Ella fue directamente hacia su habitación, aun cuando Eirfeen le había pedido que lo esperara en las cocinas, pero es que estaba alterada, demasiado alterada para pensar en lo que había dicho el príncipe, lo único que quería era escapar a un lugar donde estuviera sola para poder pasar la impresión que había tomado. Tenía la respiración agitada y trató de calmarse sosteniéndose el pecho, pero sentir que este subiera y bajara con premura la hacía ser más consciente su estado. Ella se mordió un poco el labio y trató de exhalar el aire y se paseó por la estancia tratando de buscar orden a sus pensamientos. Orden para dejar de sentir que las piernas le estaban temblando como gelatina. Pero, no había orden, solo caos. «¡Él es el hombre misterioso, no puedo creerlo!». No sabía por qué, ni cómo, pero simplemente había sido de aquella forma. En un momento de virtuosismo había pintado a una persona que no había llegado a conocer aún ni siquiera de vista. Como si
Evey sentía la fría brisa nocturna en su cuerpo, sus pequeños mechones de cabello bailaban con su soplo mientras su corazón tamborileaba emocionado. No había sido fácil convencer al príncipe de permitirle llevar a cabo sus prácticas, Evey tuvo que soportar al principio muchas pegas al respecto acerca de lo peligroso que podía resultar, pero al final ella había logrado convencerlo de que la dejara ir. Porque ella había viajado hasta allí para ello. Sin embargo, la condición que había puesto el príncipe para dejarla partir esa noche, era que debía de estar acompañada por una escolta y no era cualquier escolta, no. A la cabeza de aquella escolta —y nunca mejor dicho— iba un hombre que a Evey no le hacía sentir cómoda. Aquel hombre la hacía sentir que estaba con un animal salvaje que había hecho creer a todos a su alrededor que había sido domesticado, pero a que a la primera oportunidad que tuviera este, se te lanzaría al cuello. Marlon, Cabeza de Espejo. El hombre
Estar frente a él nuevamente la dejó incluso más impactada que el nocturno salido de control. Verlo nuevamente era de cierta manera un alivio, porque significaba que no estaba loca, que él no había sido un producto de su imaginación y que de verdad existía. Estaba haciéndole frente al nocturno con aquella espada de filo negro en el que bailaban brumas oscuras como el humo. Las botas de él sonaron contra la piedra mientras avanzaba rápidamente para rematar a la criatura. Ella vio como movió su espada como un rayo solamente para ser esquivada. El cuerpo del nocturno se volvió un charco de tinta antes de que el filo del arma la tocara. Evey dio un grito de sorpresa el ver como el líquido que estaba bajo los pies del caballero tomó la forma como de estalagmitas de filo mortal. El caballero se movió rápidamente esquivando apenas aquel ataque. Ella pudo ver como parte de sus vestiduras de sombras había recibido un corte y logró ver piel debajo de ella. El nocturno recu
Estaba regresando al palacio con la escolta que se le había asignado para protegerla, y que había sido superada por un solo nocturno. Ella los notaba avergonzados y desalentados, así que trató de subirles el ánimo. —Nos tomó por sorpresa a todos. Me alegra mucho que ninguno de nosotros haya salido muerto de aquel lugar. Gracias a ustedes no me pasó nada —sus palabras dulces parecieron animarlos un poco. Solo Marlon mantenía un gesto de irritación en el rostro. —Hubiéramos sido aplastados si no hubiera sido por el otro monstruo que apareció a ayudarnos —intervino el hombre calvo de aspecto zorruno— Es muy amable con sus palabras, milady, pero si tenemos que agradecerle algo a alguien, que sea al mismísimo Creador por haber hecho aparecer a ese demonio y que este no nos atacara a nosotros. Las palabras del hombre la hacían sentir enojo, pues su tono irónico le hacía ver que desconfiaba totalmente del caballero y que, además, parecía insinuar c
Evey sintió que su mundo fue ralentizado y pudo escuchar su propio corazón retumbando como los cascos de un caballo de carrera que galopa desbocado. El dulce aroma del príncipe embriago su olfato y sus labios se abrieron accediendo a recibir el beso prometido, un beso que había esperado y deseado, aunque consideraba no merecer. Un beso de un hombre con el que se sentía cercana, uno al que admiraba. La puerta se abrió y ella se separó del hombre de cabello plateado antes de que sus labios se unieran. Miró a la puerta atacada por el nerviosismo y se encontró con un hombre que parecía tallado en la roca misma con unos ojos fríos como el invierno más terrible que parecían taladrar en ella de manera severa. —P-Príncipe, Coledur —saludó Evey, haciendo una leve reverencia. —Milady —contestó él con fría educación. Los ojos del príncipe Coledur se centraron en Eirfeen a quien miró con reprobación, aunque para Evey aquel príncipe
Conseguir el sueño la noche anterior fue complicado, la noche había tenido bastante movimiento. Había acaecido una vorágine de sentimientos a la que no estaba acostumbrada, pero podía considerarse orgullosa de haber seguido en pie luego de todo aquello. No había salido corriendo cuando un nocturno enloquecido había corrido hacia ella a atacarla; había descubierto que estos podían ser afectados con sus poderes para hacer que se comportarán de una forma diferente a su forma base; había quizás logrado una complicidad con el caballero que la había salvado ya dos veces hasta el momento, y sobre todas las cosas, casi había besado al hombre por el que estaba sintiendo cosas. Pensar en eso hacía que le ardiera la cara de vergüenza y que su corazón comenzará a acelerarse y a la vez sentía una rabia creciendo en ella por haber sido interrumpida justo cuando iba a besarse con Eirfeen. El principe Coledur había sido bastante inoportuno al entrar en aquel lugar s
Evey se encontraba atrapada por el príncipe debido a un descuido suyo. Momento antes había sentido mucho miedo de estar allí con Cabeza de Espejo, pero Coledur la había salvado. Ahora, sin embargo, tenía que responder por las travesuras que había estado haciéndole. Los ojos de él parecieran taladrar en ella, de manera invariablemente severa. Tener al príncipe Coledur tan cerca la hacía sentir nostalgia, recordaba haber pintado su rostro con maestría sin siquiera conocerlo. Eso la hizo considerar por primera vez que quizás ella necesitaba de Coledur de alguna forma. «No puede ser una mera casualidad. Las cosas que he vivido a lo largo del tiempo bajo el brillo de la luna siempre han tenido un significado, y esto debe ser uno de ellos», se trató de convencer a sí misma. Empero, una parte de ella sentía repelús del príncipe que actuaba de manera tan despectiva hacia ella y, aparentemente, hacia todo. Ella levantó su barbilla y se puso tan envarada como una espada que
Al día siguiente ella se despertó sintiendo el cansancio de todas las cosas que habían pasado en los últimos días. Sin embargo, por incongruente que pareciera, la acalorada discusión con el príncipe Coledur le había ocasionado más cansancio mental que el que había experimentado cuando peleó con el nocturno. Recordar las palabras del aquel hombre de cabello azabache le hacía enojar. ¿Cómo se atrevía a acusar a Eirfeen de manipularla si desde un inicio se había mostrado muy atento con ella? Él le había dado un sitio en el que hospedarse y la había tratado con afecto. No le había dado hasta ahora ningún indicio de que estuviera utilizándola. Simplemente Eirfeen no era esa clase de hombre. Lo sabía. Ella suspiró y se levantó de la cama para prepararse para lo que tuviera que ofrecerle ese día que tiene frente a ella, el cual Evey esperaba que no fuera tan agitado y complicado como los últimos días que habían pasado. Luego de asearse y vestirse, ell