Caminé tambaleante de regreso a mi habitación, una extraña sensación de debilidad invadiéndome con cada paso. Cuando finalmente llegué, mis piernas cedieron bajo el peso de mi cuerpo, y caí al suelo como una muñeca rota. Alissa corrió hacia mí, su rostro lleno de preocupación, y con esfuerzo me ayudó a levantarme, llevándome hasta la cama.—¿Qué me pasa? —pregunté, un poco angustiada por lo que sentía.Alissa me miró fijamente, su expresión una mezcla de seriedad y compasión.—Eres humana, y estás embarazada. Eres frágil, tu corazón te hace frágil. Piensas demasiado, y ahora con el embarazo tus sentimientos están a flor de piel —respondió con calma.Instintivamente, llevé una mano a mi pecho, a mi corazón. No podía evitar recordar lo que Gytha había hecho: arrancarse el suyo para castigar a quienes la traicionaron. Pero yo no necesitaba hacer eso. Estaba segura de lo que debía hacer.—No puedo morir… no soy humana —musité, casi para mí misma, mientras los recuerdos de aquel momento me
Mi padre y el resto de los hombres ya estaban preparados para bajar de los barcos. Los nervios ardían en mi pecho, un cóctel de rabia y ansiedad, pero sabía lo que debía hacer: acabar con ella y recuperar a mi madre y hermana. Mi mente retumbaba con la única verdad que me quedaba: no importaba el costo, ellas no serían parte de este caos.Sabía, o al menos lo intuía, que ambas estaban bien. No permitiría que nadie les hiciera daño, no mientras respirara. Esta guerra no las involucraba, pero yo sí, y no sería tan desalmado como para dejarlas en manos de esos monstruos.—¿Estás listo? —me preguntó mi padre, con la voz grave y un brillo de acero en la mirada.Asentí sin pronunciar palabra. Apenas los barcos tocaban la orilla, muchos de los hombres saltaron al agua con ferocidad. Yo apreté con fuerza mi espada, el hierro pareciendo fundirse con mi propia voluntad, y me lancé tras ellos. Hoy comenzaba el fin de todo, y ella, por fin, conocería el verdadero significado de mi poder.El agua
Viggo me arrastró fuera del lugar, y en el exterior el ambiente era abrumador. Había hombres por todas partes, rostros desconocidos mezclados con algunos familiares. Antes de que pudiera entender lo que estaba ocurriendo, un hombre de cabello rubio y pálido como la cera se acercó con paso firme. Sin mediar palabra, apartó a Viggo de un empujón y, con furia, me propinó una bofetada tan fuerte que caí al suelo como un saco vacío.El sabor metálico de la sangre llenó mi boca, pero antes de que pudiera reaccionar, un gruñido desgarrador atravesó el aire. Al alzar la cabeza, vi lo que estaba ocurriendo: Viggo se había transformado. Su figura imponente como lobo eclipsaba todo a su alrededor, y ahora estaba encima del hombre rubio, con sus dientes afilados a escasos centímetros de su garganta.El tiempo pareció detenerse. Los hombres alrededor nos miraban, algunos paralizados por el miedo, otros con las manos en las empuñaduras de sus armas. Nadie se atrevía a moverse. La respiración de Vig
Me amarraron a un árbol, las cuerdas apretaban tanto que apenas podía moverme. Dos soldados me vigilaban, con sus espadas listas, como si esperaran que intentara algo. Sus miradas eran tan frías como el acero que empuñaban.—Tengo hambre —les dije, mi voz cargada de una falsa vulnerabilidad.Ellos me ignoraron, manteniéndose firmes.A lo lejos vi a Viggo acercándose con paso firme. Sus ojos estaban clavados en mí, pero el peso de su mirada era difícil de interpretar. Ambos soldados se pusieron en guardia en cuanto lo vieron aproximarse.—Yo la vigilaré —dijo Viggo, su tono autoritario.—Tenemos órdenes. No nos alejaremos de ella —respondió uno de los soldados, aferrando su espada con más fuerza.Viggo no les prestó atención. Se agachó frente a mí, sus ojos escaneándome como si intentara descifrar un enigma.—¿Es verdad todo lo que dijiste? El consejo planea darle caza a mi madre. Te los suplico, si es mentira, solo dilo—preguntó, ignorando cualquier otra cosa, incluso el hecho de que
