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Capítulo 31. Una dura realidad.

David se desconcertó, tomó una mano de su madre y la acarició para tranquilizarla.

—¿Qué ocurre? —expresó casi en un ruego, harto de los secretos y de las mentiras. La mujer negó con la cabeza y bajó el rostro mientras el llanto le salía a raudales. David le alzó la barbilla con un dedo, para obligarla a encararlo—. Mamá, ya basta de intrigas. Dime qué pasa.

Alicia tardó un minuto en responder. Procuraba controlar su dolor.

—No te vayas, David. Leonel te necesita.

—Leonel está rodeado de gente capacitada, tiene expertos y…

—Él te necesita a ti. —David la observó con frialdad, no creía en esa afirmación—. Está muy enfermo, ¿no te das cuenta? —confesó la mujer con voz trémula—. Leonel se muere, le queda muy poco tiempo.

David se paralizó al escuchar esas palabras. Alicia hundió el rostro entre las manos para expulsar toda la pena que la embargaba.

Él no pudo consolarla, un malestar agudo le invadió el pecho y lo dejó inmovilizado en el asiento. La confirmación de sus sospechas fue más d
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