Capítulo 43. Absurdas peticiones.

—¿Y lo hizo? —exclamó Jimena con rabia—. ¿Y qué esperan? ¿Qué yo se lo diga?

—Yo no puedo hacerlo.

—¿Por qué?

—¡Lucía es mi amiga!

—¡Exacto, tú eres la indicada! —alegó antes de continuar con movimientos bruscos su trabajo.

—No puedes hacerme esto. Papá me va a odiar y Tamara me echará la culpa.

En medio de un gruñido de frustración, Jimena lanzó dentro de la jardinera la palita y se levantó del suelo sacudiendo sus manos para eliminar la tierra que tenía pegada en ellas.

—Uno, papá es el único responsable de esto, no tiene derecho a odiar a nadie, somos nosotras las que podemos odiarlo a él por irresponsable —sentenció y enumeró con una mano mientras afincaba una mirada severa en la chica, que pugnaba por no dejar escapar el llanto—. Dos, Tamara no puede echarte a ti la culpa de ese engaño, los problemas de pareja solo incluyen a los dos implicados. Y tercero, este no es nuestro asunto, sino de Lucía y mi padre. Nosotras no tenemos que intervenir. Ellos son quienes deben conversar y
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