La policía había rodeado el hotel. Decenas de patrullas, incluso, venidas de Caracas, estaban apostadas en las cercanías y recorrían el pueblo entero.No por el hecho de que los atacantes se hubiesen escapado, sino porque un nutrido grupo de periodistas, fotógrafos, columnistas de redes sociales y curiosos habían invadido la Colonia Tovar intentando conseguir una primicia.David León había acaparado las noticias de las últimas semanas. El país entero quería conocer los motivos de este nuevo atentado y ahondar en el escandalo romántico en el que estaba inmerso.No iban a ser piadosos en esta ocasión. Las teorías que entretejían eran cada vez más absurdas, pero a él nada de eso lo inquietaba, solo el estado de Jimena y de Tomás Reyes.Había sido necesaria la intervención de varios oficiales para calmar al hombre y obligarlo a entrar en una ambulancia. Eran pocas las heridas que tenía de la pelea, aunque su condición de salud mental no era la más óptima.Gritaba y golpeaba a todos querie
Dayana Luna Sartori insistió tanto que Jimena tuvo que aceptar atenderla al día siguiente de lo sucedido en la Colonia.La recibió en su casa, estando acompañada por Malena y Emmanuel, aunque este último aún se encontraba en cama por las heridas recibidas.Goyo había ido a Caracas para llevarle ropa y otros artículos de uso personal a Tomás y la policía había logrado controlar a los periodistas y curiosos.Al llegar su hermana, el frente de su casa estaba despejado. De todas formas la chica se quejó por haber sufrido el acoso de un fotógrafo mientras iba de camino a esa residencia.Quedaban rezagados algunos periodistas que se negaban a perder alguna exclusiva.—Este pueblo se volvió un infierno —bramó Dayana al entrar en la sala y quitarse su grueso abrigo.—Para nosotros —completó Jimena.Ella sabía que los pobladores, en parte, estaban felices por la atención que esa región estaba obteniendo por culpa de los escándalos de David León. Los dueños de las posadas y los restaurantes veí
Mientras David supervisaba la culminación del trabajo de instalación de los invernaderos que formarían parte de una de las parcelas a su cargo, recibió la visita de su hermano Danilo.Disimuló una mueca de desagrado mientras el hombre estacionaba su vehículo y bajaba para acercarse a él. Se alejó de los empleados para recibirlo. Si venía a hacerle algún reclamo, al menos, no quería que se lo hiciera en público.—¿Qué haces aquí? —fue su saludo.Danilo y él nunca habían tenido relación, ni siquiera de pequeños. Se llevaban siete años de diferencia, algo que para ellos era como pertenecer a generaciones diferentes.Su hermano siempre fue el prudente, el práctico y el estratega, pero también, el rencoroso y el vengativo. Era muy bueno liderando proyectos y llevándolos al éxito, pero malo con las relaciones interpersonales.Aún no se había casado, aunque, por supuesto, tenía una prometida de clase alta. Una joven que pertenecía a una de las familias más pudientes y poderosas del país. A e
Luego de terminar la jornada de trabajo, David se marchó con Jimena a su cabaña. Aún estaban algo incómodos por la situación ocurrida con Danilo León, la espina del rechazo a ambos les molestaba.Sin embargo, decidieron no darle importancia en ese momento. Necesitaban un descanso.—¿Tienes algo pendiente para hoy? —le preguntó a ella al abordarla por detrás.Habló sobre su oreja, en susurros, logrando erizarla. La abrazó por la cintura y la pegó a su cuerpo buscando frotarse en ella, y así conseguir placer.—Es posible —rebatió la mujer apartándose. Quería torturarlo—. Convénceme de quedarme —lo provocó antes de encararlo.La mirada seductora y desafiante que le dedicó estremeció a David y en segundos lo puso tan duro como el mármol.—¿Quién eres? —consultó travieso.Ella nunca había jugado con él de esa manera y descubrió que le gustaba.Jimena siempre resultaba una cajita de sorpresas. Con ella nunca se aburría.La mujer sonrió con malicia y se mordió el labio inferior mientras se d
