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Yuma despertó sobresaltado y totalmente desorientado. Se llevó una mano a la frente y se tocó la herida que le partía la ceja en dos. Sin embargo, apenas sentía dolor.

Misca. Habían sido sus hierbas. Estaba en el clan de Sasa, comenzaba a recordarlo todo y situarse. Se incorporó despacio en el lecho para no marearse y se dirigió al exterior de la guarida.

Misca y el niño pequeño estaban sentados allí, desgranando algún tipo de planta. Misca era famosa por conocer el poder curativo de las flores y las plantas, se la consideraba como un médico entre los tupis, y, a menudo, les visitaban heridos o enfermos desde otros clanes.

Así que siempre estaban al tanto de todo. Recibían las noticias antes que nadie, pensó Yuma.

Los dos le miraban, seguramente le habían escuchado dirigirse hacia ellos, pues, en su estado, no era especialmente cuidadoso

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