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Ella fue directamente hacia su habitación, aun cuando Eirfeen le había pedido que lo esperara en las cocinas, pero es que estaba alterada, demasiado alterada para pensar en lo que había dicho el príncipe, lo único que quería era escapar a un lugar donde estuviera sola para poder pasar la impresión que había tomado.

Tenía la respiración agitada y trató de calmarse sosteniéndose el pecho, pero sentir que este subiera y bajara con premura la hacía ser más consciente su estado. Ella se mordió un poco el labio y trató de exhalar el aire y se paseó por la estancia tratando de buscar orden a sus pensamientos. Orden para dejar de sentir que las piernas le estaban temblando como gelatina. Pero, no había orden, solo caos.

«¡Él es el hombre misterioso, no puedo creerlo!». No sabía por qué, ni cómo, pero simplemente había sido de aquella forma. En un momento de virtuosismo había pintado a una persona que no había llegado a conocer aún ni siquiera de vista. Como si
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