Ona apareció una mañana temprano en la habitación de Cala. Golpeó un par de veces en la puerta y entró sin esperar a que Cala la invitara a pasar. Sus dedos acariciaron la madera mientras cerraba la puerta tras de sí y después se volvió despacio ante los ojos asombrados de Cala.
—Yuma me ha pedido que venga a verte —los ojos de Ona miraban a Cala con suspicacia—. No sé lo que pasa, pero está empeñado en que seamos amigas.
Se dejó caer en el lecho de Cala con total confianza y antes de que ésta pudiera echarle en cara su mentira olisqueó a su alrededor con descaro y atrapó su atención. La estaba oliendo a ella.
—¿Qué pasa? ¿Huelo mal? —preguntó Cala, enfadada.
Lo de aquella chica no tenía nombre, todavía no daba crédito a lo que estaba haciendo, venía para busca
Mientras Ona y Cala se adentraban juntas en el bosque, Yuma lanzaba su lanza sobre un jabalí y pensaba en que aquel era su día de suerte.Cala, sin embargo, corriendo por el bosque junto a Ona, pensaba que sentirse cómplice de aquella chica era lo último que hubiera imaginado. Su cabeza daba vueltas sin cesar acerca de lo que estaba haciendo. La idea de estar traicionando a los miembros de su clan la hacía sentir terriblemente culpable, pero el sentirse ella misma traicionada por Yuma superaba aquellos sentimientos al punto de querer asegurarse de que Ona, en esta ocasión, no mentía.Ona tenía que adaptar su paso al de Cala, mucho más lento, y ésta observaba su gesto contrariado y le parecía que había cambiado. Era una muchacha extraña, de su rostro parecía haber desaparecido toda la dulzura de la mañana y, sofocada, Cala se dio cuenta que habían salido de lo
Cala se dejó resbalar por la pared embarrada y aterrizó junto al hueco que dejaba la enorme raíz desarraigada de un árbol.Ona ya estaba abajo, por supuesto, y le hizo a Cala un gesto para que esperase. Metió la mano en el hueco y comenzó a sacar objetos que dejaba caer al suelo. Cala se agachó a su lado y comenzó a amontonar los objetos mientras los miraba extasiada. Ona terminó de vaciar el hueco y se volvió hacia Cala que, arrodillada, acariciaba los objetos y los pasaba de una mano a la otra. Ona la observaba.Cala no podía creerse que Yuma no hubiese compartido algo así con ella. Cada objeto era como una puñalada a su autoestima, a su confianza en Yuma.—¿Reconoces alguno? —preguntó Ona, de forma misteriosa.—No, ya te dije que nunca me enseñó nada de esto —dijo Cala, sin entender a qué venía aqu
Cala deseaba que aquel abrazo no terminara nunca. Sentía, junto a su oreja, el agitado pecho de Yuma y sus brazos fuertes; tan fuertes que podrían destrozarla, y, sin embargo, la abrazaban y la habían abrazado siempre, y pensaba en lo fácil que sería todo si ella hubiera sido una tupi más.Pero no lo era. Ahora ya era seguro que no lo era. Ahora ya no había vuelta a atrás, ya no había más mentiras que él se pudiera inventar. ¿Para qué? ¿Para protegerla? ¿Por eso la había mentido durante todos aquellos años?No quería saberlo. No quería que aquella carrera terminase nunca, quería que aquellos brazos no la soltasen nunca.Pero el abrazo terminó. Lo hizo muy cerca del refugio del clan y entonces Cala se percató de lo enfadado que se veía a Yuma y se sintió aterrorizada por todo lo que la acababa de p
