Capítulo 58. La llamada que temía recibir.

El patio trasero de la cabaña de David estaba separado de la montaña por un cercado de alambre. Hilos de agua lo atravesaban, provenientes de pozos naturales que se formaban en las partes más altas.

Cuando la lluvia arreciaba, se divisaba un riachuelo cuyo recorrido había sido trazado sobre un camino de cemento y piedras redondas, del tamaño de un puño. A su alrededor coexistían orquídeas, calas, lavanda y rosas, así como hortensias, campanitas y arbustos de flores amarillas.

También se apreciaban diversas hierbas y lechugas sembradas en los alrededores, mezcladas con manzanillas y follajes.

Sentarse en medio de ese jardín, a la sombra de un pino joven, resultaba toda una experiencia para los sentidos.

Los sonidos de la naturaleza acaparaban por completo la atención, así como los aromas de las flores y las hierbas. Solo bastaba con cerrar los ojos para ser invadidos por aquella majestuosidad.

Allí se encontraban David y Jimena, dos días después del conflicto ocurrido en la posada. Él
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