Capítulo 29

Al llegar de vuelta a su cabaña, lo primero que hizo Manuel fue sentarse con un lápiz en la mano y un folio en blanco. Su mente recordaba a la perfección cada uno de los rasgos, y, en un momento, tenía un fiel retrato de Ona sobre la mesa. Ese ser maravilloso le había permitido observarle durante unos segundos preciosos.

Manuel no podía dejar de dar vueltas en su cabeza, como si de una película se tratara, al momento en el que escuchó el primer golpe contra una de las paredes de la cabaña.

En ese momento, no había prestado atención, ocupado en hacer un estofado no fue hasta que sonó el ruido de cristal roto que Manuel dejó la cocina y se acercó a la ventana. Entonces la vio, quieta, a la entrada del bosque. Él también se quedó inmóvil, observándola y temiendo asustarla. Se miraban, cara a cara, y poco a poco Manuel se atrevió a ace

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