—¡Hasta son trending topic en Twitter! —se burló Marcos, el amigo de Jimena, a través del teléfono móvil. Su comentario vino acompañado de una carcajada sonora. A ella se le esfumaron los colores del rostro y bajó la cabeza hacia el suelo completamente avergonzada—. No lo puedo creer Jimena Luna, jamás hubiera imaginado que algún día serías el centro de atención nacional.—¡Cállate! No es gracioso —se quejó ella y tomó la palita con la que removía la tierra.La sostenía como si fuera un puñal, para luego dar golpes en el interior de una jardinera como si se tratara de alguno de los periodistas que hizo correr la noticia del intento de robo.La historia del ataque al reconocido ingeniero David León, ahijado del empresario Leonel Acosta, se convirtió en segundos en un asunto de provecho para la prensa nacional.La Colonia Tovar se llenó de reporteros que ansiaban conocer los detalles del hecho. A su puerta tocaron en infinidad de ocasiones en busca de una entrevista.Malena se autoprocl
—¿Y lo hizo? —exclamó Jimena con rabia—. ¿Y qué esperan? ¿Qué yo se lo diga?—Yo no puedo hacerlo.—¿Por qué?—¡Lucía es mi amiga!—¡Exacto, tú eres la indicada! —alegó antes de continuar con movimientos bruscos su trabajo.—No puedes hacerme esto. Papá me va a odiar y Tamara me echará la culpa.En medio de un gruñido de frustración, Jimena lanzó dentro de la jardinera la palita y se levantó del suelo sacudiendo sus manos para eliminar la tierra que tenía pegada en ellas.—Uno, papá es el único responsable de esto, no tiene derecho a odiar a nadie, somos nosotras las que podemos odiarlo a él por irresponsable —sentenció y enumeró con una mano mientras afincaba una mirada severa en la chica, que pugnaba por no dejar escapar el llanto—. Dos, Tamara no puede echarte a ti la culpa de ese engaño, los problemas de pareja solo incluyen a los dos implicados. Y tercero, este no es nuestro asunto, sino de Lucía y mi padre. Nosotras no tenemos que intervenir. Ellos son quienes deben conversar y
Jimena se cruzó de brazos y alzó el mentón. A Tomás Reyes no se le podía encarar de otra forma, era tan intimidante que si no era tratado de la misma manera, enseguida reducía a su oponente a nada.—¿Qué pretendes? —inició él con una voz potente que reflejaba la cólera que lo embargaba.—No te comprendo.—¡Me diste tu palabra! ¡Aceptaste casarte conmigo a cambio de la propiedad, ¿y ahora vas a cambiar de opinión?!Jimena abrió la boca para emitir su punto de vista, pero Tomás la interrumpió al acercarse a ella con amenaza.Su actitud desafiante alteró sus nervios y le recordó el daño que le había hecho el día en que conversaron en el taller de carpintería.—¿Crees que no te vi anoche escapar de casa para marcharte con el ingeniero? —La acusación sobresaltó a la joven—. No soy un idiota con el que puedes jugar.—No juego contigo —aseguró ella, e hizo un esfuerzo para no amedrentarse por la furia que mostraba el hombre.—¿No? Entonces, ¿cuál es tu plan? ¿Te casarás conmigo y pasarás la
—No tienes buena cara —se burló Elías Hamed al entrar en la cervecería donde se había citado con David al final de la tarde. Lo encontró sentado en la barra—. ¿No es un poco temprano para beber? Ni siquiera has cenado —indicó con una sonrisa y señaló la botella de cerveza que acompañaba a su amigo.—¿No es un poco temprano para los regaños, mamí? —rebatió el aludido mientras Elías ocupaba la banqueta ubicada a su lado y pedía al encargado una cerveza.—Tienes un lindo color en las mejillas, hijito mío —lo fastidió y rió por lo bajo.David negó con la cabeza, pero no pudo evitar sonreír también. En su cara tenía un par de marcas de los golpes recibidos esa mañana. La mayoría de los impactos le habían sido propinados en las costillas y en el estómago, produciéndole algo de dolor cuando se erguía.—Hoy estás muy gracioso.—Práctico todas las noches antes de acostarme. Perfecciono mi talento.Ambos estallaron en risas, lo que aplacó el ambiente hostil en el que David estaba sumergido desd
