Evey se encontraba atrapada por el príncipe debido a un descuido suyo. Momento antes había sentido mucho miedo de estar allí con Cabeza de Espejo, pero Coledur la había salvado. Ahora, sin embargo, tenía que responder por las travesuras que había estado haciéndole. Los ojos de él parecieran taladrar en ella, de manera invariablemente severa. Tener al príncipe Coledur tan cerca la hacía sentir nostalgia, recordaba haber pintado su rostro con maestría sin siquiera conocerlo. Eso la hizo considerar por primera vez que quizás ella necesitaba de Coledur de alguna forma. «No puede ser una mera casualidad. Las cosas que he vivido a lo largo del tiempo bajo el brillo de la luna siempre han tenido un significado, y esto debe ser uno de ellos», se trató de convencer a sí misma. Empero, una parte de ella sentía repelús del príncipe que actuaba de manera tan despectiva hacia ella y, aparentemente, hacia todo. Ella levantó su barbilla y se puso tan envarada como una espada que
Al día siguiente ella se despertó sintiendo el cansancio de todas las cosas que habían pasado en los últimos días. Sin embargo, por incongruente que pareciera, la acalorada discusión con el príncipe Coledur le había ocasionado más cansancio mental que el que había experimentado cuando peleó con el nocturno. Recordar las palabras del aquel hombre de cabello azabache le hacía enojar. ¿Cómo se atrevía a acusar a Eirfeen de manipularla si desde un inicio se había mostrado muy atento con ella? Él le había dado un sitio en el que hospedarse y la había tratado con afecto. No le había dado hasta ahora ningún indicio de que estuviera utilizándola. Simplemente Eirfeen no era esa clase de hombre. Lo sabía. Ella suspiró y se levantó de la cama para prepararse para lo que tuviera que ofrecerle ese día que tiene frente a ella, el cual Evey esperaba que no fuera tan agitado y complicado como los últimos días que habían pasado. Luego de asearse y vestirse, ell
Ese día Evey se había puesto un vestido de color esmeralda que recordaba al color de los ojos de Eirfeen. El joven príncipe la había invitado a conocer a su padre, el rey, a lo que ella había aceptado con nerviosismo. La escala social con las personas a las que debía frecuentar y tratar había escalado bastante de golpe, había pasado de tratar con nobles pequeños de las casas de Descanso de Piedra, a la realeza de Felianor. En cierta parte, le hubiera gustado que las chicas que la solían molestar allá en su hogar la vieran ahora, de seguro hubieran quedado boquiabiertas al enterarse de que estaría en la misma sala que un rey y un príncipe. Incluso a ella misma le parecía algo increíble. Un llamado a su puerta llamó su atención y ella sonrió alegre de que su príncipe querido hubiera ido a buscarla tan pronto. Sin embargo, al abrir la puerta no se encontró con su príncipe, sino con dos caballeros de armaduras relucientes e inmaculadas. Los c
El cielo nocturno estaba plagado de estrellas que titilaban tenuemente y acompañaban a la reina satélite que coronaba el cielo. La luna lo colmaba del poder de las expresiones artísticas más elevadas, de las que ningún otro hombre podría llegar a ostentar. Él caminó con sus brazos cruzados detrás de su espalda, mientras en su mente iba haciendo un boceto de su próxima creación y buscaba a la luz de sus noches oscuras. —¿Mi luz? —llamó él, buscándola entre los árboles, pero nadie respondió. Él sonrió. —Mi Luz, mi amor, mi millonésima y una estrella, estás otra vez tratando de hacerme una travesura, pero sabes que cada vez se te hace más complicado tomarle el pelo a tu rey. —¿Y según quién, hoy hay necesidad de tomarle el pelo a mi rey? —dijo la encantadora voz de su esposa detrás de él. Cuando él volteó a ver su amada, casi temió quedarse sin aliento al verla resplandeciente con su vestido blanco y sus cabellos de plata cayendo
