Estaba regresando al palacio con la escolta que se le había asignado para protegerla, y que había sido superada por un solo nocturno. Ella los notaba avergonzados y desalentados, así que trató de subirles el ánimo. —Nos tomó por sorpresa a todos. Me alegra mucho que ninguno de nosotros haya salido muerto de aquel lugar. Gracias a ustedes no me pasó nada —sus palabras dulces parecieron animarlos un poco. Solo Marlon mantenía un gesto de irritación en el rostro. —Hubiéramos sido aplastados si no hubiera sido por el otro monstruo que apareció a ayudarnos —intervino el hombre calvo de aspecto zorruno— Es muy amable con sus palabras, milady, pero si tenemos que agradecerle algo a alguien, que sea al mismísimo Creador por haber hecho aparecer a ese demonio y que este no nos atacara a nosotros. Las palabras del hombre la hacían sentir enojo, pues su tono irónico le hacía ver que desconfiaba totalmente del caballero y que, además, parecía insinuar c
Evey sintió que su mundo fue ralentizado y pudo escuchar su propio corazón retumbando como los cascos de un caballo de carrera que galopa desbocado. El dulce aroma del príncipe embriago su olfato y sus labios se abrieron accediendo a recibir el beso prometido, un beso que había esperado y deseado, aunque consideraba no merecer. Un beso de un hombre con el que se sentía cercana, uno al que admiraba. La puerta se abrió y ella se separó del hombre de cabello plateado antes de que sus labios se unieran. Miró a la puerta atacada por el nerviosismo y se encontró con un hombre que parecía tallado en la roca misma con unos ojos fríos como el invierno más terrible que parecían taladrar en ella de manera severa. —P-Príncipe, Coledur —saludó Evey, haciendo una leve reverencia. —Milady —contestó él con fría educación. Los ojos del príncipe Coledur se centraron en Eirfeen a quien miró con reprobación, aunque para Evey aquel príncipe
Conseguir el sueño la noche anterior fue complicado, la noche había tenido bastante movimiento. Había acaecido una vorágine de sentimientos a la que no estaba acostumbrada, pero podía considerarse orgullosa de haber seguido en pie luego de todo aquello. No había salido corriendo cuando un nocturno enloquecido había corrido hacia ella a atacarla; había descubierto que estos podían ser afectados con sus poderes para hacer que se comportarán de una forma diferente a su forma base; había quizás logrado una complicidad con el caballero que la había salvado ya dos veces hasta el momento, y sobre todas las cosas, casi había besado al hombre por el que estaba sintiendo cosas. Pensar en eso hacía que le ardiera la cara de vergüenza y que su corazón comenzará a acelerarse y a la vez sentía una rabia creciendo en ella por haber sido interrumpida justo cuando iba a besarse con Eirfeen. El principe Coledur había sido bastante inoportuno al entrar en aquel lugar s
Evey se encontraba atrapada por el príncipe debido a un descuido suyo. Momento antes había sentido mucho miedo de estar allí con Cabeza de Espejo, pero Coledur la había salvado. Ahora, sin embargo, tenía que responder por las travesuras que había estado haciéndole. Los ojos de él parecieran taladrar en ella, de manera invariablemente severa. Tener al príncipe Coledur tan cerca la hacía sentir nostalgia, recordaba haber pintado su rostro con maestría sin siquiera conocerlo. Eso la hizo considerar por primera vez que quizás ella necesitaba de Coledur de alguna forma. «No puede ser una mera casualidad. Las cosas que he vivido a lo largo del tiempo bajo el brillo de la luna siempre han tenido un significado, y esto debe ser uno de ellos», se trató de convencer a sí misma. Empero, una parte de ella sentía repelús del príncipe que actuaba de manera tan despectiva hacia ella y, aparentemente, hacia todo. Ella levantó su barbilla y se puso tan envarada como una espada que
