Capítulo 32. Un grave error.

La noche en la Colonia Tovar se había vuelto melancólica y oscura. No se divisaba la luna y muy pocas estrellas se asomaban con timidez entre las nubes.

No llovía, solo un viento frío golpeaba los cristales de las ventanas y mecía los altos árboles en una suave danza que atrapaba la atención de Jimena.

No sabía cuánto tiempo había pasado junto a la ventana, con la mirada fija en el oscuro paisaje. Se alejó cuando comenzaron a dolerle las piernas por haber estado tanto tiempo parada.

Caminó por el hogar. Se sentía agotada, llevaba horas sumergida en sus pensamientos. Analizaba y evaluaba posibilidades, e indagaba maneras de recuperar la propiedad que le había dejado su madre sin tener que aceptar la absurda propuesta de Tomás Reyes.

Al llegar a la sala, halló entreabierta la puerta del taller. La luz interior estaba encendida, lo que significaba que él se encontraba adentro.

Dudó por un momento. Se detuvo en medio de la estancia a debatir si aprovechaba la ocasión para conversar con él
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