con curiosidad.

Miré de inmediato a la señora Tiana. Ese era un dato que había omitido por completo. De repente, sentí un nudo en el estómago. Si ella seguía aquí, tal vez era porque no había podido regresar a su propio tiempo. ¿Acaso me esperaba el mismo destino?

—¿Eso es verdad? —pregunté—. Si se supone que vas a ayudarme, ¿por qué sigues aquí?

Ella no me respondió. Un silencio incómodo llenó la sala.

—sí, vengo de otro tiempo, y sigo aquí, porque me enamore— me dijo.

—¿pero puede llevar de vuelta a mi tiempo no? —le pregunte.

 Ella se quedó en silencio, el miedo y la incertidumbre me abrumaron. Me levanté bruscamente de la silla y salí corriendo del comedor, ignorando los gritos de Viggo que resonaban tras de mí.

—¡Detente! —escuché su voz, grave y firme, pero no hice caso.

Corrí sin parar, sin un rumbo claro, solo quería alejarme de todo. Mis pies me llevaron hasta un establo cercano, donde me escondí, sentándome en el suelo y cubriendo mi rostro con las manos. Las lágrimas seguían cayendo, mientras me sumía en el miedo de estar atrapada en este lugar para siempre. Yo no estaba dispuesta a renunciar a las cosas que con tanto esfuerzo he conseguido, no pienso renunciar a mis padres, me niego a quedarme en este lugar horrible.

Los pasos fuertes y decididos de Viggo se acercaron. Sabía que era él, pero no levanté la cabeza. No tenía la energía para enfrentarle.

—¿acaso estas loca? —me pregunto furioso.

—vete quiero estar sola— le dije en medio de mi llanto.

—deberías estar agradecida de haber terminado aquí y no en un lugar peor, ¿o prefieres estar en esa cueva? — me pregunto en tono frio.

Levanté la mirada, mis ojos enrojecidos por el llanto se encontraron con los suyos. Se veía serio, su mirada fría, se veía aun mas aterradora. Me puse de pie, acercándome lentamente a él. Viggo retrocedió un par de pasos, hasta que su espalda se apoyó contra las tablas del establo.

—¿Qué beneficios tiene estar aquí? —le pregunté.

Él no respondió de inmediato. En cambio, su mano acarició suavemente mi mejilla, y sus dedos rozaron mis labios con delicadeza. Sentí que mi respiración se detenía por un instante. Era una conexión que nunca había experimentado antes. Con él, un hombre al que apenas conocía, sentía una necesidad primitiva, una urgencia que nunca había sentido por nadie.

Me acerqué más, buscando su cercanía, y él inclinó su cabeza, rozando su nariz contra mi cuello. Su aliento cálido golpeando mi piel, despertando sensaciones que me recorrieron todo el cuerpo. Sin pensarlo, su lengua húmeda pasó por mi garganta, provocando un gemido involuntario que escapó de mis labios.

Necesitaba a este hombre más de lo que necesitaba respirar. Lo deseaba de tan mala manera, quería meterlo bajo mi piel, dios estaba tan urgida por sentirlo más cerca, por perderme en su toque. Era como si cada segundo sin su contacto fuera un tormento. Necesitaba que me tocara en lugares que nadie había tocado, sentirlo en cada rincón de mi piel, en lo más profundo de mi ser.

Tomé su mano y la puse entre mis piernas. El simple roce era tan satisfactoriamente electrizante, que un cosquilleo delicioso recorrió todo mi cuerpo. Su boca chupaba mi cuello,  sentí cómo sus dientes rozaban mi piel, encendiendo una chispa que me quemaba desde adentro.

—Fóllame —le supliqué con urgencia, ni yo podía reconocerme en este momento.

Pero entonces, sus caricias cesaron. Me empujó lejos, y lo miré, desconcertada. El rechazo me golpeó como una bofetada. ¿Acaso había hecho algo malo?

—Lo siento... yo no soy así —me disculpé, acercándome de nuevo, esperando que volviera a mí.

Pero Viggo se alejó, escapando como si mi toque lo quemara, como si yo fuese una peste. Me quedé allí, con la mente en blanco. ¿Tan repulsiva me encontraba?

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