—Ya le dije a Douglas que no llamara más a Tomás, ahora necesito que me asegures que él dejará de enviarme mensajes de amenaza —le pidió Rodrigo en voz baja, para que solo ella lo escuchara.Jimena arrugó el ceño con desconcierto, no sabía que Tomás Reyes habituaba comunicarse con su padre para tal fin.—Dayana, Lucía.El saludo de Amanda le impidió indagar más en ese tema. La mujer había soltado a David para repartir besos y abrazos. Él se quedó unos pasos alejado del grupo, miró a Rodrigo con recelo y con interés a Jimena.—Buenas noches —saludó Amanda con cortesía al resto de los presentes. Ese gesto obligó a Dayana a hacer las presentaciones.—Él es mi padre Rodrigo y ella mi hermana Jimena.La sonrisa de Amanda se borró de sus labios mientras dirigía una dura mirada hacia Jimena. Ella pudo divisar en los ojos enfurecidos de la mujer las verdades que conocía.No sabía cómo, pero estaba segura de que Amanda también estaba al tanto de la relación que ella había mantenido con David.
Hecha un ovillo sobre la cama de la habitación que había pertenecido a su madre, Jimena intentaba calmar sus emociones. Los conflictos comenzaban a dominarla, estaba ansiosa por salir cuanto antes de ellos y volver de nuevo a la tranquilidad.El corazón casi se le detuvo de un sobresalto al escuchar el repentino sonido de su teléfono móvil, que retumbaba desde una de las mesitas de noche apostadas a los costados de la cama.Al observar el número de David marcado en la pantalla, se sentó sobre el colchón para responder sintiendo una poderosa agitación crecer en su pecho.—¿David?—Necesito verte —rogó él con una voz ronca y quebrada por la impaciencia.—¿Dónde estás?—A pocos metros de tu casa.Ella se levantó como impulsada por un resorte, se colocó con prontitud los zapatos, tomó su abrigo y las llaves y salió en carrera de la habitación para encontrarse con él.Divisó el auto aparcado a una distancia prudencial. Se apresuró a alcanzarlo y entrar en el asiento del copiloto antes de q
A la mañana siguiente, mientras David se vestía, admiró el cielo despejado que se veía desde el ventanal. Abrió las puertas de cristal y pasó al pequeño balcón de madera.Apoyó las manos en la baranda y repasó el firmamento tintado de turquesa. Un par de parapentes planeaban con suavidad sobre él, la visión lo estremeció.Un poco más arriba de la posada se hallaba El Despegadero, el punto más alto de El Jarillo. Una explanada cubierta de grama con una inmensa imagen de la Virgen del Carmen en medio, donde se reunían los aventureros que anhelaban vivir la experiencia del vuelo en parapente.Los fines de semana solían acercarse decenas de turistas que decoraban el cielo con sus planeadores multicolores. El viento, que solía soplar desde el sureste, permitía realizar paseos con facilidad.La ladera que la seguía era inmensa y empinada, ideal para ejecutar aterrizajes de altura llegando hasta un campo ubicado en El Jarillo, habilitado para ello.Los más expertos aprovechaban los días con
Cuando el atacante regresó su atención hacia David, se topó con un rostro golpeado, pero endurecido por la cólera.Los ojos cafés del joven estaban encendidos por la ira y desprendían tantas amenazas que por un instante el sujeto se mostró contrariado.—Atrévete a tocarle un solo cabello y te juro que te arrancaré la piel —masculló David con esfuerzo, aunque aplicando una dosis perfecta de intimidación que obligó al hombre a retroceder un paso.—Mira cómo se pone con esta yegua en particular —se mofó, lo que arrancó risas despreciables en sus compañeros. Volvió a dirigir su atención hacia Jimena, esta vez con más interés y mientras asentía con la cabeza—. Creo que hoy nos ganaremos una buena comisión —expresó y regresó su mirada burlona hacia David, que no dejaba de observarlo con claras advertencias.—¿Buscan dinero? Puedo conseguirles todo el que quieran.—Sí, eso supongo —se burló el hombre—. Aunque eso hará menos emocionante este encuentro, ¿no lo crees, Pocaterra?El cincuentón s