El patio trasero de la cabaña de David estaba separado de la montaña por un cercado de alambre. Hilos de agua lo atravesaban, provenientes de pozos naturales que se formaban en las partes más altas.Cuando la lluvia arreciaba, se divisaba un riachuelo cuyo recorrido había sido trazado sobre un camino de cemento y piedras redondas, del tamaño de un puño. A su alrededor coexistían orquídeas, calas, lavanda y rosas, así como hortensias, campanitas y arbustos de flores amarillas.También se apreciaban diversas hierbas y lechugas sembradas en los alrededores, mezcladas con manzanillas y follajes.Sentarse en medio de ese jardín, a la sombra de un pino joven, resultaba toda una experiencia para los sentidos.Los sonidos de la naturaleza acaparaban por completo la atención, así como los aromas de las flores y las hierbas. Solo bastaba con cerrar los ojos para ser invadidos por aquella majestuosidad.Allí se encontraban David y Jimena, dos días después del conflicto ocurrido en la posada. Él
—¿Qué haces aquí? —preguntó irritado y tomó las botellas para revisar su contenido.Ella se irguió y se cruzó de brazos. Dirigió una mirada severa hacia él.—¿Qué le hiciste a Leonel Acosta?El hombre bufó y se levantó de la silla para caminar tambaleante hacia una pequeña mesa ubicada en un costado, que servía de bar, y donde se hallaban diversos tipos de licores.Rodrigo los evaluó señalándolos con el dedo índice, hasta que encontró uno de su agrado.Sonrió con satisfacción mientras regresaba a la mesa con una botella de vodka. Tomó el vaso derribado y lo sacudió para quitarle los restos de coñac, finalmente se sentó con cansancio para servirse la bebida.—No hice nada —respondió con voz embriagada.—Leonel está mal, lo tienen hospitalizado en una clínica y dicen que fue por tu culpa.Rodrigo emitió una risa ahogada.—¿Mi culpa? Ese imbécil estaba mal cuando fui anoche a verlo. ¡Se está muriendo, ¿lo sabías?!Jimena se enfadó por la expresión divertida que asumió su padre mientras c
David tuvo que soportar por varios minutos, con rabia y frustración, una desagradable conversación con los socios y abogados de Leonel Acosta en relación a la extensa herencia que el hombre estaba por dejar.Su hermano Danilo se mantuvo en todo momento a su lado. Se había autoproclamado protector de sus intereses. Federica Castillo también estuvo presente, seguía con seriedad e interés la discusión.Amanda la acompañaba, pretendía servirle de apoyo a su tía, aunque aprovechó la ocasión para lanzarle a David miradas llenas de reproches y acusaciones, lo que hizo que él se sintiera aún más incómodo.Cuando al fin logró que le permitieran el paso a la terapia intensiva, el que caminaba por el largo y aséptico pasillo era un hombre destruido, enojado con la hipócrita realidad que lo rodeaba.A todas aquellas personas lo único que le importaba era determinar la justa repartición de los bienes del moribundo, incluso, antes de que este muriera. Así, si era precisa su firma para algún documen
Tres meses después de la muerte de Leonel Acosta, David aún permanecía en el país. Se ocupaba del desempeño de los terrenos que había heredado en la Colonia Tovar y que, junto con su relación con Jimena, representaban su motivo para no dejarse amilanar por las adversidades y seguir adelante.La pelea por la enorme fortuna que le había dejado su padre lo consumía. Por eso él solía refugiarse en la Colonia, en ese paraje oculto entre montañas, así disfrutaba de sus dos grandes pasiones: la mujer que se había convertido en el amor de su vida y el contacto con la naturaleza.Ambos se pasaban la mayor cantidad de tiempo en esa región, vivían juntos en aquel pedacito de Alemania asentado en el Caribe, un lugar de ensueño, donde era fácil imaginar que al cruzar sus límites se traspasaba el tiempo cayendo en una realidad paralela de la que nunca deseaban salir.Compró una cabaña propia, cerca de los terrenos más grandes que trabajaba. Allí construían sus sueños y superaban las dificultades.E