Viggo salió de la habitación sin decir una palabra, dejando tras de sí una sensación densa, como si el aire se hubiera vuelto irrespirable. Poco después, entraron tres hombres armados, sus miradas se cruzaron con la mía por apenas un segundo antes de desviarse rápidamente, como si sostener mi mirada les drenara el alma.Me quedé en la cama, inmóvil, cerrando los ojos con una calma que no sentía en mucho tiempo. Era irónico lo relajada que estaba considerando las circunstancias, pero no podía evitarlo; mi plan iba tan bien que esa sensación de victoria me envolvía como una cálida manta. Dormí profundamente, más de lo que había hecho en años.El amanecer llegó acompañado por el grito desgarrador de uno de los guardias. Me senté en la cama, frunciendo el ceño, molesta por la interrupción. Uno de ellos se acercó y, sin mediar palabra, me agarró del brazo y me arrastró fuera de la habitación. No me resistí; simplemente lo dejé hacer, mis pies apenas tocando el suelo mientras me conducían h
Viggo ordenó que trajeran algo de comer, y pronto apareció una cesta rebosante de frutas. Sin pensarlo dos veces, agarré un par y comí con avidez, consciente de su mirada fija en mí todo el tiempo.—¿Quieres un poco? —pregunté, rompiendo el silencio.Viggo se acercó con calma y se sentó al borde de la cama, a mi lado. Sin quitarle los ojos de encima, mordí un pedazo de la manzana roja y, con un gesto atrevido, acerqué mis labios a los suyos, ofreciéndole el trozo. Dudó por un instante, pero finalmente aceptó, dejando que nuestros labios se tocaran brevemente al hacerlo.El contacto fue como un chispazo que encendió algo más profundo entre nosotros.—Te amo, Viggo —susurré, dejando caer las palabras cargadas de intención.Sin aviso, su mano se deslizó detrás de mi cabeza y me atrajo hacia él, aplastando su boca contra la mía en un beso ardiente, hambriento, que me dejó sin aliento. Sus labios se movían sobre los míos con una urgencia que parecía consumirnos a ambos.Rodeé su cuello con
Mi padre me interceptó antes de llegar a la salida. Su mano atrapó mi brazo con fuerza, sus ojos, encendidos de furia, me perforaban. No era para menos: me había alzado contra él para defender a la persona que todos consideraban el enemigo.—Ella nos está engañando —dijo, su voz impregnada de rabia.Respiré profundamente. Sí, ella era malvada, pero hasta los más oscuros podían cambiar, ¿no? Aunque mucho de lo que había dicho seguía pareciendo improbable, yo quería creer que su intención era proteger a nuestro hijo.—Sé lo que hago. Por favor, confía en mí —pedí con firmeza.—No quiero que caigas en su juego. Ella quiere destruirnos; siempre lo ha querido —insistió, su mandíbula apretada como si sujetara palabras aún más duras.—Padre, ella tendrá un hijo mío. Si quisiera destruirnos, ¿no habría empezado por ese niño? —pregunté, con la esperanza de sembrar una duda en su inflexible convicción.—Te está manipulando. No hagas algo estúpido, Viggo; eres inteligente. —Su tono se volvió cas
Los días pasaron, y los soldados enemigos seguían sin acercarse. Algo no cuadraba; era como si se hubieran desvanecido, y aunque intentábamos no movernos del campamento, un mensaje inesperado lo cambió todo: estaban saqueando los puertos, dejando a su paso ríos de sangre y cadáveres inocentes. La llegada de esas criaturas les había dado una ventaja abrumadora. Pero algo en mí sabía que no era solo estrategia militar; querían que viéramos el caos, que nos hundiéramos en la desesperación. Era un juego psicológico, y nosotros éramos las piezas.—¡Viggo! Ven rápido —me llamaron.Al voltear, seguí a uno de los soldados que me llevó hasta la sala del consejo. El aire allí era pesado, lleno de susurros y miradas nerviosas. Pero lo que más me inquietó fue la ausencia de mi padre.—Tu padre está perdiendo la cabeza —dijo uno de los consejeros con frialdad. —Lo vimos hablando solo ayer... No podemos seguir confiando en él.La rabia y la preocupación se mezclaron en mi pecho. Salí de inmediato