Al día siguiente ella se despertó sintiendo el cansancio de todas las cosas que habían pasado en los últimos días. Sin embargo, por incongruente que pareciera, la acalorada discusión con el príncipe Coledur le había ocasionado más cansancio mental que el que había experimentado cuando peleó con el nocturno. Recordar las palabras del aquel hombre de cabello azabache le hacía enojar. ¿Cómo se atrevía a acusar a Eirfeen de manipularla si desde un inicio se había mostrado muy atento con ella? Él le había dado un sitio en el que hospedarse y la había tratado con afecto. No le había dado hasta ahora ningún indicio de que estuviera utilizándola. Simplemente Eirfeen no era esa clase de hombre. Lo sabía. Ella suspiró y se levantó de la cama para prepararse para lo que tuviera que ofrecerle ese día que tiene frente a ella, el cual Evey esperaba que no fuera tan agitado y complicado como los últimos días que habían pasado. Luego de asearse y vestirse, ell
Ese día Evey se había puesto un vestido de color esmeralda que recordaba al color de los ojos de Eirfeen. El joven príncipe la había invitado a conocer a su padre, el rey, a lo que ella había aceptado con nerviosismo. La escala social con las personas a las que debía frecuentar y tratar había escalado bastante de golpe, había pasado de tratar con nobles pequeños de las casas de Descanso de Piedra, a la realeza de Felianor. En cierta parte, le hubiera gustado que las chicas que la solían molestar allá en su hogar la vieran ahora, de seguro hubieran quedado boquiabiertas al enterarse de que estaría en la misma sala que un rey y un príncipe. Incluso a ella misma le parecía algo increíble. Un llamado a su puerta llamó su atención y ella sonrió alegre de que su príncipe querido hubiera ido a buscarla tan pronto. Sin embargo, al abrir la puerta no se encontró con su príncipe, sino con dos caballeros de armaduras relucientes e inmaculadas. Los c
El cielo nocturno estaba plagado de estrellas que titilaban tenuemente y acompañaban a la reina satélite que coronaba el cielo. La luna lo colmaba del poder de las expresiones artísticas más elevadas, de las que ningún otro hombre podría llegar a ostentar. Él caminó con sus brazos cruzados detrás de su espalda, mientras en su mente iba haciendo un boceto de su próxima creación y buscaba a la luz de sus noches oscuras. —¿Mi luz? —llamó él, buscándola entre los árboles, pero nadie respondió. Él sonrió. —Mi Luz, mi amor, mi millonésima y una estrella, estás otra vez tratando de hacerme una travesura, pero sabes que cada vez se te hace más complicado tomarle el pelo a tu rey. —¿Y según quién, hoy hay necesidad de tomarle el pelo a mi rey? —dijo la encantadora voz de su esposa detrás de él. Cuando él volteó a ver su amada, casi temió quedarse sin aliento al verla resplandeciente con su vestido blanco y sus cabellos de plata cayendo
El cielo era completa negrura, adornada únicamente por la luna que esa noche era una como una sonrisa siniestra. Saga había peleado en batallas a lo largo de su vida, batallas que había tenido que combatir sólo con una espada en mano y su habilidad, otras con la ayuda del virtuosismo. Había peleado con habilidad y resistido con la fortaleza de un roble. Pero incluso el roble más resistente puede quebrarse bajo la tormenta. Saga caminaba, sintiéndose roto, un paso tras otro. Ninguna batalla había parecido tan extenuante y difícil como aquella caminata que estaba emprendiendo. Con cada paso que daba sentía una pesadez en el cuerpo, sus pies amenazaban con trastabillar en la tierra y su visión se emborronaba haciendo que viera manchas en formas de criaturas o monstruos que sabía que no eran reales. «Los monstruos reales no son los de los cuentos que dicen que asechan en la oscuridad ni bajo las camas de los niños, sino que son los que llevamos dentro de lo más prof