Al cerrar la puerta, Manuel notó que las piernas le comenzaban a temblar. Se sentó en la sencilla silla de madera, frente al escritorio, con todos los dibujos que había hecho a lo largo de los años, y comenzó a pasarlos uno a uno. El tupi y la niña humana iban creciendo en su dibujos igual que habían ido creciendo en la vida real. Pensó en todas las horas que había pasado sentado en su escritorio dibujándolos mientras esperaba a que algún día pasara lo que finalmente había sucedido. Ahora, todo parecía un sueño más.
Aquella chiquilla de los dibujos se había convertido en una preciosa adolescente. Aquellos asombrosos ojos dorados desprendían una luz que envolvía todo. Manuel notaba que le acompañaba una incómoda sensación de irrealidad y deseaba con todas sus fuerzas que la muchacha regresara a verle. La ansiedad de la espera
Yuma se levantó del lecho con un peso oprimiéndole el pecho. Lo poco que había dormido aquella noche sólo le había servido para sufrir una pesadilla espantosa. El rostro de Cala estaba tan cerca del suyo que podía ver las motas oscuras en sus ojos dorados, pero cuando la iba a besar encontraba los labios de Ona, y Cala, a unos metros de ellos, les miraba y se reía. Cuando Yuma trataba de correr hacia ella era incapaz de hacerlo y Cala se volvía y echaba a caminar alejándose cada vez más.De niño, Yuma había sido supersticioso, pero ahora se jactaba de no creer en aquellas cosas y se reía de su madre, que en cada cosa que pasaba veía una señal. Sin embargo, ahora era él el que no se sentía tranquilo abandonando el clan después de haber tenido aquel sueño. Cala escapando de él, riéndose. ¿Qué podía
Yuma dejó atrás la guarida y se adentró en el bosque a toda velocidad. Kasa había regresado justo antes de que él partiera y le había pedido que no se entretuviera en su viaje. A Yuma le pareció que estaba muy preocupado.Lo cierto es que había querido acompañarle, pero Yuma se había negado en rotundo. No quería que las mujeres se quedaran prácticamente solas y Namid acababa de tener a su primer hijo.No, él había escogido a Ona y había sido culpable de todo aquel lío, y él solo debía solucionarlo.—Volveré en dos o tres días, papá —dijo—, a mí tampoco me gusta nada tener que irme ahora.—Ve directo, no pares en otros clanes —le recomendó Kasa.Yuma sabía a lo que se refería su padre, aunque este no lo dijera claro. Sabía que en aquellos mo
Cala se sintió muy sola en cuanto Yuma desapareció en el bosque.Sasa la rodeó con sus brazos, desde la espalda, y la susurró a un oído que Yuma no tardaría en volver. Cala le apretó una mano y supo con seguridad que Sasa sabía lo que sentían el uno por el otro, y, aun así, no le importó. No hacía falta que hablaran de ello, Cala sabía que podía contar con todo su apoyo. Tampoco nadie en el clan había hecho referencia a su reciente descubrimiento de ser una humana. Cala se lo agradecía, pero sentía que, en el fondo, necesitaba hablar de aquello y no sabía con quién podía hacerlo. Si el abuelo siguiera vivo... Ahora podía entender un montón de las conversaciones que habían mantenido poco antes de que él muriera. Cala sonrió al recordarle.Buscó a Min, y cuando la encontró en su cuarto
Yuma había llegado a la guarida de Ona. Escondido entre los árboles esperaba que alguno de ellos apareciera, pero, al no haber movimiento alguno, decidió emitir el sonido tupi. Tuvo que repetirlo tres veces antes de ver aparecer al padre de Ona, camuflándose entre los árboles. El hombre se movía con sigilo, pero Yuma le localizó en seguida.—Ayak, soy yo —dijo Yuma, dejándose ver. Ayak le miró y salió completamente de su escondite.El rostro del hombre estaba serio, pero parecía calmado.—Yuma —murmuró.Luego se mantuvo callado y le hizo un gesto para que se alejaran de la guarida. Tomó a Yuma de un brazo y caminaron con rapidez hasta una zona cubierta de zarzas.—¿Qué es lo que ha pasado? Ona apareció ayer, desconsolada.Así que, al parecer, ella no había contado nada todav
Manuel se dejó abrazar por la chiquilla. Sintió el calor de su cuerpo menudo y cómo se le mojaban las mejillas con las lágrimas de Cala. Esperó unos segundos antes de apartarla despacio. Le sujetó la cara por las mejillas mojadas y la levantó el rostro hacia él para mirarla a sus hermosos ojos dorados. No se cansaba de verla.—¿Estás bien? ¿Qué es lo que te pasa?Ella se recompuso un poco, se limpió las lágrimas con el reverso de las manos y le sonrió mientras sorbía, con la nariz enrojecida.—Sí, es sólo que Yuma se ha ido hoy y me he puesto a pensar en cosas tristes —dijo Cala. Miró al humano y comenzó a reírse—. Pensará que soy una tonta.Manuel sonrió. Le admiraba la claridad con la que hablaba. Después de tantos años él se había imaginado a
Yuma negaba con la cabeza una y otra vez. Ona tenía que estar mintiendo de nuevo. Si ella estaba realmente embarazada las cosas se complicarían mucho más de lo que habían pensado. Aquello no podía ser cierto. Tenía que ser una mentira más de las de Ona.La cabeza le pesaba, sentía un pitido en sus oídos y sus ojos veían pintas negras bailando frente a él.Hizo un esfuerzo por mantener la compostura. No podía venirse abajo ahora.Ona pareció recuperarse y miró a Yuma con una mano apoyada en su vientre.—¿Por qué iba a creerte? Mentiste, Ona, nos engañaste a todos.Ella le miró con los párpados entornados. Yuma casi podía respirar su odio. Cómo no lo había visto antes. Cómo había podido llegar a desconfiar de Cala cuando le decía que ella no era la que mentía.
Manuel levantó la vista hacia Cala y ella vio que sus ojos habían enrojecido. Luego se miró las manos y se las frotó. Cala no entendía por qué él se había disgustado. Temió haber dicho algo que le hubiese ofendido.Las palabras de Manuel acerca del amor habían sonado demasiado profundas y personales como para no sospechar que él también tenía una herida sin cerrar que no le dejaba descansar.Cala le colocó una mano sobre una de sus mejillas y fijó su mirada en los ojos arrasados del hombre.—Una vez amé a una mujer —dijo Manuel—. En realidad aún la amo, pero ella ya no está aquí y cada vez me costaba más creer que seguía existiendo gente buena.Cala le miró inquieta. Aquel hombre le inspiraba una mezcla de miedo y ternura que no había experimentado antes. Era de su propia especie
Ona le dio la espalda a Yuma y regresó a su guarida. Él se sentó en el suelo con las rodillas flexionadas y las manos cubriéndole la cabeza. Todo aquello le parecía tan irreal... Se sintió pequeño, acorralado por la situación y deseó volver a ser un niño y correr por los bosques con Cala cargada a su espalda.Si hubiera hecho caso al abuelo ahora no se encontraría en esa situación. Pero había sido un cobarde durante demasiado tiempo y ahora estaba pagando las consecuencias. No iba a ser fácil deshacer todo aquel embrollo. De momento debía enfrentarse al clan de Ona y exigir la anulación. Sabía que iba a ser un momento tenso, quién podía saber cuántas mentiras estaría contando Ona a su clan en aquel momento. O como ella bien había dicho, simplemente la verdad, malentendida, ya les iba a resultar terrible.Se puso en pi