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Evey sintió que su mundo fue ralentizado y pudo escuchar su propio corazón retumbando como los cascos de un caballo de carrera que galopa desbocado. El dulce aroma del príncipe embriago su olfato y sus labios se abrieron accediendo a recibir el beso prometido, un beso que había esperado y deseado, aunque consideraba no merecer. Un beso de un hombre con el que se sentía cercana, uno al que admiraba.

La puerta se abrió y ella se separó del hombre de cabello plateado antes de que sus labios se unieran. Miró a la puerta atacada por el nerviosismo y se encontró con un hombre que parecía tallado en la roca misma con unos ojos fríos como el invierno más terrible que parecían taladrar en ella de manera severa.

—P-Príncipe, Coledur —saludó Evey, haciendo una leve reverencia.

—Milady —contestó él con fría educación.

Los ojos del príncipe Coledur se centraron en Eirfeen a quien miró con reprobación, aunque para Evey aquel príncipe
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