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Yuma llegó al día siguiente de la visita que Cala había hecho a la ciudad. A ella aún no le había dado casi tiempo a recuperarse del impacto de aquella visita, cuando le vio aparecer entre los árboles. Ella y Léndula estaban sacudiendo a la entrada de la guarida las  pieles que les servían de mantas. Léndula notó la presencia del muchacho y se detuvo, mientras Cala sacudió sola de un lado una de las pieles.

—¡Yuma! —gritó Léndula un segundo antes de que él apareciera, sonriendo pese al dolor que ya hacía unas horas se le había vuelto a instalar en la frente. La madre le abrazó y luego le miró moviendo de un lado a otra la cabeza y reprimiendo las lágrimas. No hacía falta preguntar para saber que no le había ido muy bien en el clan de Ona.

Cala se abrazó a su pecho. Aspiró su olor y pudo n

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