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"Que esté en la cabaña, que esté en la cabaña" murmuraba Cala mientras se acercaba a la puerta sin dejar de mirar asustada a su alrededor.

Tal como Manuel le había dicho, la puerta se abrió cuando Cala la empujó, pero, aun así, ella dio unos golpes para avisar de su llegada. Esperó impaciente a oír los pasos de Manuel acercándose, y entonces no aguantó más y empujó la puerta.

Manuel la recibió con una sonrisa y ella se lanzó contenta sobre él y le abrazó. Aquel hombre le inspiraba un sentimiento de paz y seguridad que nunca había sentido, y Cala se preguntó si sería igual con el resto de los humanos.

—Vaya, hoy te veo contenta —repuso Manuel sujetándola por los hombros mientras la miraba. Aquella chiquilla tocaba fibras en él que hacía tiempo que pensaba que ya nadie iba a poder tocar.

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