Después de haber sido evaluado por un médico, diagnosticándole solo heridas menores, David salió del centro de salud acompañado por su amigo Gonzalo.Él comprendía que había tenido suerte de que el castigador hubiera sido el cincuentón y no el gorila. De haber sido al revés, quizás en ese momento estuvieran trasladándolo en helicóptero hacia Caracas para ser atendido en un hospital.El humor lo tenía perdido. Minutos antes Jimena le había comunicado que Tomás Reyes no se hallaba en las cercanías del pueblo, por tanto, la conversación con él no se llevaría a cabo hasta que regresara de su viaje.Por otro lado, en uno de los terrenos que trabajaba se habían presentado ciertos inconvenientes que requerían de su presencia. Estaba tan agotado física y mentalmente que actuaba casi por inercia.Al salir a la calle, una brisa fría lo recibió. La lluvia se había detenido, pero aún podían divisarse nubes grises en el cielo y se escuchaban lejanos truenos que auguraban una pronta tormenta.—Habl
—¡Hasta son trending topic en Twitter! —se burló Marcos, el amigo de Jimena, a través del teléfono móvil. Su comentario vino acompañado de una carcajada sonora. A ella se le esfumaron los colores del rostro y bajó la cabeza hacia el suelo completamente avergonzada—. No lo puedo creer Jimena Luna, jamás hubiera imaginado que algún día serías el centro de atención nacional.—¡Cállate! No es gracioso —se quejó ella y tomó la palita con la que removía la tierra.La sostenía como si fuera un puñal, para luego dar golpes en el interior de una jardinera como si se tratara de alguno de los periodistas que hizo correr la noticia del intento de robo.La historia del ataque al reconocido ingeniero David León, ahijado del empresario Leonel Acosta, se convirtió en segundos en un asunto de provecho para la prensa nacional.La Colonia Tovar se llenó de reporteros que ansiaban conocer los detalles del hecho. A su puerta tocaron en infinidad de ocasiones en busca de una entrevista.Malena se autoprocl
—¿Y lo hizo? —exclamó Jimena con rabia—. ¿Y qué esperan? ¿Qué yo se lo diga?—Yo no puedo hacerlo.—¿Por qué?—¡Lucía es mi amiga!—¡Exacto, tú eres la indicada! —alegó antes de continuar con movimientos bruscos su trabajo.—No puedes hacerme esto. Papá me va a odiar y Tamara me echará la culpa.En medio de un gruñido de frustración, Jimena lanzó dentro de la jardinera la palita y se levantó del suelo sacudiendo sus manos para eliminar la tierra que tenía pegada en ellas.—Uno, papá es el único responsable de esto, no tiene derecho a odiar a nadie, somos nosotras las que podemos odiarlo a él por irresponsable —sentenció y enumeró con una mano mientras afincaba una mirada severa en la chica, que pugnaba por no dejar escapar el llanto—. Dos, Tamara no puede echarte a ti la culpa de ese engaño, los problemas de pareja solo incluyen a los dos implicados. Y tercero, este no es nuestro asunto, sino de Lucía y mi padre. Nosotras no tenemos que intervenir. Ellos son quienes deben conversar y
Jimena se cruzó de brazos y alzó el mentón. A Tomás Reyes no se le podía encarar de otra forma, era tan intimidante que si no era tratado de la misma manera, enseguida reducía a su oponente a nada.—¿Qué pretendes? —inició él con una voz potente que reflejaba la cólera que lo embargaba.—No te comprendo.—¡Me diste tu palabra! ¡Aceptaste casarte conmigo a cambio de la propiedad, ¿y ahora vas a cambiar de opinión?!Jimena abrió la boca para emitir su punto de vista, pero Tomás la interrumpió al acercarse a ella con amenaza.Su actitud desafiante alteró sus nervios y le recordó el daño que le había hecho el día en que conversaron en el taller de carpintería.—¿Crees que no te vi anoche escapar de casa para marcharte con el ingeniero? —La acusación sobresaltó a la joven—. No soy un idiota con el que puedes jugar.—No juego contigo —aseguró ella, e hizo un esfuerzo para no amedrentarse por la furia que mostraba el hombre.—¿No? Entonces, ¿cuál es tu plan? ¿Te casarás conmigo y pasarás la