El cielo era completa negrura, adornada únicamente por la luna que esa noche era una como una sonrisa siniestra. Saga había peleado en batallas a lo largo de su vida, batallas que había tenido que combatir sólo con una espada en mano y su habilidad, otras con la ayuda del virtuosismo. Había peleado con habilidad y resistido con la fortaleza de un roble. Pero incluso el roble más resistente puede quebrarse bajo la tormenta.
Saga caminaba, sintiéndose roto, un paso tras otro. Ninguna batalla había parecido tan extenuante y difícil como aquella caminata que estaba emprendiendo. Con cada paso que daba sentía una pesadez en el cuerpo, sus pies amenazaban con trastabillar en la tierra y su visión se emborronaba haciendo que viera manchas en formas de criaturas o monstruos que sabía que no eran reales.
«Los monstruos reales no son los de los cuentos que dicen que asechan en la oscuridad ni bajo las camas de los niños, sino que son los que llevamos dentro de lo más profundo de nuestros corazones», se dijo a sí mismo para mantenerse despierto.
El rey entró en el bosque adentrándose en las mismas tinieblas, sintiéndose como un despojo hecho hombre en busca de su redención y de lo que significaba todo para él.
—No te preocupes, mi luz —le hablo dulcemente a la mujer que yacía en sus brazos—. Ya casi llegamos.
El tiempo transcurrió de manera diferente a su alrededor, sentía como los árboles arañaban su piel y se clavaban en su carne hasta hacerla sangrar, sentía la oscuridad volviéndose más fuerte, más peligrosa. Las sombras caminaron a su lado con la silueta de un rey terrible y poderoso con una corona de espadas, la sustancia de su cuerpo era la de un humo negro y maligno; su rostro, una profunda oscuridad, estaba contrastado por unos ojos monstruosos, uno de un color azul y el otro esmeralda.
La figura caminaba a su lado con sus brazos cruzados en la espalda, se movía con elegancia demoniaca mientras de vez en cuando iba apartando las ramas de los árboles para que Saga pudiera avanzar. Cuando se cansó de usar sus manos, le dio forma a una espada de filo corrupto que cortaba las ramas haciendo que emitieran un humo negro.
—No tienes por qué tener esa cara tan larga —la voz de la criatura sonó como el crujido del hielo—. La salvaremos, solo tienes que confiar en mí.
Podía notar que la respiración de Elyna cada vez era más dificultosa y eso lo hacía seguir moviéndose hasta así atravesar todo aquel infierno. El crujir de una rama bajo sus pies le recordó al crujir de unos huesos. Su mente dio un vistazo a todas las cosas que había ocurrido a lo largo de su vida, todas las cosas que había tenido que hacer y las que se había negado. Todo aquello parecía ser un castigo por sus pecados, pero él no estaba dispuesto a dejar que su esposa pagara por él.
El rey llegó a lo que alguna vez consideró el paraíso, pero aquella cascada que alimentaba de agua el lago no lo llenaba, porque su verdadero cielo estaba muriendo en sus brazos.
El terrible monstruo se quedó parado en la orilla, lo suficientemente alejado del agua para no tocarla. Aunque la luna no estuviera llena ese día, el agua seguía emitiendo aquel brillo hermoso y sobrenatural el cual solía emitir. Saga entró en el agua con su esposa, sintió su cuerpo recuperarse y el embotamiento de su mente comenzó a cesar. Cuando el agua tocó el cuerpo de ella, ella abrió los ojos y sus miradas se cruzaron.
—No dejaré que te vayas. —Dijo Saga, firmemente.
Ella desvió su mirada y miró a la herida que tenía en el vientre, la sangre manchaba su vestido y aunque no llegó a verlo ahora, antes sí que había visto como la herida se había tornado negra como la muerte. Ella volvió su mirada a la de su amado y le miró con ojos preocupados.
—¿A qué costo pagaremos tu capricho?
—El que sea necesario para mantenerte con vida —respondió tajante.
—Me dejarás con vida solamente para morir a manos del aquel monstruo, otra vez… —susurró.
—No…, estarás a salvo. Lo prometo.
—No. —negó ella—. No lo estaré. Nadie estará a salvo si mueres y el que queda es él.
No la escuches, Saga, transmitió el terrible rey de sombras desde la orilla.
Cada segundo que pasa, es un segundo que pierdes y la sentencias a morir. Debes salvarla. ¿Acaso quieres dejarla morir? ¿Permitirás que tu amada muera? ¿Dejarás sin madre a tus hijos?
Él apretó los parpados.
—Tengo miedo… miedo de perderte —sollozó el hombre.
—No tienes porqué, amor mío. Recuerda la promesa: siempre estaremos juntos. Y si un día nos perdemos…
—… prometo que te encontraré donde sea que te encuentres —finalizó él—. Te amo, mi luz, mi amor, mi millonésima y una estrella.
—Creemos algo hermoso —dijo ella con voz dulce y suave, con los ojos cerrados—. Una obra de arte que proteja a nuestros hijos y al mundo entero.
