Luego de terminar la jornada de trabajo, David se marchó con Jimena a su cabaña. Aún estaban algo incómodos por la situación ocurrida con Danilo León, la espina del rechazo a ambos les molestaba.Sin embargo, decidieron no darle importancia en ese momento. Necesitaban un descanso.—¿Tienes algo pendiente para hoy? —le preguntó a ella al abordarla por detrás.Habló sobre su oreja, en susurros, logrando erizarla. La abrazó por la cintura y la pegó a su cuerpo buscando frotarse en ella, y así conseguir placer.—Es posible —rebatió la mujer apartándose. Quería torturarlo—. Convénceme de quedarme —lo provocó antes de encararlo.La mirada seductora y desafiante que le dedicó estremeció a David y en segundos lo puso tan duro como el mármol.—¿Quién eres? —consultó travieso.Ella nunca había jugado con él de esa manera y descubrió que le gustaba.Jimena siempre resultaba una cajita de sorpresas. Con ella nunca se aburría.La mujer sonrió con malicia y se mordió el labio inferior mientras se d
El patio trasero de la cabaña de David estaba separado de la montaña por un cercado de alambre. Hilos de agua lo atravesaban, provenientes de pozos naturales que se formaban en las partes más altas.Cuando la lluvia arreciaba, se divisaba un riachuelo cuyo recorrido había sido trazado sobre un camino de cemento y piedras redondas, del tamaño de un puño. A su alrededor coexistían orquídeas, calas, lavanda y rosas, así como hortensias, campanitas y arbustos de flores amarillas.También se apreciaban diversas hierbas y lechugas sembradas en los alrededores, mezcladas con manzanillas y follajes.Sentarse en medio de ese jardín, a la sombra de un pino joven, resultaba toda una experiencia para los sentidos.Los sonidos de la naturaleza acaparaban por completo la atención, así como los aromas de las flores y las hierbas. Solo bastaba con cerrar los ojos para ser invadidos por aquella majestuosidad.Allí se encontraban David y Jimena, dos días después del conflicto ocurrido en la posada. Él
—¿Qué haces aquí? —preguntó irritado y tomó las botellas para revisar su contenido.Ella se irguió y se cruzó de brazos. Dirigió una mirada severa hacia él.—¿Qué le hiciste a Leonel Acosta?El hombre bufó y se levantó de la silla para caminar tambaleante hacia una pequeña mesa ubicada en un costado, que servía de bar, y donde se hallaban diversos tipos de licores.Rodrigo los evaluó señalándolos con el dedo índice, hasta que encontró uno de su agrado.Sonrió con satisfacción mientras regresaba a la mesa con una botella de vodka. Tomó el vaso derribado y lo sacudió para quitarle los restos de coñac, finalmente se sentó con cansancio para servirse la bebida.—No hice nada —respondió con voz embriagada.—Leonel está mal, lo tienen hospitalizado en una clínica y dicen que fue por tu culpa.Rodrigo emitió una risa ahogada.—¿Mi culpa? Ese imbécil estaba mal cuando fui anoche a verlo. ¡Se está muriendo, ¿lo sabías?!Jimena se enfadó por la expresión divertida que asumió su padre mientras c
David tuvo que soportar por varios minutos, con rabia y frustración, una desagradable conversación con los socios y abogados de Leonel Acosta en relación a la extensa herencia que el hombre estaba por dejar.Su hermano Danilo se mantuvo en todo momento a su lado. Se había autoproclamado protector de sus intereses. Federica Castillo también estuvo presente, seguía con seriedad e interés la discusión.Amanda la acompañaba, pretendía servirle de apoyo a su tía, aunque aprovechó la ocasión para lanzarle a David miradas llenas de reproches y acusaciones, lo que hizo que él se sintiera aún más incómodo.Cuando al fin logró que le permitieran el paso a la terapia intensiva, el que caminaba por el largo y aséptico pasillo era un hombre destruido, enojado con la hipócrita realidad que lo rodeaba.A todas aquellas personas lo único que le importaba era determinar la justa repartición de los bienes del moribundo, incluso, antes de que este muriera. Así, si era precisa su firma para algún documen
