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El camino se extendía cada vez más. Cada paso era como si cientos de agujas se incrustaran en mis pies, pero no había opción: teníamos que llegar, teníamos que salvar a todas estas personas. Y si la suerte estaba de nuestro lado, encontraríamos a Eirik y le diríamos la verdad, para que el verdadero culpable pagara con sangre.

—¿Falta mucho? —pregunté a Viggo, rogando para que el lugar ya este cerca.

Asintió sin mirarme, sus ojos, afilados como cuchillas, estaban fijos en el camino. Había algo en su postura que me puso en alerta; algo estaba pasando.

—Nos siguen —murmuró, y la noticia cayó como un enorme bulto sobre mis hombros. El temor me envolvió como un manto húmedo al imaginarme de nuevo atrapada entre las garras de esos hombres otra vez.

—¿Estaremos bien? —mi voz tembló, cargada de pánico.

—Lo estaremos. Sé dónde están y cuántos son. No te preocupes —respondió con calma.

Con un asentimiento, seguí caminando, intentando que la máscara de tranquilidad cubriera mi rostro. De p
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