Capítulo 61. Dos arcoíris en el cielo.

Tres meses después de la muerte de Leonel Acosta, David aún permanecía en el país. Se ocupaba del desempeño de los terrenos que había heredado en la Colonia Tovar y que, junto con su relación con Jimena, representaban su motivo para no dejarse amilanar por las adversidades y seguir adelante.

La pelea por la enorme fortuna que le había dejado su padre lo consumía. Por eso él solía refugiarse en la Colonia, en ese paraje oculto entre montañas, así disfrutaba de sus dos grandes pasiones: la mujer que se había convertido en el amor de su vida y el contacto con la naturaleza.

Ambos se pasaban la mayor cantidad de tiempo en esa región, vivían juntos en aquel pedacito de Alemania asentado en el Caribe, un lugar de ensueño, donde era fácil imaginar que al cruzar sus límites se traspasaba el tiempo cayendo en una realidad paralela de la que nunca deseaban salir.

Compró una cabaña propia, cerca de los terrenos más grandes que trabajaba. Allí construían sus sueños y superaban las dificultades.

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