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Me levanté de un salto y corrí, buscando alejarme de Viggo. Mi estómago revoloteaba, y, sin poder contenerme más, vomité, dejando salir aquel líquido negro y viscoso que emanaban los monstruos.

—¿Renee, estás bien?— preguntó Viggo, podía notar la preocupación en su voz.

—¡No te acerques!— grité, la desesperación brotando de mis labios. Mis manos comenzaron a temblar, de manera descontrolada.

—Déjame ayudarte— insistió, escuche como se acercaba y el miedo se apodero de mí. si él se daba cuenta de esto, yo no sabría cómo actuar, ni siquiera sabría que decirle.

—¡Detente! No quiero que estés cerca de mí, déjame sola, por favor— le supliqué, sintiendo que la angustia me ahogaba.

—Está bien, cuando me necesites, solo llama— respondió con un tono apagado.

Escuché sus pisadas alejarse y, al asomarme por encima del hombro, vi cómo se marchaba. Con prisa, cubrí aquel líquido repugnante. Respiré hondo, me senté y traté de calmarme, pero la sensación de estar muriendo se adueñaba de mí.

—Ya no q
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