Tres meses después de la muerte de Leonel Acosta, David aún permanecía en el país. Se ocupaba del desempeño de los terrenos que había heredado en la Colonia Tovar y que, junto con su relación con Jimena, representaban su motivo para no dejarse amilanar por las adversidades y seguir adelante.La pelea por la enorme fortuna que le había dejado su padre lo consumía. Por eso él solía refugiarse en la Colonia, en ese paraje oculto entre montañas, así disfrutaba de sus dos grandes pasiones: la mujer que se había convertido en el amor de su vida y el contacto con la naturaleza.Ambos se pasaban la mayor cantidad de tiempo en esa región, vivían juntos en aquel pedacito de Alemania asentado en el Caribe, un lugar de ensueño, donde era fácil imaginar que al cruzar sus límites se traspasaba el tiempo cayendo en una realidad paralela de la que nunca deseaban salir.Compró una cabaña propia, cerca de los terrenos más grandes que trabajaba. Allí construían sus sueños y superaban las dificultades.E
Llegado el once de noviembre, la Colonia Tovar se volvió un hervidero de turistas. Ese día se celebraba la fiesta patronal del pueblo en honor a San Martín de Tours, el Santo viajó con los colonos desde Endingen hasta Venezuela en 1843.Aquellas fiestas se convirtieron en Patrimonio Cultural Inmaterial del municipio Tovar en la actualidad y resultan el clímax del turismo en la zona.La gran cantidad de personas que viajan del todo el país, incluso, del exterior, para estar presentes en esa celebración, se convierten en el motor de la economía. Por eso todos los habitantes colaboran para que se realicen con toda la dedicación posible, ya que muchos dependen de su éxito.Desde días antes se desarrollaban actividades culturales, gastronómicas y religiosas en la zona, lo que atraía una inmensa cantidad de visitantes. Era imposible recorrer el pueblo en auto, los turistas dejaban sus vehículos resguardados en estacionamientos dispuestos para ello en la entrada de la región y caminaban a pi
—¡Señorita, está lista la cena!Jimena Luna Ramos resopló al escuchar el llamado del ama de llaves.Dejó caer el libro que leía sobre su pecho y deseó ser absorbida por el colchón de la cama donde se hallaba acostada.Una misteriosa desaparición sería la excusa perfecta para no verse obligada a compartir otra asfixiante reunión familiar.Sin embargo, en medio de un suspiro salió de la habitación con semblante sombrío, dispuesta a juntarse con sus familiares en el comedor.Las «normas de la casa» no le permitían faltar a ese compromiso. Ni siquiera sus veintiún años de edad le concedían la potestad para revelarse contra esas costumbres.Le aliviaba la idea de que pronto se iría esa casa. Se alejaría lo más que pudiera de la familia Luna para liberarse de esa pesada cruz. Aquel había sido el acuerdo que había llegado con su padre y estaba loca por que se cumpliera.Mientras caminaba hacia el comedor pasó frente a la puerta entornada del dormitorio de su hermana mayor, Dayana Luna Sartor
Rodrigo Luna estaba en la quiebra. Eso creía Jimena.Su padre ya había dilapidado toda la herencia que Esperanza Sartori había dejado a su hija Dayana.En una ocasión Jimena escuchó por accidente una conversación que su padre había mantenido con Douglas Herrera, su abogado.—Tienes que inyectar una gran cantidad de capital a tus cuentas para salir del atolladero en el que te hayas inmerso. Si no lo haces, te comerán los intereses y te costará mucho más salir de ellos.—¿Y de dónde voy a sacar ese dinero? Ya no tengo más propiedades qué vender.—Haz una doble hipoteca de esta casa. Puedo conseguirte una reunión con el gerente del Banco Central, pero tienes que presentarle un buen proyecto de recuperación financiera para que te lo conceda mientras muevo para ti otros contactos en las grandes esferas bancarias.Rodrigo gruñó inconforme.—Asumir una nueva hipoteca para pagar la primera no me parece una buena solución. Tengo una última carta bajo la manga, pero necesito tiempo. La dificult