Capítulo 40

Manuel no podía creer que tuviese a aquellos seres frente a él. Al fin, después de tantos años, podía observarlos a su antojo. Sus dibujos eran bastante acertados y las facciones ya le resultaban casi hasta familiares.

—Entrad —dijo. Se le veía asombrosamente tranquilo.

—No vamos a hacerte daño —quiso aclarar Kasa, de todas formas.

—Lo sé —dijo el hombre.

Sin embargo, Yuma le miraba de forma amenazante. Manuel reconoció en él al muchacho que le había atacado junto al árbol desarraigado. Yuma habló al oído de su padre y Kasa dirigió su mirada al pecho del hombre. Manuel recordó el amuleto que Román le había dejado en herencia y lo cogió entre sus manos.

—Es el amuleto de mi padre —susurró Kasa, emocionado, y alargó la mano hacia Manuel. Éste se sac&oa

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