¡TU ESPOSA MORIRÁ, MORIRÁ SI NO LA SALVAS!, Rugió la criatura.
Pero él solo escuchó a Elyna y se sumergió en el poder.
La conexión en ambos surgió y el dolor de ella fue el de él, las lágrimas salieron del rostro del hombre al saber que su esposa estaba cargando con semejante dolor, y al mismo tiempo sintió un gran orgullo de que ella lo soportara con tanta fortaleza.
Saga y Elyna fueron uno en alma y pensamientos y dieron forma a su nueva obra. El agua del lago comenzó a brillar más y más, primer como cientos de linternas hasta que luego fue una sola. Una sola luz intensa que se alzó como un pilar blanco hasta los confines del cielo.
La luz tomó la forma de una cruz enorme que cubrió todo aquel lugar. Saga pudo escuchar los aullidos de terror de la criatura que amenazaba con ser el peor azote que había conocido todo hombre o mujer. Y él mismo lloró de dolor. Lloró desconsoladamente al sentir la desconexión con el alma de su esposa quien había muerto por fin.
Parte de la cruz se quebró y el grito de pena de Saga cubrió todo aquel bosque. Así sumergido en el más profundo dolor mientras abrazaba el cuerpo de su esposa fallecida sintió como la criatura trataba de salirse por una de las fisuras de la cárcel de luz que había erigido junto a su esposa.
Saga se hinchió de poder, de mucho más del que podía ser usado por él y dejó que lo colmara haciendo que su misma carne comenzara a brillar como un albor. Sintió su piel arder y la misma agua donde estaba comenzó a incrementar de temperatura.
PUEDES TRAERLA DE VUELTA, gritó a la desesperada el monstruo que ya no llevaba corona y tenía el aspecto de un hombre endeble y desgarbado.
Pero no.
Elyna no habría querido aquello. Él abrazó a su esposa y gritó furioso desplegando todo el poder del que disponía para modificar la prisión y sellarse incluso a sí mismo dentro.
Y cuando la luz desapareció, no quedó ni rastro del rey, la reina ni de la pesadilla que había destruido sus vidas.
Evey se mecía lentamente en el columpio de la colina solitaria mientras disfrutaba de la noche y dejaba que la embargara con su belleza y con su fuerza. Ella no era una joven normal como las otras, las otras chicas sentían recelo de la oscuridad que caía cuando el sol se escondía, para ellas la noche significa miedo pero para Evey era misterio. Las personas le temían a lo desconocido, incluyéndola, pero el miedo estaba inmerso en la naturaleza de todos; era propio de los humanos y de los animales, pero la gran diferencia estaba en que los humanos debían estar en capacidad de imponerse al miedo y no dejar que este lo controlara a uno. Si uno se dejaba dominar por el miedo, quedaba reducido a bestia. Y las personas se dejaban dominar por el miedo al tiempo nocturno y lo asociaban con cosas malignas. Estaba ella de acuerdo que la noche traía consigo grandes peligros y miedos, ella había tenido muchos miedos de las sombras que se formaban en la oscuridad, adoptando
Al terminar con las actividades del día fue que Evey pudo relajarse parcialmente hasta que llegó una de las amistades de Rouse. Al verla Evey soltó un gemido ahogado. Normalmente cuando Lindrin estaba allí solía ocupar el tiempo molestando a Evey, cosa que estaba haciendo. —Evey, ¿esta vez asistirás al baile o te quedarás en tu habitación nuevamente haciendo tus dibujos? —la voz Lindrin estaba cargada con una sofisticada sorna al mencionar los dibujos de Evey. Lindrin era una de las jóvenes a las que más odiaba Evey, siempre le gustaba ser el centro de atención y era envidiosa cuando alguien era mejor en ella en algo. En ese caso, aquella joven odiosa solo estaba celosa por la habilidad de Evey en el dibujo, algo que en cambio ella nunca podría tener. Ante una pregunta directa, Evey no podía hacer como si la pregunta no hubiera existido, por lo que tuvo que responderle. —Iré —contestó secamente Evey, quien estaba sentada al otro lado de
Evey en la soledad de su habitación tuvo tiempo de cavilar sobre muchas cosas en esa ocasión. Entre ellas, las más importantes fue lo que había sucedido con Lindrin y, luego, las profundas palabras expresadas por su prima. Estaba sentada en la cama, abrazando sus rodillas mientras sopesaba aún aquellas palabras. Rouse había hablado de una falta de confianza y Evey se preguntó a qué punto era ella tan trasparente para que alguien como Rouse pudiera darse cuenta de ello. Quizás por eso es que las chicas les gustaba molestarla, ya que la veían como una presa fácil por su falta de confianza. Y,sin embargo, no había nada que pudiera hacer ella para remediarlo. Evey agradecía la intención de Rouse y su preocupación por ella, pero lo cierto es que por mucho que tuviera razón y hubiera una falta de confianza, era difícil tratar con ello. En ocasiones era difícil trabajar en la percepción de uno, como persona, si en todas partes lo que se conseguían eran críticas y recha