Jimena salió de su habitación en dirección a la cocina. La cabeza le dolía de tanto que había puesto en funcionamiento el cerebro. Buscaba una solución factible para su situación.Después de la discusión con Tomás, este se marchó de casa sin haber regresado aún. Conversó por teléfono con David, pero prefirió mantener en secreto lo hablado con el hombre para no empeorar las cosas.Él quería enfrentarlo, aunque ella había notado que Tomás no estaba bien. Esa actitud siempre tosca, nerviosa y solitaria, así como su empeño en conservar cada cosa de su madre en el lugar donde se hallaba antes de su muerte y de pensar en ella con la misma intensidad de hacía seis años, no era sano.O estaba en medio de una depresión colosal o de algún otro problema mental más serio. No podía acrecentar su furia, sino hallar una forma de ayudarlo a salir de allí y encontrar paz.Por otro lado, necesitaba que las cosas se calmasen en el pueblo. Aún era desconocido el paradero de los atacantes que esa mañana l
—¿Dónde se trataba? —quiso saber Jimena con preocupación.La condición de Tomás no debía tomarse a la ligera.—En una clínica especializada en la capital, con una doctora muy dulce que en varias oportunidades vino a la Colonia Tovar para hablar con él y persuadirlo de que siguiera el tratamiento. —Goyo se levantó del sillón, con el rostro serio—. Don Tomás es muy terco, hace siempre lo que quiere sin pensar en quienes lo rodean. —Miró a Jimena con determinación, sentía vergüenza por su traición, pero no estaba arrepentido de sus actos—. Lamento mucho su situación, señorita, y espero me entienda. Si a Don Tomás lo llega a afectar una crisis realmente grave, dudo que pueda asumir el trabajo en la propiedad. Todo esto se perderá y Malena y yo terminaremos en la calle. ¿Qué oportunidades hay para nosotros allá afuera?Jimena no pudo aportar soluciones a esa duda. Encontrar trabajo en ese país resultaba una osadía para jóvenes con preparación como ella.Para personas como Malena y Goyo, ma
Para David, los días comenzaban a representar una cadena de eslabones unidos entre sí sin un fin específico, que lo llevaban a ningún lado y parecían no tener fin.Todo se había congelado a su alrededor: el conflicto en una de las parcelas que trabajaba, su relación con Jimena y su propia existencia.Ya no encontraba ninguna novedad en esa región. Las calles eran siempre las mismas, los rostros y las costumbres se repetían a diario.Cada día entraba a comer en lugares diferentes, pero la comida le sabía igual, el sol brillaba con la misma intensidad y en las noches, la neblina le impedía que disfrutara de la vista nocturna de las montañas.Estaba agotado, frustrado e inquieto, pero por más que se esforzaba por hacer cambiar las cosas, lo único que hallaba eran obstáculos que le impedían el paso.En un descanso del trabajo se alejó de los empleados y sacó del bolsillo de su pantalón su teléfono móvil para llamar a Jimena.No obtenía respuestas. La chica llevaba días sin contestar sus l
David no pudo escapar. Fue embestido por detrás por el gorila, que lo lanzó al suelo y lo apresó en segundos.Al ponerlo de pie con brusquedad, le permitió que percibiera al cincuentón que le gritaba a dos de sus compañeros para que atraparan al sujeto que había huido. Al parecer, no aceptaba desertores.Se quedó con otro además del gorila y se acercó a David con el rostro transformado por la furia. Mecía en su mano el palo que había llevado como arma.—¡Maldita sea, siempre hay un imbécil que no acata órdenes! —gritó, antes de propinarle a David un fuerte golpe en las costillas.Este cayó arrodillado al suelo. Boqueaba con esfuerzo para recuperar el aire perdido. El cincuentón se acuclilló frente a él, lo tomó por los cabellos y le alzó la cabeza con violencia.—¿Trabajas para Leonel Acosta? —preguntó, procuraba controlar su irritación—. Dicen que eres algo así como su protegido, ¿es cierto?—¿Qué quieren? ¿Dinero? Puedo darte tres veces más de lo que te ofrecieron.El hombre sonrió