Capítulo 31

—¡Eso es mentira! —gritó Cala, fuera de sí.

Yuma acababa de echarle en cara que no había ido a buscar a Ona al arroyo y les había mentido a todos. Ellos mismos se encontraban en el mismo lugar en el que Yuma había encontrado a Ona.

Cala se había asustado cuando Yuma se había acercado a ella sujetándola de un brazo y le había dicho que fuera discreta y le acompañara, que tenía que hablar con ella.

Para sus adentros, Cala había imaginado mil conversaciones en el corto trayecto entre la guarida y el arroyo, pero en ninguna Yuma la acusaba de haber mentido.

—Estaba aquí mismo, Cala —rugió Yuma—, ya basta de mentiras.

—Yo no miento —se defendió Cala. Resopló muy cerca de él, como un pequeño toro enfurecido. A fin de cuentas ella no era capaz de bufar como los tupi.

—Ent

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