Al día siguiente cuando ella despertó lo primero que hizo fue ir a revisar la pintura que había hecho la noche anterior con miedo de que esta hubiera sido solo un mero sueño. Pero no, no había sido un sueño, allí estaba él: era un hombre cabello negro largo que caía sobre sus hombros como el agua de una cascada nocturna. Tenía rasgos tan duros como la piedra misma con aquella expresión tan solemne pero suavizada con unas leves pinceladas de melancolía. ¡Y luego estaban aquellos ojos! Eran bellísimos. Tan enigmáticos. Verlos la hacía querer desentrañar los misterios que ocultaban aquellos ojos de color azul y esmeralda. Evey se sorprendió a sí misma acariciando la pintura seca cuando comenzaron a llamar a la puerta de la habitación. Era Rouse. —Evey —llamó suavemente la chica—, ¿puedo pasar? —¡U-Un momento! —gritó Evey mientras se apuraba en recoger el desorden que había dejado en la habitación, así como en esconder la pintura. Ella decidió esconderl
Al día siguiente luego de haber pasado toda la noche pensando acerca de la conversación de las señoras, Evey se había dado cuenta que tenía muy escasa información acerca de los reinos de Felianor y el de Durran. De ellos solo sabía lo básico. Sin embargo, con el apetito de tener un contexto más útil en su cabeza, Evey intentó obtener información de la persona que más podría saber del tema: su tío Rudolf. Así que ella terminó yendo al pórtico, donde lo encontró sentado en una larga silla de madera descansando, aunque con un gesto de aburrimiento en el rostro. Ella lo saludó y terminó sacándole una conversación casual que él fue respondiendo con tedio hasta que terminó gruñendo y añadiendo: —Niña, si has venido hasta aquí espero que no haya sido solamente para hablar de frivolidades, de verdad que tengo suficiente con Marisa y todas las estiradas amistades con la que suele frecuentar —dijo él. Su tío no era un hombre como los demás. O sea, era alguien
Evey estaba en su habitación pensando en la conversión de esta tarde con su tío. Pensar que había un peligro tan cercano era algo que la perturbaba. Por ello, hizo lo mejor que podía hacer cuando necesitaba estar más relajada: ir al columpio de la colina. No tenía más tareas ese día por lo que no tuvo que esforzarse tanto en ocultarse al momento de salir de la casa. Al subir la colina, sin embargo, encontró a alguien allí que no habría esperado. Erik se veía tan guapo como de costumbre. Ella siempre se preguntaba cómo hacía tener tan bien peinado el cabello, puesto que nunca lo había visto despeinado y lo cierto es que él parecía cuidarse bastante bien de ir siempre presentable a todos lados, inclusive cuando solía dar sus caminatas por la ciudad. Ella intentó desviar su mirada, pues sabía que solía estar mucho tiempo mirándolo. —No sabría que estarías aquí, Erik —agregó ella. —Hum, se podría decir que estoy aquí por ti —agregó é
Ese mismo día en la noche ella estaba en su cama, cruzada de pies y brazos preguntándose si Erik estaría de mejor ánimo y si ella le habría sido de utilidad haciéndole sentir mejor o aconsejándolo, pero en realidad ella no se había sentido muy útil en ningún aspecto. Gruñó y dio varios golpecitos a la cama con su puño, irritada consigo misma por no haber sido de más utilidad. —Lo que está hecho, ya fue. Nada que hacer —murmuró bajando ella de la cama. Era ya de noche y podía notar su leve toque en su cuerpo y alma, acrecentando sus sentidos. Ella agradecía aquello, lo que le permitía ver todo de una mejor manera, quizás no de la manera perfecta como cuando era luna llena, pero sí veía todo desde una perspectiva más clara: había hecho lo que había considerado necesario para verlo bien, y eso había hecho. Así que no debía ser tan injusta consigo mismo. Asintió y luego fue a asomarse en la ventana y extendió la mirada al cielo nocturno con u
Había pasado buena parte de la noche respondiendo preguntas para Rouse quien se había verdaderamente interesado en todo lo referente a la pintura y a las habilidades de Evey. Ella, en cambio, a pesar de sentirse al principio como un animalito de prueba con el trascurrir de las preguntas y de la emoción de Rouse ante aquel misterio, terminó por sentirse contagiada de verdad por el entusiasmo de su prima, entusiasmo que se extendió hasta bien entrada la noche. Luego de eso, Rouse se fue tambaleándose de sueño. Evey, en cambio, quedó despierta un rato más, antes de ceder por fin. Ella cayó en un sueño profundo. Estaba al aire libre primero, en un lugar lleno de árboles que se extendían más allá de donde daba la vista. Aquellos árboles eran algo que ella no había presenciado hasta ahora y ella los miraba con una sonrisa en el rostro. Ella iba con un hermoso vestido verdeazulado con adornos plateados con unas joyas en forma de hoja con ciertas gemas incrustadas decor