9

Yuma negaba con la cabeza una y otra vez. Ona tenía que estar mintiendo de nuevo. Si ella estaba realmente embarazada las cosas se complicarían mucho más de lo que habían pensado. Aquello no podía ser cierto. Tenía que ser una mentira más de las de Ona.

 La cabeza le pesaba, sentía un pitido en sus oídos y sus ojos veían pintas negras bailando frente a él.

Hizo un esfuerzo por mantener la compostura. No podía venirse abajo ahora.

Ona pareció recuperarse y miró a Yuma con una mano apoyada en su vientre.

—¿Por qué iba a creerte? Mentiste, Ona, nos engañaste a todos.

Ella le miró con los párpados entornados. Yuma casi podía respirar su odio. Cómo no lo había visto antes. Cómo había podido llegar a desconfiar de Cala cuando le decía que ella no era la que mentía.

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