Léndula apareció sofocada. Ona hacía un rato que había aparecido sola en el clan, no le habían conseguido sacar ni una palabra. Léndula la había perseguido de un lado a otro como una loca hasta que Min le había dicho con autoridad que la dejase estar.Ahora se quedó mirando asombrada al percatarse de las lágrimas de Cala.—¿Qué pasa, niña? —exclamó abalanzándose sobre ella. Luego miró a Yuma con dureza— ¿Qué está pasando? Ona llegó como una exhalación, recogió unas cuantas cosas y se fue sin tan siquiera abrir la boca.Yuma se acercó a su madre y le pidió que se sentara. Su madre se soltó de Cala y puso los brazos en jarra, sonrió de medio lado y miró a su hijo con desconfianza.—Aunque sea una mujer soy mucho más fuerte que todos mis hijo
Buscaron a Ona por el bosque sin obtener ningún resultado. Ya había oscurecido por completo y Yuma y Namid se adelantaron al resto de la familia. Solo Sasa se había quedado en la guarida con el bebé y con Min.Kasa iba también unos metros por delante y Léndula y Cala caminaban más atrás.—Deberías haberte quedado en la guarida, no ves apenas en la oscuridad y puedes herirte.—Ahora sé por qué —dijo Cala.Léndula la abrazó.—Lo siento, Cala. Sush quería contártelo pero yo tenía tanto miedo... tanto como Yuma a perderte ¿entiendes?Kasa regresó a su lado y lanzó un agudo silbido que los tupi reconocían entre ellos.—Es inútil, nos saca mucha ventaja.Finalmente, abandonaron la búsqueda y dieron por hecho que habría vuelto a su clan, con su fa
Kasa comenzó a explicar, con los ojos llorosos por el recuerdo de su amado padre, aquella misma historia que él le había transmitido para convencerle de que quedarse a Cala no tenía por qué suponer un peligro, y que no todos los humanos eran esos seres malvados que ellos contaban a las generaciones más jóvenes para mantenerlos alejados de ellos.Después de que Kasa les contara a todos la historia que el abuelo Sush le había contado a él quince años atrás, Cala decidió retirarse y dejarles que tomaran una decisión sin que ella interfiriera.Min miró a Kasa, aún asombrada con tantos descubrimientos. A su cabeza acudió la imagen de Sush el día que ella se dio cuenta de que ya no llevaba la huella de puma tallada. Sonrío mientras recordaba cómo él le había dicho que se le había desprendido del cuello mientras pesca
A pesar de lo tarde que era, aún había luz en las ventanas de la cabaña del guardabosques. Cala se detuvo frente a la puerta y golpeó la madera con los nudillos. Estaba temblando. Un nudo apretaba la boca de su estómago y le costaba respirar. Parecía que sus pulmones no consiguieran llenarse completamente de aire.Era una noche gélida, como la que Yuma la había encontrado en los contenedores de los humanos, y, ahora, era ella la que expulsaba una nube de vapor por su boca mientras apretaba las uñas contra las palmas de sus manos sin apenas darse cuenta.Cuando el hombre abrió la puerta, Cala notó que todo su cuerpo se relajaba, porque, en el fondo, era como si toda su vida hubiera estado esperando aquel momento. Tantas veces como había preguntado cómo eran los humanos, ahora tenía uno allí, frente a ella, al que podía contemplar sin esconderse.El homb
Manuel no podía creer que tuviese a aquellos seres frente a él. Al fin, después de tantos años, podía observarlos a su antojo. Sus dibujos eran bastante acertados y las facciones ya le resultaban casi hasta familiares.—Entrad —dijo. Se le veía asombrosamente tranquilo.—No vamos a hacerte daño —quiso aclarar Kasa, de todas formas.—Lo sé —dijo el hombre.Sin embargo, Yuma le miraba de forma amenazante. Manuel reconoció en él al muchacho que le había atacado junto al árbol desarraigado. Yuma habló al oído de su padre y Kasa dirigió su mirada al pecho del hombre. Manuel recordó el amuleto que Román le había dejado en herencia y lo cogió entre sus manos.—Es el amuleto de mi padre —susurró Kasa, emocionado, y alargó la mano hacia Manuel. Éste se sac&oa