El cielo era completa negrura, adornada únicamente por la luna que esa noche era una como una sonrisa siniestra. Saga había peleado en batallas a lo largo de su vida, batallas que había tenido que combatir sólo con una espada en mano y su habilidad, otras con la ayuda del virtuosismo. Había peleado con habilidad y resistido con la fortaleza de un roble. Pero incluso el roble más resistente puede quebrarse bajo la tormenta. Saga caminaba, sintiéndose roto, un paso tras otro. Ninguna batalla había parecido tan extenuante y difícil como aquella caminata que estaba emprendiendo. Con cada paso que daba sentía una pesadez en el cuerpo, sus pies amenazaban con trastabillar en la tierra y su visión se emborronaba haciendo que viera manchas en formas de criaturas o monstruos que sabía que no eran reales. «Los monstruos reales no son los de los cuentos que dicen que asechan en la oscuridad ni bajo las camas de los niños, sino que son los que llevamos dentro de lo más prof
Evey se mecía lentamente en el columpio de la colina solitaria mientras disfrutaba de la noche y dejaba que la embargara con su belleza y con su fuerza. Ella no era una joven normal como las otras, las otras chicas sentían recelo de la oscuridad que caía cuando el sol se escondía, para ellas la noche significa miedo pero para Evey era misterio. Las personas le temían a lo desconocido, incluyéndola, pero el miedo estaba inmerso en la naturaleza de todos; era propio de los humanos y de los animales, pero la gran diferencia estaba en que los humanos debían estar en capacidad de imponerse al miedo y no dejar que este lo controlara a uno. Si uno se dejaba dominar por el miedo, quedaba reducido a bestia. Y las personas se dejaban dominar por el miedo al tiempo nocturno y lo asociaban con cosas malignas. Estaba ella de acuerdo que la noche traía consigo grandes peligros y miedos, ella había tenido muchos miedos de las sombras que se formaban en la oscuridad, adoptando
Al terminar con las actividades del día fue que Evey pudo relajarse parcialmente hasta que llegó una de las amistades de Rouse. Al verla Evey soltó un gemido ahogado. Normalmente cuando Lindrin estaba allí solía ocupar el tiempo molestando a Evey, cosa que estaba haciendo. —Evey, ¿esta vez asistirás al baile o te quedarás en tu habitación nuevamente haciendo tus dibujos? —la voz Lindrin estaba cargada con una sofisticada sorna al mencionar los dibujos de Evey. Lindrin era una de las jóvenes a las que más odiaba Evey, siempre le gustaba ser el centro de atención y era envidiosa cuando alguien era mejor en ella en algo. En ese caso, aquella joven odiosa solo estaba celosa por la habilidad de Evey en el dibujo, algo que en cambio ella nunca podría tener. Ante una pregunta directa, Evey no podía hacer como si la pregunta no hubiera existido, por lo que tuvo que responderle. —Iré —contestó secamente Evey, quien estaba sentada al otro lado de
Evey en la soledad de su habitación tuvo tiempo de cavilar sobre muchas cosas en esa ocasión. Entre ellas, las más importantes fue lo que había sucedido con Lindrin y, luego, las profundas palabras expresadas por su prima. Estaba sentada en la cama, abrazando sus rodillas mientras sopesaba aún aquellas palabras. Rouse había hablado de una falta de confianza y Evey se preguntó a qué punto era ella tan trasparente para que alguien como Rouse pudiera darse cuenta de ello. Quizás por eso es que las chicas les gustaba molestarla, ya que la veían como una presa fácil por su falta de confianza. Y,sin embargo, no había nada que pudiera hacer ella para remediarlo. Evey agradecía la intención de Rouse y su preocupación por ella, pero lo cierto es que por mucho que tuviera razón y hubiera una falta de confianza, era difícil tratar con ello. En ocasiones era difícil trabajar en la percepción de uno, como persona, si en todas partes lo que se conseguían eran críticas y recha