Capítulo 49. Ataque sorpresivo.

David no pudo escapar. Fue embestido por detrás por el gorila, que lo lanzó al suelo y lo apresó en segundos.

Al ponerlo de pie con brusquedad, le permitió que percibiera al cincuentón que le gritaba a dos de sus compañeros para que atraparan al sujeto que había huido. Al parecer, no aceptaba desertores.

Se quedó con otro además del gorila y se acercó a David con el rostro transformado por la furia. Mecía en su mano el palo que había llevado como arma.

—¡Maldita sea, siempre hay un imbécil que no acata órdenes! —gritó, antes de propinarle a David un fuerte golpe en las costillas.

Este cayó arrodillado al suelo. Boqueaba con esfuerzo para recuperar el aire perdido. El cincuentón se acuclilló frente a él, lo tomó por los cabellos y le alzó la cabeza con violencia.

—¿Trabajas para Leonel Acosta? —preguntó, procuraba controlar su irritación—. Dicen que eres algo así como su protegido, ¿es cierto?

—¿Qué quieren? ¿Dinero? Puedo darte tres veces más de lo que te ofrecieron.

El hombre sonrió
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